Una piedra en el zapato de un devoto. A menos de un mes de una elección legislativa que lo puede colocar en la grilla de presidenciables para 2023, Horacio Rodríguez Larreta no logra calmar el descontento de sectores católicos por dos hechos vandálicos que, aseguran, las autoridades porteñas debieron prevenir y, sobre todo, por dos expresiones culturales en escenarios de Buenos Aires que fueron consideradas agraviantes para las creencias religiosas.
El golpe tomó desprevenido al jefe comunal durante una gira por Estados Unidos, donde se reunió con líderes políticos e inversores, y lo obligó a cambiar de estrategia en medio de la campaña electoral de Juntos: el sermón público llegaba desde la Iglesia, con cuyas autoridades Larreta, un reconocido practicante católico, convive armoniosamente y sin demasiados sobresaltos, a excepción de su negativa -aun con lobby celeste de su exesposa, Bárbara Diez- a vetar el protocolo de Interrupción Legal del Embarazo (ILE) en la Ciudad.
Poco le sirvió al alcalde porteño enviar a su director general de Entidades y Cultos, Federico Pugliese, a intentar calmar las aguas del descontento de un grupo de curas por la adaptación libre del oratorio “Theodora”, de Haendel, en el Teatro Colón, y que el funcionario saliera a decir que las relaciones de la comuna con el arzobispado de Buenos Aires, que comanda el cardenal Mario Poli, seguían en su cauce de diálogo, autonomía y mutua cooperación.
La polémica fue creciendo. Abucheos a la actriz Mercedes Morán durante la presentación de la obra, quejas formales ante el INADI y la Defensoría del Pueblo de la Ciudad, un pedido de la Corporación de Abogados Católicos para que el secretario de Cultura, Enrique Avogadro, renuncie, y la no deseada nacionalización del tema, con la intervención de la Conferencia Episcopal Argentina a través de un duro comunicado denunciando que “se bastardearon y blasfemaron la fe y la religiosidad” y lamentando que la presentación fuera en una sala que es “ícono de la cultura de la Ciudad”. También, con un pedido a las autoridades porteñas para que se respeten los "símbolos sagrados" de todas las religiones del mismo modo que se respeta y defiende “la libre expresión de los artistas”.
Lo que descolocó de sus asientos a los larretistas de la Casa de la Ciudad en Parque Patricios fue el planteo directo contra Larreta de la cada vez más influyente Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa (ACDE), que preside Gonzalo Tanoira, y tiene socias y socios aportantes de la campaña.
En una carta pública, tras otras dos privadas, la corporación empresaria enumera "ataques a la fe" recientes como las pintadas en el frente de la catedral metropolitana en ocasión de una marcha contra el gatillo fácil o la profanación de la sede de la Eparquía Maronita, a cuya misa de desagravio asistió el jefe de Gabinete, Juan Manzur; dos hechos que, advierte, “debieron haber sido evitados por la seguridad pública” porteña.
Tras quejarse por expresiones artísticas que evalúa “denigrantes para los creyentes”, como la exhibición de una muestra de arte en el Centro Cultural Recoleta o la libre interpretación de una obra de Haendel en el Teatro Colón, ACDE apunta de lleno a Larreta: “No está claro el motivo por el cual permite a Avogadro que se burle de esa manera de quienes somos creyentes. Lo que tenemos claro los cristianos es que no soportaremos más esta clase de agresiones. Mucho menos cuando se paguen o, peor aun, se promuevan con el dinero que nos fue recaudado por medio de los impuestos”.
En un párrafo final, la asociación empresarial cristiana interpela al mandatario porteño: “Cumpla con el cometido para el que fue elegido de brindar seguridad y garantizar el respeto que corresponde a todos y a cada uno de sus ciudadanos”.
Además del embate de empresas, organizaciones y personas de fe católica, Larreta soporta por estas horas preelectorales el cuestionamiento de personalidades de la cultura, actrices y actores, y entidades artísticas que perciben que el jefe comunal “le hace el juego a la Iglesia” y es permisible a lo que interpretan como “una moción de censura institucional”.