Según el primer boletín informativo, con el 90,21% de los votos escrutados, el chavismo logró consolidarse en las elecciones regionales ante una oposición que nuevamente pagó los costos de presentarse desunida. Con una participación del 41,8%, según el Consejo Nacional Electoral (CNE), el sello electoral del oficialismo, el Gran Polo Patriótico, logró imponerse en 20 de los 23 departamentos (estados) que estaban en disputa y en la capital, Caracas, mientras que las fuerzas rivales se alzaron con la victoria en Cojedes, Nueva Esparta y Zulia.
De esta manera, el mapa nacional no se modifica mucho con relación a las elecciones subnacionales de 2017, cuando el grueso de la oposición más dura decidió no participar y solo se presentaron partidos pequeños. El chavismo recuperó los departamentos de Anzoátegui, de la mano de Luis José Marcano, con el 45,95% de los votos; Táchira, gracias al 41% de Freddy Bernal; y Mérida, con el 40,4% de Jehenson Guzmán. Además, retuvo Miranda, que en la previa aparecía como uno de los más peleados, con la candidatura de una de sus principales figuras, Héctor Rodríguez, que consiguió el 48,19% de los votos.
Por su parte, la oposición retuvo el poder en Zulia, el departamento más poblado del país y que históricamente ha sido adverso al chavismo, con el sello de la Mesa de Unidad Democrática (MUD) y la candidatura de Manuel Rosales, que llegó al 56,9%. Lo mismo hizo en la turística Nueva Esparta, pero por las banderas de Fuerza Vecinal, que llevó como candidato a Morel Rodríguez y alcanzó el 42,56%. En el estado central de Cojedes fue la MUD la que ganó, con el 48,5% de José Alberto Galindez.
Con este escenario, el chavismo tiene motivos para sonreír ,aunque también para preocuparse de cara al futuro. La alegría parte, por un lado, de observar el reparto de los cargos y la nueva distribución del poder territorial, donde tendrá una clara y contundente mayoría en una competencia que contó con los partidos más duros de la oposición; y, por el otro, de haber alcanzado una participación ciudadana tolerable que arañó los 42 puntos (en Chile este mismo domingo en la primera vuelta presidencial votó el 47% del padrón). Como contracara, la preocupación parte de analizar los casi diez puntos de diferencia que el total de la oposición le sacó a nivel nacional y que le hubieran permitido (o le permitirán en el futuro) mejorar sus presentaciones electorales. A pesar de que todavía falta mucho para las presidenciales de 2024 y que las dinámicas electorales subnacionales no son las mismas que las generales, el oficialismo deberá tomar dimensión de esta distribución ante una oposición que promete volver al juego electoral.
La alegría chavista podrá crecer o decrecer en las próximas horas cuando las misiones de observaciones internacionales presenten sus informes finales sobre la jornada electoral para determinar si los comicios contarán o no con el reconocimiento de la comunidad internacional, especialmente de la Unión Europea (UE), que contó con delegados por primera vez en 15 años. A pesar de que durante el domingo no se reportaron denuncias importantes y de que el presidente del CNE, Pedro Calzadilla, manifestó que la jornada “transcurrió en paz, sin hechos notables que desmeriten la fortaleza de este proceso”, serán los comunicados finales de la UE, el Centro Carter y la Organización de las Naciones Unidas (ONU) los que traccionen el reconocimiento o el desconocimiento internacional. El oficialismo llegó al domingo con la intención de renovar su rostro ante el mundo y lograr espacios de acuerdo que permitan desmontar algunas de las sanciones económicas que golpean con fuerza en la ya de por sí alicaída economía caribeña. Un visto bueno, especialmente de la UE, le podría generar importantes consecuencias positivas y ayudar a encuadrar el marco político y electoral del país de cara a una solución negociada de la crisis.
La oposición volvió a observar que si desea ser competitiva a nivel electoral, deberá superar las diferencias y alcanzar principios de acuerdos básicos que le permitan presentarse unida , como lo hizo en las elecciones legislativas de 2015, cuando superó al chavismo y conquistó la mayoría de la Asamblea Nacional. Hasta el cierre de esta nota, sus principales líderes no se habían manifestado con contundencia, pero el exgobernador de Miranda y principal impulsor de la presentación opositora en estos comicios, Henrique Capriles, replicó un claro mensaje en Twitter: “La oposición unida hubiese ganado 10 gobernaciones. Los números son claros”. Sus fuerzas internas dirimirán en los próximos días si los pases de factura profundizan sus diferencias o si logran superarlos para brindar las disputas políticas y legales desde las instancias de poder conquistadas.
La noche de este domingo Maduro llamó a “ganadores y no ganadores” a “respetar los resultados” al convocar a un “diálogo político” y a la “reunificación nacional”. “Solo por la vía del diálogo, del respeto constitucional se puede avanzar”, aseguró el mandatario al replicar una convocatoria muchas veces hecha y pocas veces desarrollada. A la vez, y del otro lado de la moneda, rechazó la posibilidad de retomar el diálogo con la oposición en México al asegurar que “no hay condiciones para instalarlo”, luego de la detención del empresario chavista Alex Saab en Florida, quien está acusado de ser su testaferro.
Los resultados del domingo son una buena oportunidad para reimpulsar los necesarios procesos pacíficos para alcanzar una solución a la crisis nacional, pero nada garantiza que ello vaya a ocurrir. Los enredos en la política venezolana son comunes hacia ambos lados de la pared e incluso hacia el exterior de sus fronteras, pero por primera vez en cuatro años las principales fuerzas políticas se dirimieron electoralmente. La oportunidad para avanzar no es la mejor, pero desperdiciarla no será la mejor opción.