Pasaron seis años desde aquel grito virtual que se convirtió en el grito popular de miles de mujeres para decir basta a la violencia machista. Basta de amigas, compañeras y hermanas desaparecidas y asesinadas por un sistema que sentencia que nuestras vidas no valen nada.
Aquel día de junio, cobró vida un nuevo movimiento colectivo que se manifestó en las redes y se condensó en las calles bajo el nombre de #NiUnaMenos, símbolo de los reclamos por la violencia de género. Nos unió el terror por la violencia machista pero nos abrazó el amor por la justicia, por la igualdad y por la libertad.
Hoy, lamentablemente, la realidad no es muy distinta. Según los datos de la Oficina de la Mujer de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, durante el 2020, 251 mujeres fueron víctimas directas de femicidio. El 80% de los casos se dieron en contexto de violencia doméstica y el 74% fueron dentro de una vivienda.
¿Qué nos dicen estos números? Que a pesar de las políticas públicas que llevamos adelante desde 2015, aún faltan respuestas integrales a las mujeres que atraviesan situaciones de violencia. Porque está claro que el femicidio es el punto final de una historia que pudo evitarse. ¿Cómo? Con una respuesta ágil de la justicia, con sistemas de información que eviten la peregrinación de las mujeres ante organismos estatales que las revictimizan una y otra vez, con medidas dirigidas a otorgar trabajo y autonomía económica, y con igualdad de oportunidades en todos los ámbitos.
Para pensar una sociedad libre de violencia, hay un camino de desigualdades por las cuales atravesamos y que es necesario revertir. Necesitamos políticas de corto plazo que respondan a la extrema situación sanitaria, económica y social que estamos viviendo por la pandemia del covid-19 y que, sin duda, golpea más fuerte a las mujeres. Un dato contundente: la participación laboral de las mujeres cayó un 45% y casi la mitad de los hogares están bajo la línea de la pobreza.
Pero también debemos consensuar políticas de mediano y largo plazo que impacten en el plano cultural. Medidas sostenibles en el tiempo que deconstruyan los estereotipos de género y las formas de relacionarnos. Según estudios científicos, a los seis años, las niñas comienzan a creer que no son tan inteligentes como los varones. Esta creencia limita sus elecciones a lo largo de la vida.
Vamos a ser libres e iguales cuando exista un sistema integral de cuidados que comprenda una verdadera corresponsabilidad entre varones y mujeres, pero también entre las familias, el Estado, el mercado y la comunidad. Según los datos de INDEC, en siete de cada diez hogares las tareas de cuidado son realizadas principalmente por las mujeres. La pandemia cristalizó una dura realidad: las mujeres sostienen el sistema productivo a costa de sus horas de descanso, ocio, cuidado personal y capacitación. Por un lado, resaltó el valor que tienen los cuidados en una sociedad, pero por otro, lo poco o nada que se paga por ellos. Nivelar la balanza de los cuidados es una política que no admite más dilaciones.
Este año será nuevamente distinto, nos encontraremos de manera virtual, o en la calle pero con distanciamiento y cuidados necesarios, pero estoy segura que nos va encontrar juntas para renovar el grito de #NiUnaMenos #VivasyLibresNosQueremos