Así como decidió alimentar la batalla judicial por las clases presenciales, el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, optó este martes por redoblar la apuesta y desconocer un revés que esperaba. Apenas el juez federal Esteban Furnari dejó sin efecto la decisión de la cámara contenciosa porteña de mantener las escuelas abiertas, el alcalde resolvió ignorar la medida y esperar a que la Corte Suprema concluya la novela. Aprovechará el compás de espera para demostrarle a su electorado que hará "todo lo posible" para evitar las clases virtuales, aunque sea por dos semanas, pero también quiere dejarle en claro al PRO y a sus socios de Juntos por el Cambio que, si es necesario, está dispuesto a alterar la moderación que construyó durante años.
En su entorno se encargaron de aclarar que se trató de una decisión personal, cuando el alcalde porteño siempre recurre a una mesa chica para adoptarlas. En este caso, el mecanismo no fue distinto, pero la diferencia que remarcan en la sede porteña es para diluir la influencia que le adjudican al expresidente Mauricio Macri y a la titular del PRO, Patricia Bullrich, en el endurecimiento de sus posiciones. Larreta ya reconoció públicamente que en estos días mantiene una comunicación más fluida con ambos, pero ahora se encargará de ponerse más al frente de la contienda política y judicial con el Gobierno. Debe hacerlo, admiten en el PRO porteño, porque si retrocede corre el riesgo de que el ala dura lo castigue como venía haciéndolo desde el año pasado. En este momento, hay incógnitas sobre la eficacia de la estrategia para sumar nuevos adherentes a partir de la pelea con la Nación, pero no hay dudas de que ha servido para contener a los propios.
Entre el desconocimiento del fallo de Furnari y la decisión de la Corte queda un camino muy corto. El juez contencioso federal le mandó el expediente al máximo tribunal, que está enfocado en la cuestión de fondo: el planteo de inconstitucionalidad que presentó Rodríguez Larreta contra el DNU. El desenlace es cuestión de días, pero el tironeo fue suficiente para transformar una disputa por dos semanas de clases presenciales en una pelea de impacto nacional. El alcalde eligió subirse como pudo y echó mano a todos sus recursos judiciales y políticos para hacerlo.
El regreso a la zona de confort de la moderación y el acuerdismo será intermitente de ahora en adelante. El alcalde hará equilibrio con sus potenciales contendientes más duros dentro del PRO con la misión de preservar la unidad como principal premisa. En el gobierno porteño repiten como un mantra que está dispuesto a mantener las conversaciones con el presidente Alberto Fernández cuando lo convoquen. Así, dejan la puerta abierta a un eventual encuentro sin fecha. Sin embargo, sin invitaciones de por medio, en la comuna tampoco hay interés por reeditar la escena que marcó la gestión durante la pandemia del año pasado.
La curva de contagios no detiene su marcha ascendente y, de acuerdo a las estimaciones que barajan distintos epidemiólogos, continuará creciendo en forma empinada durante las próximas dos semanas. A eso se suman nuevos casos de docentes enfermos, nuevas muertes y la amarga novedad de niñas y niños hospitalizados con Covid. Con ese contexto sombrío, el impacto positivo que respiran cerca del alcalde durante estas jornadas podría diluirse ante la necesidad imperiosa de aplicar mayores restricciones para evitar que la cantidad de contagios sea aún peor.
Mientras eso no suceda, el reencuentro del "trío pandemia" que integró con el Presidente y el gobernador bonaerense, Axel Kicillof, en 2020 aparecerá remoto. Detrás de las explicaciones oficiales de los funcionarios capitalinos, este portal pudo saber que las opiniones son muy diferentes. "Esa reunión no suma en este momento y tampoco le suma al Presidente", aseguró una alta fuente del macrismo porteño cuya coyuntura está signada por el tironeo entre el sector más duro del partido, que reclama la mayor distancia posible de la Casa Rosada, y el ala dialoguista, que no descarta que se repita la escena tripartita del año pasado.
Aún así, en ambas tribus del oficialismo porteño reconocen en voz baja que no hay condiciones para que esa foto suceda en lo inmediato. Lo único que podría revertir esas reticencias es la curva de contagios, ya que un incremento exponencial de los casos no sólo los uniría por el espanto, sino que diluye las posiciones más extremas dentro del oficialismo porteño y también en Juntos por el Cambio. En el macrismo creen que ese fenómeno también se repetiría en el Frente de Todos.
En tanto ese escenario no llegue, la relojería comunicacional de Rodríguez Larreta no tendrá en el radar la posibilidad de promover un encuentro de este tipo, con la certeza de que tampoco hay interés en la Casa Rosada para concretarlo. Para revertir la carga de la prueba, en el larretismo aseguran que "Alberto se pierde una gran oportunidad", pero no muestran ningún entusiasmo por incentivar una foto pública, aunque sus segundas líneas se mantienen en permanente contacto.