LA DEUDA

No será magia: los desafíos de la nueva Argentina tras la gracia 2021-2025

Alivio inmediato y más margen para atender necesidades sociales y económicas. El futuro exige resolver problemas de fondo. Tres retos: crecer, crecer y crecer.

 

Fuente: Ministerio de Economía.

 

 

El jefe de Estado completó su parte con un acto adicional: doblar convenientemente el papel en las barras de 2025, año eje en el que la deuda vieja, macrista, que arrancaba bien arriba en 2020, descendía hasta allí –para luego volver a subir–, y en el que la nueva y peronista se empina desde entonces. En rigor, la segunda curva es más suave que la primera, reflejo de la quita lograda de 45% de valor presente neto (VPN, monto actual hipotético de un flujo de dinero que surge del descuento del costo de oportunidad de recibir los pagos a lo largo del tiempo), unos 37.700 millones de dólares hasta 2030. 

 

 

 

Dado que los tenedores de bonos en dólares bajo ley local no serán el pato de la boda, como temió en algún momento el mercado, y como se les aplicarán las mismas condiciones que a los grandes fondos extranjeros, el ahorro será de “42.500 millones de dólares para los próximos cinco años”, según destacó Guzmán en su presentación del martes a la tarde.

 

 

 

El gráfico mencionado, rico en conclusiones, contiene también las claves de la tarea para el hogar que le aguarda al Gobierno. Los pagos ahora comprometidos entre 2025 y 2030 oscilan en los 7.000 y los 9.000 millones de dólares anuales, cifras no demasiado alejadas de las que se han despejado para el corto plazo. Para hacer frente a esos pagos, la Argentina deberá, llegada esa instancia, refinanciar los vencimientos con nuevas emisiones a tasas de interés razonables o bien contar con un excedente de recursos en divisas duras que le permita realizar cancelaciones totales.

 

Leandro Ziccarelli, director del Departamento de Research del  Instituto de Capacitación Bursátil (ICB), le dijo a Letra P que, “en lo financiero, después de esta condición necesaria pero no suficiente, el Gobierno deberá tratar de ir hacia un mercado de bonos más normal, eliminando los parking (N.del R.: plazos mínimos de retención de títulos antes de su venta), para poder volver a financiarse en los mercados internacionales en el futuro”.

 

 

Ya sea para cancelar el total de los vencimientos mediatos como para refinanciarlos, el país deberá haber mejorado sensiblemente para entonces su desempleo macroeconómico.

 

 

“Los acreedores estuvieron más generosos de lo que me imaginaba al principio de esta película, pero el canje no soluciona el problema de solvencia de la Argentina, porque la relación deuda-PBI prácticamente no cambia. Los bonos del (grupo) Exchange, es decir los del canje de 2005, no tendrán ninguna quita de capital y los bonos emitidos en el gobierno de Mauricio Macri tendrán una de apenas el 3%”, explicó.

 

Ya sea para cancelar el total de los vencimientos mediatos como para refinanciarlos, el país deberá haber mejorado sensiblemente para entonces su desempleo macroeconómico, haber incrementado sus exportaciones, estabilizado el dólar, moderado de modo drástico –por lo menos– los controles cambiarios y, por encima de todo, haber crecido lo suficiente como para que los 8.500 millones de dólares de 2030 le resulten más livianos que los cerca de 10.000 que, hasta hoy, tenía comprometidos para 2021 y 2022. Más claramente: para ese momento y a los efectos de no volver a defaultear, deberá haber iniciado –menuda tarea– el camino al desarrollo.

 

La tasa promedio de la deuda vieja del 7% anual en dólares será reemplazada por una del 3,07%.

Se sabe que Guzmán fue una apuesta personal de Fernández, pero que también fue adoptado casi como hombre propio por la vicepresidenta Cristina Kirchner. El economista de la Universidad de Columbia llegó con un plan de renegociación bajo el brazo que coincidía con la idea que, tiempo antes, tenía en mente CFK: la Argentina de 2020 no sería la de 2005 y las condiciones para una quita nominal como la negociada por Néstor Kirchner y Roberto Lavagna ya no estaban presentes. A comienzos de junio del año pasado, cuando Fernández acababa de ser designado cabeza de fórmula del Frente de Todos, Letra P señalaba que, para ella, “tal vez la solución esté simplemente en negociar una extensión suficiente de los plazos de pago”.

 

Dicho y hecho, aunque quita hubo, camuflada detrás de la tasa de interés, una idea menos épica y vendible en lo político que la nominal, pero menos lesiva para los acreedores y también efectiva. Así, la tasa promedio de la deuda vieja del 7% anual en dólares será reemplazada por una del 3,07%. 

 

El Gobierno puede ufanarse de haber cumplido con su compromiso público de no incrementar su última oferta económica. Sin embargo, el VPN ofrecido de 53,5 centavos por dólar se convirtió en uno de 54,8, lo que implicó casi partir la diferencia con los 56 o 56,5 reclamados por los fondos extranjeros. ¿Cómo se logró el prodigio?

 

 

 

Básicamente, a través del anticipo de pagos de capital e intereses. El tiempo es dinero.

 

Así las cosas, los títulos nuevos que se emitirán para reconocer intereses caídos y en concepto de premio por consentimiento temprano empezarán a pagarse en enero de 2025 y vencerán en julio de 2029.

 

La estructura de la deuda nueva continúa con papeles con vencimiento en 2030 –en dólares y en euros–, pagaderos a partir de julio de 2024. Finalmente, los bonos en dólares y en euros con vencimiento en 2038 empezarán a amortizarse en julio de 2027.

 

 

 

“Todo esto que nosotros hemos dejado de pagar es dinero que podemos destinar a la inversión y el desarrollo”, dijo el Presidente el martes a la noche en la entrevista con el canal C5N aludida más arriba. En rigor, esa es una verdad relativa, dado que el ahorro más inmediato corresponde a dinero con el que la Argentina no cuenta y que, por ende, no puede destinarse a ningún fin. Ahora bien, si el país retomara el crecimiento y volviera a generar riqueza, en esa instancia sí podría afirmarse que, en lugar de pagar tasas exorbitantes a los bonistas, los recursos se destinarían al desarrollo productivo y social.

 

 

 

En diálogo con este medio, el economista Gustavo Reija señaló al respecto que “el acuerdo es una excelente noticia para la economía de nuestro país, ya que despeja una de las trabas a la salida de la pospandemia y abre una ventana de oportunidad para la generación de políticas públicas que permitan afrontar los exigentes desafíos futuros”.

 

El pacto “debe ser visto como un objetivo instrumental que permitirá avanzar en la definición de políticas orientadas al logro de las metas de desarrollo económico con inclusión y equidad. No desaprovechar esta nueva oportunidad es clave para regenerar la confianza y alentar la esperanza de un 2021 con crecimiento”, añadió.

 

Si una riqueza tiene la Argentina, es la de las oportunidades perdidas. “Es clave que las autoridades entiendan que el acuerdo es un punto de partida, no uno de llegada. De acuerdo con lo que dijo en su última conferencia de prensa, el ministro Guzmán parece tener eso en claro”, dijo Reija.

 

“No desaprovechar esta nueva oportunidad es clave para regenerar la confianza y alentar la esperanza de un 2021 con crecimiento”, completó.

 

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