El gobernador de Santa Fe, Omar Perotti, ató su presente y su futuro a su ministro de Seguridad, Marcelo Sain. El rafaelino prometió en campaña “paz y orden”, pero la violencia desatada, sobre todo en las calles de Rosario, le impide estar a la altura de su eslogan. Encima, el criminólogo tensa al extremo con la oposición y, sobre todo, rompe vínculos hacia dentro del peronismo.
Dos motivos, por sobre todas las cosas, le dieron la victoria a Perotti en 2019: el fracaso del Frente Progresista en términos de seguridad y la construcción de la llamada "unidad en la diversidad" justicialista. Todos adentro, nadie afuera.
Sin embargo, aquel armado sólido, sin fisuras, hoy tiene más de una grieta y, si bien emergen de las entrañas del PJ reproches para el estilo de conducción del gobernador, la figura de Sain siempre ha estado en el centro de la bronca. Off the record y cada vez más on the record. Por la cantidad de homicidios en la provincia, pero también por la sucesión de errores políticos no forzados.
Sain rechazó la invitación que le formuló la Comisión de Seguridad de la Cámara de Diputados para que brindara explicaciones sobre su política de seguridad en la provincia. Adujo que debía ser pública y con presencia de la prensa, pero los legisladores y las legisladoras lo impugnaron. Nadie gana en el juego, la balanza no se tuerce para ninguno de los dos lados. Con la escalada de violencia que impera, el peronismo que gobierna no pueda darse el lujo de prestarse a la chicana.
Al PJ le costó mucho superar a Antonio Bonfatti en las elecciones de 2019. Perotti lo aventajó por cuatro puntos y un armado de orfebre, pero en poco tiempo todo aquello que lució se empieza a embarrar. Sain arrancó la semana fustigando a la dirigencia peronista de la ciudad de Santa Fe. "No veo militantes peronistas en la calle trabajando con la pandemia y con la pobreza, como sí se los ve en el Gran Buenos Aires”, soltó el ministro en una entrevista a Aire. Una, otra, de tantas.
El funcionario tiene la banca inexpugnable de Perotti, pero suma malestares de otras tribus y dirigentes. No solo es el senador Armando Traferri, apuntado por el criminólogo desde el día cero, quien lo fustiga en público.
El presidente de bloque del PJ en Diputados, Leandro Busatto, salió a bancar al ministro en su decisión de no ir a la Legislatura, pero, unas horas después, uno de los integrantes de dicha bancada, Luis Rubeo, pidió un “recambio” en el ministerio caliente. Busatto es el jefe del bloque, no tenía otra alternativa que respaldar la movida y tiene apetencias electorales, pero Rubeo no tiene compromisos y cree, efectivamente, que la gestión de Sain “no encontró el rumbo”. La vicegobernadora Alejandra Rodenas también es, en reserva, una de las mayores críticas del funcionario.
En un año electoral, Perotti depende de la gestión del presidente Alberto Fernández y de sostener la bendita unidad en la diversidad, pero Sain, a su modo, atenta contra eso. La inseguridad es la principal preocupación de la sociedad santafesina. Apabulla en todas las encuestas. No da para jugar con el fierro caliente.
Perotti se jugó a fondo con Sain, lo ungió. Lo convirtió en su ministro político. Los ingresos de Roberto Sukerman y Marcos Corach a la primera línea del gabinete le dieron aire y una vocería de combate que la Casa Gris no tenía, pero pasaron un par de semanas y Sain volvió a marcar la agenda y los tiempos de gobierno. No hay ganancia por ahí.