Hay una metáfora con la que el Opus Dei les explica la misión a sus miembros: la sociedad es como una montaña y la gobierna quien llega a la cima, porque desde allí es posible derretir la nieve que bañará al resto. “Cuando alguien cree que tiene una idea mejor o más verdadera de cómo debería funcionar el mundo, ¿qué quiere? Gobernar, claro; pero el error está en creer que es sólo por el poder. Es porque creemos que eso es lo mejor para todos”. Quien habla es una persona del Derecho, argentina e integrante de la organización religiosa fundada en 1928, en España; desde hace 20 años, con estudio jurídico privado, pero con pasado en la asesoría legislativa.
Abogacía es la profesión más común, por amplísima mayoría, entre quienes militan en las filas del Opus. También abundan economistas, contadores, escribanos, empresarios y banqueros. Hay, además, referentes del mundo de la academia, con predilección por disciplinas como la Historia, la Filosofía, las Ciencias Políticas y la Comunicación.
Las universidades y las escuelas de negocios son el brazo académico a través del que la Obra forma sus filas y multiplica la red de poder. “En eso, aunque les moleste, hay que decir que tomaron el modelo jesuita de la educación como herramienta de penetración. Con una mirada opuesta en lo religioso, claro, y con una mirada elitista en a quiénes se dirigen y qué quieren lograr con eso”, planteó el abogado consultado.
En cada país de los más de 60 en los que tiene presencia, el Opus tiene al menos una universidad y una escuela de negocios. Además de los 21 colegios de nivel inicial, primario y secundario que posee y administra en siete provincias, en la Argentina tiene la Universidad Austral y el IAE Business School. Son sus semilleros de líderes políticos, sociales y empresariales. “Son, antes que nada, la rosca de los contactos entre todos los poderes, públicos y privados. Quien pasa por ahí sale con una red de contactos en el poder. Si te lo bancás, después vas por la autopista en lo que quieras hacer”, dice un economista que hizo ahí su MBA.
“Sus escuelas de negocios -agrega- están inspiradas en las escuelas de gobierno francesas, donde se forman las dirigencias políticas. En América Latina no existe eso y el Opus encontró que podía ser quien reuniera a esa élite”. Francia tuvo, entre 1945 y 2001, la Escuela Nacional de Administración, una institución acusada de elitista por la que pasaron los presidentes y la gran mayoría de los cuadros políticos y técnicos que gobernaron el país en la segunda mitad del siglo XX, incluido Emmanuel Macron, quien en 2021 la reemplazó por el Instituto de Servicio Público.
El IAE Business School fue la primera iniciativa educativa superior del Opus Dei en la Argentina. Se fundó en 1978 y su primer director fue José Luis Gómez Egea. Después, la Asociación Civil de Estudios Superiores (ACES) creó también la Universidad Austral y, más tarde, el Hospital Universitario Austral, gracias a una donación del empresario Gregorio Pérez Companc, un habitué de los centros y actividades de la Obra. Por el IAE, según la web, pasaron más de 100 mil alumnos de 55 países y en la actualidad tiene 18 mil. Es la única Escuela de Negocios de la Argentina con lo que se llama "triple corona", que es la acreditación conjunta Equis, AACSB y AAMBA. Ante la consulta de Letra P por una entrevista, prefirieron no hablar.
“La Universidad y el IAE son el think tank del Opus Dei en la Argentina”, dice otro exnumerario, que agrega en la lista al CUDES, la sede central de la organización religiosa del barrio porteño de Recoleta.
Allí, en Vicente López 1950, funciona la mayor residencia de miembros numerarios del país, la dirección rioplatense del Opus Dei y la casa de las mucamas que sirven a los miembros de la institución. Es un lugar al que casi todos los ministros y funcionarios del Estado han sido invitados alguna vez y en su mayoría han acudido. Como todo centro del Opus, no tiene nombre religioso ni está identificado, en su fachada, con símbolos. En el CUDES se dictan cursos y diplomaturas y se hacen conferencias y presentaciones, actividades de las que participan profesores de las ideologías más variadas, de universidades públicas y privadas, periodistas, escritores, jueces y diplomáticos.
Dictaduras y menemismo, años dorados
“A mí no me preguntaron si quería conocer la obra de Josemaría Escrivá de Balaguer. A mí me dijeron si quería ser parte de la élite que se preparaba para gobernar el país y el mundo”, dice un abogado y exfuncionario de la Justicia federal que, cuando empezaba la carrera de Derecho en la Universidad de Buenos Aires (UBA), recibió la invitación de un compañero de aulas para asistir a un centro del Opus.
