El sábado a la noche, mientras los jugadores saltaban de alegría en el Maracaná, Lionel Messi levantaba la Copa América y el pueblo empezaba a salir a las calles a festejar el triunfo, el secretario ejecutivo de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA), Pablo Toviggino, y el presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa, intercambiaban mensajes para gestionar para el día siguiente una visita del presidente Alberto Fernández al predio de Ezeiza.
Messi y el plantel campeón iban a estar apenas un rato el domingo a la mañana, luego del regreso de Brasil y antes de que cada jugador partiera a sus casas con su familia. Después de 40 días en una burbuja sanitaria, sin ver a nadie presencialmente para evitar contagios de covid, no había mucho margen de tiempo para pautar encuentros.
“Lo esperaron dos horas, pero nunca vino”, cuenta un dirigente para desmentir lo que circuló durante en los primeros días: que Messi y el plantel se habían negado a sacarse una foto con Fernández.
A mitad de semana, quizás porque las especulaciones, editoriales y columnas en potencial ya habían superado el límite de la ficción, el mismo Presidente contó algunos entretelones de la foto que no fue. "Me propusieron ir a Ezeiza e inmediatamente dije que no porque no me parecía oportuno. Había que cuidar los protocolos y yo en eso soy respetuoso”, esbozó como primera razón.
Resultó una verdad a medias, porque incidió más lo que dijo después, casi al pasar, sobre la lectura que se podría haber hecho de esa visita en medio de un clima preelectoral que empieza a calentarse. “Yo nunca me he valido de esas cosas para hacer política. Son jugadores de Argentina y no quiero que nadie interprete que uno se quiere apropiar de eso”, se excusó.
La foto de la victoria
Si Fernández hubiese ido a Ezeiza, se habría encontrado con el presidente de la AFA, Claudio Tapia, a quien intentó eludir en todo este tiempo de idas y vueltas sobre la organización de la Copa América. De hecho, no lo había invitado a la reunión en la que recibió al titular de la Confederación Sudamericana de Fútbol (Conmebol).
Hay quienes aseguran que la foto del Presidente con el técnico Lionel Scaloni, a quien elogió por su “trabajo silencioso” y “sin estridencias”, Messi y el plantel campeón se hará en el corto o mediano plazo, ya sea de manera virtual, como tantas otras cuestiones en este contexto, o en la Casa Rosada o la Quinta de Olivos a fines de agosto, cuando el grupo vuelva a juntarse para las fechas de Eliminatorias.
Cuando eso suceda, los integrantes de la Selección podrán jactarse de haber unido para una foto a Fernández y a Tapia más de un año después.
Para el jefe de la AFA, apuntado y desestabilizado en los últimos meses desde la mismísima quinta presidencial, el triunfo de la Selección tras 28 años de sequía es un argumento que hasta el momento no tenía para validar su gestión al frente de Viamonte 1366.
“Esto nos ayuda, sin dudas, porque consolida una idea de hace dos años que se llamó Proyecto Selecciones y que comenzó con la salida de Sampaoli”, dicen en el tercer piso de la sede de la AFA.
Tonificado por el triunfo deportivo, Tapia sabe que su futuro empezará a quedar más claro en las próximas semanas, cuando la Inspección General de Justicia (IGJ) se expida sobre la validez de la elección virtual realizada en mayo de 2020, que extendía su mandato hasta 2025. La IGJ impugnaría esos comicios, pero nadie sabe qué sucederá después: Tapia sigue teniendo un importante apoyo entre dirigentes, sobre todo de los clubes de Ascenso y de las provincias.
Toviggino, el ladero de Tapia, es clave en ese sentido: cercano a Massa, actúa como puente con gobernadores (Sergio Uñac, de San Juan, y Gerardo Zamora, de Santiago del Estero) y mantiene el dominio del Consejo Federal de la AFA. Históricamente desdeñado por la crema de los clubes grandes y los otros de Primera, el Consejo Federal incluye 223 ligas, 3.500 clubes y más metros cuadrados que los de la Iglesia católica. El poder que otorga es incalculable.
“Chiqui llegó a la AFA haciendo política; ahora tiene que restablecer esas relaciones”, le dice a Letra P una persona que conoce los puentes entre la AFA y las distintas partes del Gobierno.
Para Tapia, esas relaciones políticas para contener la embestida de Marcelo Tinelli y compañía tienen dos líneas: fortalecer su relación con los alter egos de Massa en el fútbol –además de Toviggino, Jorge Amor Ameal, de Boca, y Nicolás Russo, de Lanús– y con el kirchnerismo-camporismo, representado por el gerente de YPF y dirigente de Boca, Santiago Carreras, y con Máximo Kirchner como estación terminal.
Del otro lado, Tinelli y un grupo de dirigentes de clubes de Primera (San Lorenzo, Banfield, Vélez, Argentinos) se ilusionan por los mensajes que desde marzo viene enviando Alberto Fernández. Prometen una rebelión que nunca llega y que la mayoría de los clubes grandes y varios más de Primera no acompañarían en una eventual elección.
Los stickers de WhatsApp con los que resumían el futuro de Tapia –el “game over” de los viejos videojuegos– no se envían hace días: recordaron que, a veces, con resetear la consola alcanzaba para jugar de vuelta.