NEGOCIACIÓN POR VENEZUELA

Disputas económicas y derechos humanos ponen en crisis el diálogo venezolano

Las tratativas se enfrían al abordarse los temas más importantes. Las conversaciones seguirán, pero no hay fecha confirmada y persiste el temor a un colapso.

Con un sabor semiamargo, finalizó este lunes la segunda ronda de diálogo entre el gobierno chavista de Nicolás Maduro y los distintos sectores de la oposición. Por un lado, el optimismo de la voluntad permitió a las partes alcanzar algunos lavados puntos de entendimiento –lo que da continuidad al proceso–, pero, por el otro, el pesimismo de la realidad marcó la fragilidad de esas negociaciones y reflotó la posibilidad siempre latente de su interrupción. A pesar de lo lejos que aparece por el momento un acuerdo final, las partes abandonaron México con una certeza: los contactos serán muy difíciles, pero continuarán.

 

El escueto comunicado leído por el coordinador de la mesa, el noruego Dag Nylander, al finalizar la ronda fue una muestra de la tensión que existió el fin de semana. Las partes únicamente “acercaron posiciones en la búsqueda de soluciones a los desafíos en materia social, económica y política”, acordaron realizar consultas con diversos actores nacionales e internacionales, coincidieron en la “necesidad de asegurar un enfoque de género” y rechazaron la violencia xenófoba registrada en Chile, donde una multitud atacó un campamento de familias venezolanas que migraron a raíz de la crisis. Fue poco para un país que necesita soluciones y acuerdos rápidos para superar su peor momento histórico.

 

Las negociaciones comenzaron con el pie izquierdo luego de que la delegación chavista llegara, como forma de protesta, un día tarde a la cita. El motivo fue que la primera ministra de Noruega –el país mediador–, Erna Solberg, denunció en la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) “la reducción de la democracia y la falta de respeto a los derechos humanos” en el país. El coordinador Nylander debió salir a reafirmar la “estricta imparcialidad” del reino para que Caracas diera por cerrado el asunto y volviera a participar. La tardanza del viernes, que desperdició un tiempo que no sobra, reafirmó una peligrosa certeza: un paso en falso podría tirar por la borda un posible acuerdo final porque, como dice el memorándum de negociaciones, “nada está acordado hasta que todo lo esté”. 

 

Además, el chavismo llegó con pancartas con la cara de Álex Saab y la leyenda #FreeAlexSaab, es decir, "liberen a Alex". Fue en el marco de la campaña que emprende a favor del empresario colombiano y operador económico en las sombras del chavismo, quien está detenido desde junio de 2020 en Cabo Verde a la espera de ser extraditado a Estados Unidos, donde está acusado de haber lavado 350 millones de dólares para el gobierno venezolano y de diversos hechos de corrupción.

 

A pesar de que ha sido una figura de bajo perfil, su poder es, según las causas en su contra, de los más altos del oficialismo. La intranquilidad que genera en el Palacio de Miraflores su posible llegada a Washington hizo que, primero, Maduro lo haya nombrado “embajador plenipotenciario” ante la Unión Africana y, segundo, integrante de su comitiva negociadora. Fueron jugadas que buscaron darle inmunidad y que generaron resquemor en México, porque la oposición venezolana rechazaba de plano su presencia. El oficialismo sostiene que, si Freddy Guevara, acusado de terrorismo en Venezuela, es miembro de la delegación opositora, Saab podría serlo de la oficialista. En el fondo, el chavismo no está dispuesto a abandonar a uno de sus servidores más fieles e importantes, por lo cual el diálogo enfrentará otro escollo en el futuro.

 

Además, el contexto nacional está atravesado por lo que pueda ocurrir con una de las empresas nacionales más importantes y codiciadas por la política: Monómeros, una filial de la petrolera PDVSA, dedicada a la producción de fertilizantes radicada en Colombia. Como varias compañías nacionales, en 2019, cuando Juan Guaidó se autoproclamó presidente interino, quedó bajo su poder en lo que el chavismo definió como un “robo” de patrimonio nacional. Desde entonces, existió una serie de denuncias de corrupción en contra de los encargados de su manejo, designados por el propio Guaidó, que se agravaron en las últimas semanas luego de que la Superintendencia de Sociedades de Colombia la interviniera por haber incumplido los protocolos de transparencia. La posibilidad latente de que Bogotá se quede con la planta hizo, por un lado, que el chavismo profundizara sus demandas por recuperarla y por el levantamiento de las sanciones internacionales; por el otro, que la oposición muestre nuevas fisuras a partir de la decisión de Primero Justicia, partido del excandidato a presidente Henrique Capriles, de “no participar más en los espacios que atiendan la materia referida a los activos en el exterior”. Nuevamente Guaidó recibe fuego chavista y opositor de forma simultánea y sufre nuevo desprestigio.

 

Este contexto intervino con fuerza en México, porque las negociaciones no son ajenas al día a día. El hecho de que el comunicado final lo haya leído Dag Nylander y no los representantes venezolanos, junto a la timidez de los anuncios, demuestra que la ronda fue más difícil que la primera. En la previa se esperaba que negociaran el “respeto del Estado de derecho” y la “protección de la economía nacional”, los dos temas principales para la oposición y el gobierno, respectivamente, pero las diferencias fueron más fuertes y los pactos se centraron, de nuevo, en asuntos más lavados y fáciles de acordar. De todas maneras, el sabor no es completamente amargo, porque todavía hay espacio para volver a Caracas con una satisfacción. No será la más grande ni será la deseada, pero la dificultad para llegar a buen puerto se conocía de antemano y el diálogo, todavía sin fecha futura confirmada, se mantiene en pie.

 

“Seguimos avanzando hacia un paz permanente, estable y profunda”, dijo Maduro luego de conocer los avances. El diálogo progresa y no es poco, pero la crisis es muy profunda y se acerca la hora de enfrentar las discusiones más difíciles e importantes para alcanzar las soluciones esperadas.

 

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