Era 1990 y la organización ultraconservadora católica iniciaba su segunda etapa dorada en la Argentina. La primera había sido en la década del 60, cuando, bajo el gobierno de facto de Juan Carlos Onganía, había conseguido ubicar a sus primeros miembros en cargos técnicos de distintos ministerios del Poder Ejecutivo y hasta un ministro de la Corte Suprema de Justicia: el juez Luis Carlos Cabral, quien, durante la última dictadura militar, fue rector de la UBA.
Los primeros enviados al cono sur llegaron a Chile y Argentina en 1950. La ciudad santafesina de Rosario fue el lugar de desembarco a través del obispo Antonio Caggiano. El posterior cardenal primado, vicario general castrense y arzobispo de Buenos Aires llevaba un tiempo de intercambio epistolar con el fundador del Opus Dei y le abrió las puertas del país y de su jurisdicción eclesiástica rosarina. En poco tiempo, la Obra se instaló también en Buenos Aires y luego en Mendoza.
Uno de los articuladores del Opus con más peso en el gobierno de Carlos Menem, gestión política durante la que la institución estuvo más cerca de alcanzar su objetivo de máxima, fue Julio Rodolfo Comadira. Excapitán de fragata, había sido jefe de división en la Asesoría jurídica de la Armada durante la dictadura y en 1990 se convirtió en el primer director del Máster en Derecho Administrativo de la Universidad Austral. Desde ahí, gestionó la entrada al Gobierno y a la Justicia de muchos miembros de la organización y consiguió lugares en la administración pública para sus mejores estudiantes. Antes de que Menem lo nombrara miembro del flamante Consejo de la Magistratura, fue jefe de Gabinete del ministro de Justicia Raúl Granillo Ocampo. Con menos poder pero más nombre, la Corte Suprema menemista tuvo a dos jueces opusinos: Rodolfo Barra, un simpatizante fervoroso, y Antonio Boggiano, miembro supernumerario. Con ellos, una camada de abogados del Opus Dei se incorporaron a la familia judicial.
En ese tiempo, Gustavo Béliz empezó a frecuentar el CUDES y se convirtió en un seguidor de las enseñanzas de Escrivá de Balaguer; una relación estrecha que creció mientras ocupaba distintos cargos en el Estado: secretario de la Función Pública y ministro del Interior de Menem primero; ministro de Justicia de Néstor Kirchner después y secretario de Asuntos Estratégicos de la Presidencia de Alberto Fernández hasta mediados de 2022.
Hoy, el grueso de los Opus Dei en política están en las filas del PRO con cargos relevantes en algunos lugares clave como la Procuración General de la Ciudad de Buenos Aires y también en la bonaerense. En el Congreso de la Nación y la Legislatura porteña, siempre hay vínculos estrechos y contactos afilados, y en la Justicia Federal están todos los que entraron a principios de los 90. Ninguno habla de su pertenencia y, cuando se los consulta, siempre prefieren callar. Ni siquiera Joaquín de la Torre, actual senador, exintendente de San Miguel y exministro de Gobierno de María Eugenia Vidal, que ahora trabaja por ser la cara de la nueva derecha argentina, termina de aclarar su vínculo muy estrecho con la organización.
La aristocracia de la inteligencia
“El espíritu de la Obra es que sus socios varones ocupen cargos oficiales y, en general, puestos de dirección”, dice el primer reglamento del Opus Dei, escrito en 1941 por el fundador y santo de la Iglesia Católica, Escrivá de Balaguer. En ese escrito también se afirma que “la Obra es familia y, a la vez, milicia”, que “su ambiente es el de la aristocracia de la inteligencia (en los varones)” y que sus centros y casas no deben identificarse ni sus miembros decir que lo son. “Los nuestros nunca hablarán de la Obra a extraños ni manifestarán que pertenecen a ella”, se enfatiza.
“Desde el comienzo se plantearon crear una élite intelectual y profesional formada para gobernar; una vanguardia formada por la selección de las mentes más brillantes”, explica un exnumerario que, aunque dejó la organización, sigue trabajando para una de sus instituciones. “La selección se hace entre personas que ya son católicas, eso es una condición, a las que se invita a ser parte de esa dirigencia. Es como una selección de 'los mejores católicos'”, agrega.