Masculinidad en jaque

La responsabilidad de los varones en la erradicación de la violencia

Cómo incorporarlos a las políticas de género y romper con los silencios y las complicidades. Rosca, cuidados y desigualdad.

Ariel Sánchez tiene sobre sus hombros el peso de trabajar sobre las masculinidades “para la igualdad” como se llama su área (la Dirección de Promoción de Masculinidades para la Igualdad, que depende de la Subsecretaría de Políticas de Género y Diversidad Sexual del Ministerio de Mujeres, Políticas de Género y Diversidad Sexual de la provincia de Buenos Aires) en el territorio más vasto de la Argentina, hasta no hace mucho –y todavía bastante- dominada por los barones del conurbano, un título nobiliario que podría escribirse también con v corta. Sánchez estudió Comunicación en la UBA, es docente en la Facultad de Periodismo y Comunicación Social en la UNLP, integrante del grupo promotor del Instituto de Masculinidades y Cambio Social, y hoy su tarea se divide entre el intercambio con los equipos municipales y provinciales para incorporar nuevas miradas sobre la masculinidad y, sobre todo, con la intención de profundizar en el concepto de masculinidad “como factor de riesgo”.

 

-¿A qué se refiere con la masculinidad como factor de riesgo?

 

-Pensar cómo los mandatos de masculinidad y la reproducción de los mandatos normativos de masculinidad provocan riesgos para otras personas, desde los femicidios y los crímenes de odio hasta las diferentes formas de violencias de género, humillaciones o vulneraciones a derechos. Al mismo tiempo, para quien encarna esos mandatos o quienes son los principales destinatarios de esos mandatos, esta masculinidad también provoca riesgos para su vida, siempre pensándolo en términos relacionales.

 

-¿Por ejemplo?

 

-Los datos duros indican mayores tasas de suicidio, en muertes en accidentes de tránsito, en muertes en peleas por riñas callejeras en varones. Los varones estadísticamente mueren antes. Estamos leyendo esos datos, que a veces se toman en términos objetivos y pasándolos por este tamiz de cuánto de la reproducción de estos mandatos, o dejar de reproducir estos mandatos puede presentar formas de vida que no impliquen riesgo ni para otras personas ni para sí mismos. Se trata de pensar políticas de salud, de tránsito, de trabajo o para la juventud, con perspectiva de género.

 

-¿Hay políticas específicas para trabajar las masculinidades con los miembros de las fuerzas de seguridad denunciados por violencia de género?

 

-Estamos trabajando para que una vez que una persona tiene una denuncia que pasa por Asuntos Internos, es, junto con la Dirección de Género del Ministerio de Seguridad, formar un equipo interdisciplinario para hacer un trabajo más de dispositivo con varones que ejercen violencia por razones de género, y hacer un acompañamiento a esa situación, evaluaciones de riesgo, seguimiento de esa persona, un trabajo más amplio que una capacitación.

 

-¿Qué pasa con las medidas judiciales en estos casos?

 

-Estamos desarrollando, también con los municipios, estrategias no punitivas en el abordaje con los varones que ejercen violencia de género, sin competir con las punitivas. No es una o la otra.

 

-Hace pocos días el Senado aprobó una norma que penaliza el acoso en espacios públicos y varias senadoras citaban un estudio donde se indica que el 100% de las mujeres dice que sufrió acoso en un espacio público y el 100% de los varones dice no haber acosado nunca a ninguna mujer en ningún espacio público. ¿En este trabajo sobre masculinidades se trabaja sobre estos aspectos?

 

-Estamos haciendo ese trabajo con organizaciones políticas y territoriales. Hay un diagnóstico y es que los varones en la actualidad sienten cierta incomodidad o desorientación en sus espacios cotidianos de militancia política, de espacio laboral, escuela o por donde transitan cotidianamente. Y la tendencia es a la negación de percibirse como alguien que ejerce violencia de género, a negar todo eso que se está demandando desde los feminismos y los movimientos de diversidad sexual –“yo no soy ese”- o la reacción inmediatamente violenta o casi paranoica de “me están persiguiendo”. El punto es trabajar sobre esa incomodidad, alojando esta posibilidad de pasar de lo individual a lo colectivo; entender que gran parte de las cosas que hacemos tienen que ver con un funcionamiento social, politizar la categoría de varón.

