El 27 de octubre de 2010, alrededor de las 9 de la mañana, la noticia de la muerte de Néstor Kirchner conmovió y sumergió en la congoja colectiva al pueblo kirchnerista y desató hipótesis apocalípticas sobre el futuro del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, que venía de perder las elecciones legislativas de 2009 en la provincia de Buenos Aires desgastado por el enfrentamiento con el campo: la Presidenta perdía a su compañero de vida y a su socio político. Un año después, CFK, todavía de luto, reventaba las urnas: 54% y reelección a la bolsa.
Este jueves, el Gobierno confirmó lo que era un secreto a voces: Fabiola Yáñez, la pareja del presidente Alberto Fernández, está embarazada; el jefe de Estado tendrá su segundo hijo o su primera hija.
Como el de Cristina en 2010, el Gobierno está golpeado por una dura derrota electoral, bien reciente, producto de herencias, una pandemia y horrores no forzados, uno de ellos con un hecho de la vida privada de la primera dama como disparador de un escándalo: el festejo de su cumpleaños, en la quinta de Olivos, en plena vigencia de la cuarentena dura.
¿Hubo efecto duelo en 2011?
¿Es posible imaginar un efecto ternura ahora, en las urnas de noviembre?
¿Es comparable la estatura política de CFK con la de Alberto Fernández como para que alguien en la coalición oficialista fantasee con una remontada impulsada por el Presidente?
El Gobierno tiene un problema grande si lo que en definitiva define elecciones es la economía y todo lo demás es viri viri: la actual es una lágrima comparada con la de 2011.