GUERRA EN UCRANIA

En una carrera contra el tiempo, la negociación arrancó bajo fuego cruzado

Hubo "ciertos avances" en el primer diálogo entre Moscú y Kiev, pero la acción militar continúa. Buenas y malas para Putin. Batallas clave y reacción occidental

La primera mesa de diálogo instalada entre Ucrania y Rusia en la ciudad de Gomel, fronteriza con Bielorrusia, finalizó con algunos avances entre las partes mientras la guerra se encamina a una profundización de la escalada y la violencia a medida que se acrecientan las disputas en los alrededores de las ciudades más importantes, se acelera el aprovisionamiento de armas por parte de Occidente, crece la amenaza nuclear y nuevas partes se involucran en una guerra que, por ahora, sigue sin final a la vista.

 

“Las partes han esbozado unos temas prioritarios sobre los que se vislumbran ciertos avances”, afirmó el asesor presidencial ucraniano Majaíl Podolyak luego del encuentro que duró más de cinco horas este lunes. A la espera de que cada uno de los presidentes, Volodímir Zelenski de Ucrania y Vladimir Putin de Rusia, realicen los análisis pertinentes, el presidente de la Comisión de Asuntos Exteriores del parlamento ruso, Leonid Slutsky, adelantó que “la siguiente reunión tendrá lugar en los próximos días” en la frontera con Polonia como potencial escenario. Al cierre de esta edición los detalles sobre los que hubo coincidencias no trascendieron, pero el anuncio fue bien recibido ante el buscado fin de la guerra.

 

La necesidad de alcanzar una salida negociada aumenta ante el cuarto día de la guerra que, por ahora, no permite vislumbrar un desenlace. Con una poderosa batalla informativa que entorpece el conocimiento fidedigno del conflicto, el escenario actual cuenta con tres batallas importantes. La primera, por la capital, Kiev, donde residen millones de civiles, entre ellos Zelenski, quien ya anunció en reiteradas oportunidades que no va a huir. Según los últimos informes militares rusos, el Kremlin habría logrado rodearla y aislarla del resto del territorio, por lo que se prevé una mayor crudeza en los combates en las próximas horas. La segunda es Járkov, cerca de la frontera con Rusia, donde las tropas ucranianas afirman haber recuperado el control y donde este lunes su gobierno local denunció un ataque indiscriminado de misiles contra barrios residenciales. La tercera es Mariúpol, ciudad portuaria del Sur, fundamental para el control del Mar Negro, uno de los frentes más importantes ya que no se descarta que Moscú desee quedarse con el territorio lindante para tener una salida directa a las aguas calientes, un anhelo histórico de Rusia.

 

A pesar de la supremacía militar rusa sobre Ucrania y de que las expectativas aún son mejores para Moscú que para Kiev, no todas las noticias militares son positivas para Putin. La intención de replicar la estrategia militar empleada contra Georgia en 2008, conocida como la Guerra de Osetia del Sur, que consistió en un fuerte avance militar que en apenas cinco días detuvo sus tanques a 20 kilómetros de la capital, Tiflis, parece alejarse. “La guerra va a durar”, dijo el presidente francés, Emmanuel Macron, durante el fin de semana y así parece que será. El tiempo en la guerra es un factor clave. Mientras que a Ucrania le podría jugar en contra porque Rusia todavía no desplegó la totalidad de su capacidad, a Putin también podría afectarle una extensión no deseada ante el impacto económico de las sanciones, el costo de la guerra y ante la moral de un ejército que busca presentarse ante el mundo como una potencia y que estaría sufriendo más trabas y dificultades de las esperadas. Si el diálogo no se convierte en una salida, el tiempo pasará a ocupar un espacio fundamental y quien logre administrarlo podría encontrar una clave a su favor.   

 

El tiempo trae consigo nuevos actores y en este punto también hay buenas y malas noticias para Putin. La positiva es que uno de sus aliados más fieles, el presidente de Bielorrusia -país vecino a Ucrania-, Alexsandr Lukashenko, logró aprobar un referéndum constitucional que abandona el estatus no nuclear del país y que permite el despliegue de estas armas en su territorio. A esto se le suma la amenaza del propio Lukashenko de desplegar una “operación especial” sobre Ucrania y la orden de Putin de declarar en alerta a las fuerzas de disuasión nuclear de Rusia como respuesta a las “declaraciones agresivas” hechas por algunos países miembros de la Organización del Tratado del Atlántico del Norte (OTAN). Este flanco le permitiría a Moscú, por un lado, abrir un nuevo frente de batalla contra Kiev desde las fronteras bielorrusas y, por el otro, elevar la tensión a un escalón que nadie desea llegar: la utilización de armas nucleares.

 

Las malas noticias para Moscú son la profundización de las relaciones entre Occidente y Ucrania, que, aunque militarmente en las calles y en el terreno se encuentra sola, recibió durante los últimos días una importante cantidad de ayuda bélica. Si Putin apostó a romper la alianza euroatlántica entre Europa y Estados Unidos a partir de las diferencias de intereses y motivos que cada uno de los actores tenía para involucrarse en el conflicto, hasta el momento no lo estaría consiguiendo. Finalmente, la coordinación occidental realizó una expulsión selectiva de Rusia del sistema de pago internacional SWIFT, que trae consigo un duro impacto económico sobre las finanzas del Kremlin. Alemania anuncio el envío de armas antitanques y misiles al romper su tradición histórica de no enviar armamento a una zona de conflicto. Además, Suiza, históricamente neutral, anunció sanciones económicas contra Moscú. Este escenario, que se profundizó más de lo esperado, podría generar una mayor resistencia ucraniana y con ello una mayor duración del conflicto, con sus consecuentes impactos en la economía y la opinión pública rusa.

 

Las optimistas declaraciones del diálogo son una pequeña luz para el oscuro escenario ucraniano, que, por ahora, se seguirá definiendo en sus principales calles a la espera de que finalmente las partes logren alcanzar una salida que logre callar las armas o que el tiempo se vuelva un factor predominante sobre la estela de sangre y destrucción que ya empieza a registrarse por todo el país.

 

Martín Llaryora y su ministro de Justicia, Julián López, en la firma de los pliegos de fiscales.
Bartolomé Abdala y Ezequiel Atauche, de La Libertad Avanza, a cargo del debate de las PASO. 

También te puede interesar