Un poco de amor en medio del espanto. Eso es lo que sucedió en las reuniones técnicas de Vicentin con sus acreedores para dar un paso clave, desandar el concurso preventivo y arrimar un acuerdo sobre cómo pagar, al menos, una parte de los 1.400 millones de dólares que la cerealera le debe a productores y bancos. Los encuentros entre el directorio, representantes judiciales, socios interesados en quedarse con la firma y damnificados dieron como resultado una propuesta que irá al expediente judicial para que el juez del concurso, Fabián Lorenzini, evalúe su homologación y, luego, lleguen las conformidades de los acreedores, las cuales estarían encaminadas con estas nuevas correcciones.
Así, la quiebra parece alejarse y toma color el concurso que acaba de cumplir dos años y está a un mes de vencer su periodo para cerrar los acuerdos de pago. En los últimos meses hubo cambios finos que hicieron más atractiva la primera propuesta, que fue rechazada casi automáticamente. En principio, en los próximos dos años se pagarán casi 470 millones de dólares, mientras que antes se esperaba hasta 2024 para comenzar a pagar.
Según lo acordado, los créditos quirografarios serán cancelados en su totalidad mediante pagos en efectivo por un total de 297 millones de dólares y la capitalización del saldo de esos créditos mediante la entrega de acciones. Esto es una jugada para la hora de la aprobación de la propuesta: hay casi 800 productores chicos y medianos que recibirán la totalidad de su deuda (con quita), algo que tendrá peso en la aceptación final. Son unos 30.000 dólares en mano.
En esta entrega de acciones que se volcarán en un fideicomiso, los actuales socios de Vicentin sólo se quedarán, en principio, con un 5% de la compañía. Adiós a la empresa familiar. Sin embargo, se removerá el actual directorio y, “mientras las acciones se encuentren en el fideicomiso, se designa un nuevo directorio propuesto por los accionistas originales de Vicentin”. Es decir, conservarán poder, al menos transitorio.
La reducción de la participación accionaria resultó una maniobra hábil para convencer a los bancos internacionales, que son los principales acreedores, con 500 millones de dólares. A esas entidades no les cerraba que los dueños quedaran adentro con más participación. Sólo resta el OK final de las casas matrices.
Ese fideicomiso generará dinero constantemente dado que los socios estratégicos, la Asociación de Cooperativas Argentinas (ACA), Molinos Agro S.A. del Grupo Pérez Companc, y Viterra Argentina S.A., de la multinacional Glencore, se comprometen a mantener operativa la compañía mediante la inyección de capital de trabajo. En 12 años esas acciones serán compradas por esas firmas, que allí sí se harían de la nueva Vicentín. Una década en el mundo de los negocios es poco tiempo y con el plus de comprarla sin mucho sacrificio: el aporte inicial es de 90 millones de dólares producto de compra de activos, como puertos y plantas del grupo.
Ahora, el juez Lorenzini tendrá en sus manos la homologación, situación a la que llega ya con la letra chica conocida dado que los interventores que dispuso estuvieron al pie de las negociaciones. Los acreedores llegan con intenciones de aceptar, aunque han perdido demasiado y han ganado un desgaste económico y anímico. En tanto, el Banco Nación perdió peso en la definición y no pudo imponer condiciones.