Irene Zugasti

“Un feminismo que se acerca a la guerra debe postular una paz militante”

La politóloga española analiza el conflicto Rusia-Ucrania bajo la lupa del género. Ni tan víctimas ni tan villanas. Mujeres militarizadas y el drama del éxodo.

Politóloga, periodista y experta en Relaciones Internacionales y Seguridad, la española Irene Zugasti plantea un análisis de las guerras con perspectiva de género. Desde el inicio del conflicto entre Ucrania y Rusia, hace ocho años, realiza un seguimiento de la situación de las mujeres en la zona. Aunque considera que el feminismo es activamente pacifista, desde Madrid, donde vive, le dijo a Letra P que reivindica el derecho a ser villanas y se propone desarmar los estereotipos femeninos ligados a los conflictos armados.

 

-¿Se puede tener una perspectiva feminista de la guerra?

 

-Por supuesto. De hecho, se pueden tener muchas perspectivas feministas de una guerra. La que reivindico y está en la línea más interesante no es esa visión esencialista que entiende que, por naturaleza, las mujeres somos la paz y los hombres somos la guerra. Nosotras podemos ser muy guerreras, tenemos derecho a ser villanas y ellos también son trabajadores por la paz y tienen un reto que hacer en ese sentido. Lo interesante es que, si analizamos la historia, las mujeres han sido claves en todos los conflictos armados, especialmente en la construcción de la paz y en el posconflicto. En ese sentido, un feminismo que se acerca a la guerra debe ser un feminismo que postule una construcción de una paz militante, de un pacifismo activo, que entienda que la militarización y la violencia nunca son la solución.

 

-Las mujeres hemos sido invisibilizadas en todos los conflictos bélicos o puestas solamente en el lugar de víctimas.

 

-Exacto. Con este conflicto estamos viendo claro. Hay un tratamiento masivo de las mujeres como víctimas, sobre todo a través de esa figura del refugio. Esa figura de la mujer que llora frente al hogar devastado es muy peligrosa porque, aunque a veces denuncie la violencia sufrida, lo que está ocurriendo es que, en realidad, victimiza de nuevo. Suele utilizarse como ariete para lo contrario. Normalmente no somos víctimas hasta que nuestro lado de víctimas no es útil para la maquinaria de guerra. Por el contrario, cuando se nos quiere pintar como activas, muchas veces se nos fetichiza, perdón por la palabra tan fea, en un rol de combatiente activa, casi como una amazona, que parece una propaganda militar.

 

-¿Qué otras mujeres encontramos en un conflicto bélico?

 

-Hay muchísimos grises. Están las mujeres diplomáticas, están las políticas de primera línea, que han sido claves para entender Ucrania como (la dos veces primera ministra y actual líder del partido Batkivshchyna) Yulia Timoshenko, o la subsecretaria de Estado para Asuntos Políticos de Estados Unidos Victoria Nuland, por ejemplo. Son dos figuras claves para entender qué ha pasado en los últimos ocho años en ese país.

 

-Hay también mujeres anónimas.

 

-Están las activistas por la paz o las que se han militarizado, no en los ejércitos regulares sino en las milicias populares del este de Ucrania o en los batallones paramilitares que surgieron al principio del conflicto. Además, están todas esas mujeres que hacen un trabajo de base sosteniendo a las comunidades cuando la devastación genera que no haya servicios básicos. Somos el 50% de la población. En cualquier conflicto armado, por lo tanto, es hora de ponernos sobre el tablero y no únicamente como arma de guerra para atacar sino con una entidad propia.

 

Zugasti entrevistada por Letra P.

-Desde una perspectiva feminista y pensando que la guerra es eminentemente patriarcal, ¿por qué las mujeres quieren ir al frente?

 

-En la historia, siempre hubo mujeres militarizadas, mujeres que, de una forma u otra, han combatido. Probablemente, muchas veces por motivaciones políticas, étnicas, religiosas, culturales, que al final atraviesan cualquier conflicto y de los que ellas, de manera legítima, han querido ser actoras activas. De hecho, realmente las mujeres no se integran en ejércitos regulares hasta casi la Segunda Guerra Mundial de una forma más o menos estable o democrática. Sin embargo, el mundo de los militares masculinos siempre se ha construido en oposición a lo femenino. Por lo tanto, muchas veces cuando una mujer se militariza es consciente de que no está haciéndolo en el mismo nivel o en igualdad de condiciones que un compañero.

