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La postpandemia ya llegó

Las agendas mediáticas son el resultado de un intenso proceso productivo. El temario que los medios de comunicación ofrecen a la discusión pública, lejos de ser el reflejo de una realidad exterior que lo moldea, es el producto de un triángulo de tensiones del que depende la construcción de la noticia. Si en el primer vértice de ese triángulo imaginario se ubican las empresas mediáticas y a los periodistas, en el segundo no es posible obviar a los públicos -o usuarios-, quienes, a través de sus demandas y expectativas, presionan sobre la oferta de contenidos. Por último, en el tercero se sitúan las elites políticas: con pandemias o sin ellas, un importante volumen de lo que se publica está relacionado con sus decisiones y declaraciones, así como buena parte de lo que estas deciden o declaran está pensado, justamente, para que se publique.

 

Transcurridas 23 semanas de la decisión del Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio y a pesar de que todo parece indicar que la Argentina transita algún lugar de la cumbre cercano al pico de la pandemia, la presencia del coronavirus en los medios toca su nivel mínimo. Al menos dos conclusiones pueden extraerse de ese dato, provisto por el Observatorio de Medios de la UNCuyo. La primera es que, pese a lo que podría esperarse, no existe relación directa entre cantidad de enfermos, fallecidos y presencia del tema en los medios. La segunda: por diferentes motivos, los tres actores centrales del triángulo de la noticiabilidad parecen haber decidido que ya es hora de la postpandemia.

 

 

Si se analiza la evolución de las agendas es posible advertir que, luego de meses en los que el COVID-19 constituyó un monotema, algunos otros asuntos recuperaron sus lugares habituales. El incremento de noticias policiales y deportivas, traccionadas estas últimas por el affaire Messi, son prueba de ello y de que, como señaló Letra P, bajó el interés de los lectores sobre la pandemia. 

 

En tanto, la discusión política y económica comenzó a independizarse del virus por iniciativas del propio Poder Ejecutivo. La fallida expropiación de Vicentín, sumada a la reestructuración de la deuda, constituyeron los dos primeros hitos mediante los cuales el Gobierno decidió instalar en la discusión mediática y pública otros temas. Sin embargo, sus experimentos para recuperar la iniciativa le permitieron a la oposición subir al ring, al calor del fogoneo de la grieta.

 

Las últimas semanas, cargadas de nuevas decisiones de política pública, pusieron a la polarización en niveles máximos. El DNU 690, mediante el cual el Gobierno decidió declarar servicios públicos a las prestaciones de telefonía celular, internet y TV de pago, marcó otro punto de quiebre. Asimismo, el tratamiento y aprobación en el Senado del proyecto oficialista de reforma judicial acaparó la atención mediática, aunque a partir de encuadres muy alejados de los mejores sueños gubernamentales, porque los medios más leídos del área metropolitana convirtieron la iniciativa en metonimia de uno de sus temas preferidos: la “corrupción”, que, en esas usinas informativas, suele ser siempre y sólo “K”.

 

 

La construcción discursiva de una postpandemia prematura funciona, tal vez, como laboratorio de lo que vendrá cuando el covid-19 haya sido dejado atrás. La motorización de nuevas políticas pone al Ejecutivo y a sus funcionarios en el centro de la escena. Allí, si bien el Gobierno se muestra efectivo en la promoción de asuntos para la discusión pública, suele fallar a la hora de que esos temas sean encuadrados del modo que lo desea. Quizás aquel “Me equivoqué con Vicentín, porque pensé que iban a salir todos a festejar” sea la muestra de una inquietante realidad. Así como nadie podría negarle al Frente de Todos una buena dosis de influencia temática sobre las agendas, Vicentín, la reforma judicial o la política tendiente a democratizar el acceso a las tecnologías de la información y la comunicación fueron encuadrados mediáticamente como la prueba cabal del irrefrenable tránsito argentino hacia una ya polisémica “Venezuela”.
Como se dijo, la arena mediática expresa un proceso de tensiones. Allí, políticos, medios y públicos juegan. Promediando los seis meses del covid-19, la tematización de las agendas muestra signos de recuperación de una heterogeneidad que había perdido. Atrás, como telón de fondo, aparece la evidencia de que los niveles más altos de enfermos y muertos pueden no coincidir con la mayor noticiabilidad de una pandemia.

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