El "infierno a cielo abierto" que fue Campo de Mayo durante la última dictadura cívico militar comenzará a ser, en breve, un Espacio para la Memoria. Una parte de la iniciativa estará enfocada en El Campito, el principal centro clandestino de la guarnición. La otra consistirá en una serie de salas -con documentación e información de contexto histórico- destinadas al homenaje y la reflexión. En una de ellas, en los perímetros del territorio militar a la vera de la exruta 202 y a lo largo de unos 360 metros, se emplazarán los tres aviones Fiat G-222 que fueron utilizados en "vuelos de la muerte" y podrán verse tanto desde adentro como desde afuera del predio castrense.
“Se trata de símbolos del horror más profundo. No buscamos convertirlos en fetiche, pero queremos que estén ahí para que la memoria abarque todo el plan sistemático de exterminio que se ejerció en Campo de Mayo”, explicó la directora nacional de Sitios y Espacios de Memoria, Lorena Battistiol Colayago, uno de los pilares de la proyección del espacio tan reclamado y esperado por sobrevivientes y familiares de víctimas que pasaron por alguno de los centros clandestinos que funcionaron en la guarnición militar más grande del país. Ella es parte de este universo: sus padres fueron mantenidos cautivos en Campo de Mayo y permanecen desaparecidos.
El Espacio para la Memoria de Campo de Mayo ya está proyectado y se prevé que durante los primeros días de octubre el Ministerio de Obras Públicas abra los sobres licitatorios para comenzar los trabajos, que implican el montaje de varias estructuras desde cero en un predio de unos 20 mil metros cuadrados dentro de la guarnición que el Gobierno cedió en diciembre pasado a la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. Una de ellas recibirá a esos aviones que estaban ocultos desde que cayeron en desuso, pocos años después de recuperada la democracia, y que también fueron cedidos.
Es una “cuestión atípica”, definió Marcelo Castillo, director del Archivo Nacional de la Memoria, ya que “será la primera vez que un espacio para la memoria contenga en su estructura una parte del mecanismo de eliminación de personas”. Tarea compleja, reconocen quienes impulsan el espacio, porque implicará construir memoria sin caer en la morbosidad y con la sensibilidad suficiente para abrazar a sobrevivientes y familiares de las víctimas en el impacto que significará tenerlos enfrente.
En 2019, Castillo aún integraba la Unidad de Investigaciones del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF). En el marco de una recorrida que realizaba en la zona del Aeródromo de Campo de Mayo junto a Maco Somigliana, histórico del Equipo, y un sobreviviente, fue que se topó con los Fiat G-222 en desuso. “Estaban los tres en línea estacionados, igual que están hoy”, recordó en diálogo con Letra P. Sacaron fotografías y siguieron trabajando en lo que estaban, la posibilidad de enterramientos clandestinos en esa zona. Cuando revelaron las tomas quedaron en evidencia las patentes de las naves, AE-260, AE-261 y AE-262.
El EAAF advirtió entonces a la Justicia que aquellas aeronaves no eran un pedazo de chatarra más: las matrículas coincidían con los Fiat G-222 que, noche tras noche durante largos meses en plena dictadura, fueron cargados en la pista del aeródromo de Campo de Mayo con personas vendadas, adormecidas, detenidas y detenidas desaparecidas, o cuerpos sin vida, para arrojarlas a las aguas del Mar Argentino o del Río de la Plata en pleno vuelo. No había dudas, eran los aviones de los "vuelos de la muerte".
La reacción llegó con letargo y desde otra ventanilla. En diciembre de 2020, Castillo declaró en el marco del juicio por los "vuelos de la muerte" de Campo de Mayo, mostró las fotos tomadas de los aviones y contó que los habían encontrado en situación de abandono: “Sin ruedas, sin hélice, apoyados en la tierra”. Tras su testimonio y por pedido de Marcelo García Berro y Mercedes Soiza Reilly, representantes de la Fiscalía en aquel debate, el Tribunal Oral Federal 2 de San Martín incorporó a las aeronaves en la inspección ocular que se llevó a cabo una semana después. Era la primera vez que la Justicia revisaba esos aviones como prueba judicial.
Los Fiat llegaron a Campo de Mayo en 1977. “El Ejército los compra a Italia. Son aviones con posibilidad de trasladar una capacidad mediana de pasajeros, de abrir su portalón trasero en pleno vuelo sin despresurizarse. Son los famosos ‘Herculitos’”, explica a Letra P Soiza Reilly. La existencia de estas aeronaves fue mencionada por exconscriptos que cumplieron el servicio militar obligatorio en la guarnición en aquellos años, cuyos testimonios sentaron las bases y la estructura probatoria de la existencia de los “vuelos fantasma”, mecanismo de exterminio y desaparición de personas que aplicaron los genocidas al mando de Santiago Riveros en ese predio.
Los relatos fueron recogidos primero por el Programa Verdad y Justicia y luego proveyeron a la causa judicial de lesa humanidad sobre Campo de Mayo. Muchos también fueron replicados en el marco del juicio oral, para describir una mecánica de exterminio que incluía el transporte de personas adormecidas o de “bolsas con cuerpos” en camiones o camionetas desde el ingreso de Campo de Mayo hasta la pista del aeródromo; el abordaje o la carga de estas personas o bultos a las naves, y el despegue de las mismas, que al rato volvían vacías. Los testimonios indican que durante 1976 fueron utilizados aviones Twin Otter y Fokker, así como helicópteros, y que para 1977 fueron reemplazados por los “Herculitos”.
“La plana mayor del Batallón de Aviación 601 del Ejército facilitó recursos materiales -los aviones- y humanos -los pilotos- para realizar estos vuelos”, apuntó Soiza Relly. Algunos de sus integrantes: Delsis Malacalza, Luis del Valle Arce, Eduardo Lance y Alberto Conditi, fueron condenados en julio pasado. Resta seguir investigando para dar con quienes los piloteaban. Tras la inspección, el TOF2 ordenó una medida de no innovar para que no fueran vendidas ni desarmadas. Una vez que culminen las pericias, las aeronaves podrán integrar el Espacio para la Memoria.