Sin embargo, los problemas macro económicos siguen frenando el desarrollo social y de la economía. La escasez de divisas, el acuerdo pendiente con el FMI, la inflación , el déficit y la nueva ola de contagios de COVID restringen el crecimiento de la economía.
Este año, Alberto Fernández tendrá una nueva oportunidad de construir su liderazgo. Un sector importante de su propio electorado lo percibe tibio, zigzagueante e indeciso. Los mensajes del Presidente fueron, en muchos casos, difusos y contradictorios. Las medidas, espasmódicas.
Superada la peor etapa de la emergencia sanitaria, Alberto Fernández necesita demostrar que es un hombre con ideas propias, ambición, voluntad y cintura política para llevarlas adelante. Pero, sobre todo, necesita expresar la visión del país que aspira a construir para dotar de sentido a sus medidas, lograr acuerdos y generar entusiasmo en la población.
Nadie espera que Alberto Fernández se erija como un líder carismático que enardece a las multitudes. Cuando pretende ocupar ese lugar, impostando un volumen de voz elevado y gestos grandilocuentes en actos proselitistas de campaña, pierde credibilidad. Así lo perciben muchos votantes, en particular aquellos que determinaron la victoria del Frente de Todos en 2019 y se habían ilusionado con un estilo de liderazgo racional, más parecido al de Michelle Bachelet que al de Cristina Kirchner.
Alberto Fernández representaba para ese segmento de los votantes la posibilidad de un gobierno de centro, capaz de mirar hacia delante, de aportar ideas nuevas e imprimir un estilo de conducción distinto al de su predecesora. Aunque la mayoría de esos votantes son indiferentes al destino del peronismo (no se identifican con ningún espacio político en particular) imaginaban que Alberto Fernández impulsaría un proceso de renovación dentro de ese espacio. Sin embargo, hasta ahora, el Presidente no ha logrado ejercer ese tipo de liderazgo. Para eso, necesita transmitir una visión clara del país que aspira a construir y tener una actitud coherente que convenza a propios y ajenos.
La oposición tampoco tiene un líder claro, pero ¿lo necesita?
Horacio Rodríguez Larreta aspira a llegar posicionado como el candidato natural y más competitivo a las próximas elecciones ejecutivas. En las legislativas apostó por Diego Santilli y ganó de visitante en la provincia de Buenos Aires. Nada menos.
Es el dirigente político con mejor imagen y un nivel de conocimiento de 100% a nivel nacional. Una de sus principales ventajas es conocer y aceptar sus fortalezas y debilidades. Sabe que no desborda carisma, por eso apuesta a mostrarse como un gestor eficiente. Sabe que para ganar las elecciones en 2023 es necesario dominar el centro del tablero, por eso evita errores no forzados, mantiene la templanza en todo momento y se diferencia del gobierno nacional en temas clave para su electorado como la seguridad o la educación.
El jefe de gobierno porteño está convencido de que la mejor estrategia para llegar bien posicionado al 2023 es conservar su imagen “anti grieta”, ignorar las provocaciones y no distraerse con temas coyunturales que lo metan en el barro de la política innecesariamente. Las diferentes posturas que coexisten dentro de la coalición de Juntos por el Cambio no le preocupan.
Mientras Larreta recorre las obras de la ciudad de Buenos Aires silbando bajito, los otros aspirantes presidenciales de Juntos por el Cambio intentan diferenciarse como pueden. Aunque algunos le reclaman a Larreta una posición más dura y una actitud más dominante, el jefe de gobierno porteño elige, confiado, mantenerse al margen de las disputas internas. Sabe que tiene ventaja sobre sus competidores y va a hacer todo lo posible para mantenerla.
Facundo Manes, María Eugenia Vidal, Gerardo Morales, Martín Lousteau y Patricia Bullrich son algunos de los dirigentes de la coalición que ya se anotaron para dar pelea en las próximas elecciones. Sin embargo, ninguno quiere desgastarse antes de tiempo.
¿Cómo harán para mantenerse al margen cuando haya que debatir proyectos clave en el Congreso? La experiencia con el impuesto de Bienes Personales sentó un mal precedente e impactó negativamente en su electorado.
Aunque en esa oportunidad el Frente de Todos supo aprovechar la ausencia de liderazgo en la oposición, no está claro que la dispersión sea tan conveniente como parece para el oficialismo. La ausencia de un líder opositor en este momento puede resultar más un problema que una ventaja.
Pese a haber sido la fuerza más votada a nivel nacional en las últimas elecciones legislativas, Juntos por el Cambio se dividió en siete bancadas al interior de su interbloque en la Cámara de Diputados de la Nación. Sin un interlocutor confiable, Sergio Massa, el presidente de la cámara de diputados y Máximo Kirchner, el jefe del bloque oficialista, ¿podrán construir los consensos necesarios para aprobar las leyes que necesita el gobierno?
Alberto Fernández no tendrá excusas en el 2023. Difícilmente el peronismo tenga un candidato más competitivo que él. Si el Presidente no llega en condiciones para aspirar a un segundo mandato, será porque su gobierno fracasó. En ese caso, ningún otro candidato oficialista tendrá posibilidades de ganar.
Pasaron 14 años desde que Mauricio Macri fue electo jefe de gobierno porteño y Cristina Kirchner asumió por primera vez la Presidencia de la Nación. A pesar del tiempo transcurrido y del alto nivel de rechazo que ambos generan en la mayoría de los argentinos, siguen siendo los principales referentes de la política nacional. Macri quiere jugar el segundo tiempo. Cristina tiene que dejar que juegue Alberto.
Las expectativas de la población son bajas porque desconfía de los políticos en general, a quienes percibe más preocupados por conservar o alcanzar posiciones de poder que por resolver los problemas que viene acumulando el país hace décadas. El ranking de preocupaciones de los argentinos se mantiene intacto. La inflación, la falta de oportunidades de progreso, la corrupción, el mal funcionamiento de la justicia y la baja calidad de la educación son los principales problemas. ¿Cambiará algo antes de las próximas elecciones?
Aunque la responsabilidad es compartida, el Frente de Todos tiene la pelota. El gobierno tiene poco más de un año para transformar el rebote de la economía en crecimiento sostenido, el mismo tiempo que le queda a Alberto Fernández para definir un estilo de liderazgo claro que le permita recuperar la credibilidad y los votos perdidos durante los primeros dos años de su mandato.
Visión y conducción son las palabras clave de cara a 2023.