 

-Que no es politizar a los varones…

 

-No, porque han sido siempre la voz de la política en el escenario público. Hablamos de empezar a politizar su categoría identitaria. Cuánto hay de responsabilidad en la transformación de los vínculos, en la erradicación de la violencia. Los silencios que se dan en grupos de varones, esta invisibilidad: cómo puede ser que nadie se reconozca como acosador. Empezar a desarmar esta naturalidad en la que viven, esta resistencia a verse como dentro de ese entramado de género es parte de las políticas de prevención y promoción.

 

La resistencia

 

-La pandemia puso de manifiesto más que antes la desigualdad en relación con las tareas de cuidado. ¿Qué hay de las políticas en relación con las masculinidades y el cuidado?

 

-En el cuidado está el núcleo duro de la desigualdad, lo que se llama la feminización de la pobreza, con su contracara, que sería la masculinización, muy entre comillas, de la riqueza. Desarmar eso es lo que va a habilitar gran parte de las políticas de igualdad y las trayectorias educativas, pero también laborales de muchas personas en su vida, en su vida cotidiana. Cómo se organizan los horarios, las jerarquías, las proyecciones en las profesiones; todo eso atraviesa gran parte de nuestras vidas y gran parte de las desigualdades económicas. Qué es justicia social sin esa perspectiva de género.

 

-Usted mencionó que se trabaja con organizaciones políticas. ¿Cómo se trabaja el tema de las masculinidades entre los varones de la política?

 

-Cada vez hay más demanda, pero obviamente genera algunas resistencias. Nuestra propuesta es juntarnos a hablar con los varones de la organización en un espacio donde esté habilitado trabajar con esas incomodidades e incertidumbres. Son espacios muy propicios. Todavía no se está trabajando específicamente con funcionarios públicos varones, pero sí hemos trabajado con bastantes espacios políticos de donde vienen muchos de esos funcionarios.

 

-A pesar de las acciones afirmativas como la paridad, los espacios de rosca política siguen siendo mayoritariamente masculinos y masculinizados.

 

-En el trabajo con las organizaciones es importante el tema es responsabilizarse de la acción. Y ahí es donde se da el salto de “yo no soy ese, yo no soy femicida” a pensar cuánto de las lógicas de funcionamiento tienen que ver con las exclusiones y las vulneraciones de muchas compañeras. La rosca es un tema central que llevamos a la discusión: cómo se constituye y cuánto tiene de masculina. Entonces atacás dos temas: la complicidad como socialidad, y el cuidado, la distribución de los tiempos, quién puede estar en una rosca y quién no, quién tiene tiempo para estar en un asado hasta cualquier hora, y quién tiene otras responsabilidades. Ahí es donde se dan los reordenamientos.

 

-¿Cómo son esas conversaciones entre grupos de varones?

 

-No son planteadas como capacitaciones a pesar de que las piden en esos términos porque no me interesa en términos formativos que aprendan a mencionar “heteronormatividad” y qué significa, sino en términos de responsabilización como sujetos políticos. Es ese mismo espacio con otro tema propuesto en una charla entre varones de un espacio militante, que después del fútbol se puede discutir de política nacional. Ahí no hay silencios, sino que todos quieren decir algo. Sin embargo, cuando les proponés hablar de género, inmediatamente hacen silencio. Esa incapacidad de hablar de estos temas es algo que hay que ir destrabando.

 

-Volvemos entonces a la imposibilidad o la resistencia de los varones de reconocerse atravesados por las normas de género.

 

-Pensar que el modo en que uno actuó toda la vida era el modo universal y cada vez que hablaba lo hacía en nombre de la humanidad y no atravesado por jerarquías sexuales y de género -también raciales y de clase- dificulta a veces el trabajo. Es fundamental la incorporación de esos varones en las políticas de género, y que entiendan que pueden ser políticas propias y tienen una responsabilidad.

 

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