El Gobierno enterró, por el momento, el debate interno sobre un endurecimiento del cepo cambiario a través de una reducción o un condicionamiento todavía mayores del cupo de compra de 200 dólares mensuales para las personas físicas. Sin embargo, este martes comenzará un nuevo mes y, con él, la avalancha de operaciones de unos cuatro millones de argentinos con esa capacidad de ahorro, lo que volverá a poner en tensión las reservas en poder del Banco Central y hará renacer la polémica: ¿qué se puede hacer con esa tendencia insustentable en el mediano plazo?
En los últimos meses, dichas compras terminaron dando cuenta de más de la mitad del superávit fiscal, como ocurrió en junio, con compras por unos 800 millones de dólares frente a un saldo de exportaciones e importaciones de 1.484 millones. El problema es que la temporada alta de la soja terminó, lo que hará todavía más acuciante esa presión en términos relativos.
Fuente: Christian Buteler.
Tanto el ministro de Economía, Martín Guzmán, como el titular del Central, Miguel Ángel Pesce, coinciden en que apretar más el cepo enviaría una mala señal al mercado, que dispararía las cotizaciones paralelas y, con esto, las expectativas de devaluación, generando un círculo vicioso. La apuesta de ambos es que el anuncio de este lunes sobre el nivel de adhesión de los tenedores de bonos emitidos bajo ley internacional sea tan impactante que permita contener la presión contra el peso. A ese anuncio se sumará, en los días siguientes, el de los acreedores de títulos lanzados bajo ley argentina, que será igualmente masivo.
Sin embargo, el anuncio del acuerdo por el canje a principios de agosto tuvo un efecto efímero sobre el mercado cambiario y los tipos de cambio paralelos retomaron rápidamente la tendencia al alza. Da la impresión de que el debate oficial sobre el futuro del dólar puede demorarse, pero no cancelarse.
En ese sentido, volvió a instalarse entre ciertos analistas y en un sector del Gobierno la idea de avanzar hacia un desdoblamiento formal del mercado, más allá de que hoy lo esté de hecho, con un dólar oficial que rige para el comercio exterior y variantes paralelas a través de las que se canaliza el grueso del atesoramiento. Un desdoblamiento oficializado permitiría convertir el segmento libre (desde los dólares “contado con liquidación”, CCL, y el “dólar bolsa” o MEP hasta el blue) en un nuevo tipo de cambio financiero, evidentemente más elevado que el primero. De la mano de eso, según los defensores de la iniciativa, el Banco Central podría tener más incidencia en su cotización, la oferta se haría más fluida y el ingreso de eventuales inversiones no encontraría el escollo de tener que liquidarse, como ahora, a menos de 80 pesos. En tanto, las maniobras fraudulentas como la subfacturación de exportaciones o la sobrefacturación de importaciones, modos espurios que encuentran algunos para hacerse con más divisas oficiales que las debidas, son propias de todos los esquemas de control de cambios, con o sin desdoblamiento formal.
Miguel Pesce cree que no hay razones para tocar el tipo de oficial más allá de lo que ya se hace, con minidevaluaciones diarias.
La idea, con todo, no parece precisamente salir del Banco Central, donde se estima que desdoblar el mercado cambiario significaría consolidar una brecha muy alta, como la actual, entre los paralelos y el oficial –superior al 60%– y, con eso, una apuesta permanente a una revaluación del último.
Pesce salió en los últimos días a decir públicamente lo que hasta entonces manifestaba en privado: no hay razones para tocar el tipo de oficial más allá de lo que ya se hace, con minidevaluaciones diarias. En la autoridad monetaria confían en el efecto distensivo de la normalización de la deuda y afirman que, pasado el canje de los bonos viejos por los nuevos, tendrán entre 13.500 y 15.000 millones de dólares para incidir, vía mercado financiero, en la cotización de los tipos de cambio paralelos legales. Eso significa margen para esperar que llegue la calma.
Esas minidevaluaciones están destinadas a evitar que el tipo de cambio oficial se atrase, lo que busca mantener los incentivos a exportar y a encarecer lo suficiente las importaciones. Así, en lo que va del año, el dólar mayorista avanzó 23,5% más que la inflación, del 15,8% hasta julio, según el INDEC.
Fuente: Rava Bursátil.
En las últimas semanas, si se toman los tipos de cambio paralelos pero legales –el CCL y el MEP– la se achicó desde el 80% al que había llegado. Eso es efecto de la inmovilización de los bonos de deuda emitidos bajo ley local que se utilizaban como vehículo para dicha operaciones, consistentes en la compra de los mismos en pesos y su venta en billetes verdes. Los mismos no cotizarán hasta ser canjeados por nuevos instrumentos, lo que se concretaría en la segunda semana de septiembre.
Fuente: Rava Bursátil.
Esa baja artificial, en tanto, no alcanzó al mercado del blue, que cedió muy poco la semana pasada y cotizaba en la apertura de este lunes a $135. Sin embargo, las compras de los 200 dólares esperadas en los próximos días también podrían incidir en una baja del dólar ilegal debido a la afición de cerca de la mitad de esos ahorristas por el “puré”: el envío de esas divisas desde las arcas del Banco Central al mercado negro, incluso con el pago del impuesto país mediante, deja una ganancia inmediata de unos $6.000.
He ahí el dilema del dólar. No puede decirse que su cotización se esté atrasando, pero la voracidad de quienes pueden darse el lujo de ahorrar no le permite al Gobierno apagar el principal peligro que presenta el frente económico: la expectativa de una megadevaluación, atizada por la escasez de reservas para ponerle coto a las presiones.