 

-¿Las mujeres se militarizan por las mismas razones que los hombres?

 

-Como pacifista, me cuesta entender qué motivaciones puede tener una mujer para militarizarse, pero me vienen a la cabeza muchos conflictos bélicos recientes y no tan recientes en los que la toma de armas es una posición activa de defensa también de unos derechos propios de las mujeres. De hecho, así se está leyendo en Ucrania en las diferentes posiciones de mujeres que se han militarizado, tanto en 2014 en la zona pro-rusa como las que se han militarizado en el ejército ucraniano hasta el día de hoy, especialmente ahora.

 

Ucrania y Rusia, hoy

-¿Cuál es el papel de las mujeres en este conflicto?

 

-El conflicto en realidad empezó en 2014 en la región de Donbass. No es nuevo, no es de ayer. Allí existieron unas milicias populares que en un principio emergieron en las repúblicas de Donetsk y de Lugansk, en las que había una amalgama ideológica un poco complicada de entender. Entre ellas, había algunos movimientos de base socialista, comunista, que luego desaparecieron por las propias tensiones internas. Allí había mujeres militarizadas con un papel activo en la construcción de esa milicia popular, que luego se fue regularizando y los elementos más revolucionarios fueron desapareciendo.

 

-¿Esa situación cómo se da en la parte occidental de Ucrania?

 

-En el lado occidental, hay 31 mil mujeres en el ejército ucraniano, el 15% del total. Son mujeres profesionales, porque la ley marcial que rige desde el 24 de febrero en Ucrania se aplica solo a los varones de 18 a 60 años, no a las mujeres. Hablar de 31 mil mujeres militarizadas es mucho. Además, fue una militarización muy rápida, porque se han integrado especialmente en los últimos ocho años. La última vuelta de tuerca se dio con la militarización de la población civil, de alguna forma voluntaria, en la que también las mujeres están teniendo un papel activo. Estamos viendo cómo, sobre todo a través de redes sociales y de la prensa, se están publicando historias de mujeres que eran ajenas a las estructuras militares y que se han integrado a lo que ellas consideran que es la defensa nacional frente a la agresión rusa. Esas mujeres también existen en el otro bando, aunque es más complicado encontrar narraciones de ellas, sobre todo fuera de Rusia.

 

-Un tema fundamental en los conflictos bélicos es la violencia machista. ¿Cómo se refleja esto en esta guerra?

 

-En este conflicto el problema es que no hay un registro oficial, no están dejando a las mujeres que presten su testimonio. Hay algunos informes por Amnistía Internacional, de ONU, que apuntan a que, por supuesto, la agresión sexual ha aumentado. También aumentó mucho la violencia de género en el ámbito de la pareja o expareja, en el ámbito del hogar. Lo que aparece ahora como otra consecuencia de la violencia sexual es lo que está ocurriendo en la frontera: hay, sobre todo en Polonia, un importante movimiento de tratantes y de traficantes de mujeres con fines de explotación sexual.

 

-Otra consecuencia colateral del éxodo.

 

-Ante el descontrol de la salida masiva de mujeres y la falta de organización en los primeros días, hay personas que directamente montan a mujeres en furgonetas con la promesa de traerlas a Europa o de sacarlas de allí y que van a acabar probablemente en Alemania. Las mujeres eslavas han sido históricamente, por la vulnerabilidad de sus economías, carne de tráfico y de trata durante las últimas dos décadas. Es tristísimo, no lo estábamos narrando y lo vamos a empezar a narrar ahora. Las consecuencias van a ser muy largas y muy complicadas, porque va a ser muy difícil trazar cuál ha sido el recorrido de toda esa violencia sexual, pensando también en las desplazadas internas y las exiliadas que llevan años fuera del territorio ucraniano.

 

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