Una de las críticas más persistentes a la inserción económica de la Argentina en el mundo se vincula con el tipo de capitales que se arriman a hacer negocios en el país, casi invariablemente financieros y de corto plazo; así nos ha ido. En una nación que cuenta con un mercado de capitales demasiado pequeño para el tamaño de su economía y cuya capacidad de inversión propia, pública y privada, resulta insuficiente por diversos factores, la captación de inversiones extranjeras directas, esto es, productivas, es un objetivo de todos los candidatos y de todos los gobiernos que debutan. Sin embargo, el saldo no podría ser más desolador en ese ítem, lo que plantea cuestiones muy profundas si se pretende que el futuro sea distinto en cuanto a crecimiento y desarrollo.
En base a información de la Conferencia las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD) y datos oficiales de diversos países, el especialista en comercio e inversión internacional Marcelo Elizondo elaboró un interesante informe sobre la cuestión. El trabajo indica que el stock global de inversión extranjera directa (IED) alcanzó en 2019 a 36,4 billones de dólares, el 40% del producto bruto mundial.
La cifra es 82,9% mayor que la que había en el mundo en el inicio de la década y 398% más elevada que la de 2000, cuando alcanzaba a 7,3 billones de dólares.
Fuente: Marcelo Elizondo.
Si se toma, por caso, lo ocurrido en la última década (2010-2019), se destacan, como países receptores de IED, Irlanda (293%), Países Bajos (197%), Estados Unidos (176%), Singapur (168%), China (201%) y Nigeria (93,5%). En tanto, en la región, sobresalen Colombia (148%), Paraguay (104%) y México (61,5%).
“En ese lapso, hay pocas excepciones al crecimiento y entre ellas están Argentina (-16.421 millones de dólares, una caída del 19,2%) y Venezuela (-11.490 millones, un descenso de 33,2%)”, señaló el trabajo.
Fuente: Marcelo Elizondo.
“Argentina muestra en la última década (2010-2019) uno de los cuatro mayores descensos de stock de IED en todo el mundo”, añadió.
En tanto, en lo que va del siglo XXI, “prácticamente todos los países del mundo medidos muestran alza del stock de IED, pero Argentina (…) exhibió en 2019 un acumulado poco diferente del de 2000”, explica el trabajo. “Esto es: el país muestra una evolución casi nula del stock entre 2010 y 2019 pese a la dinámica mundial: 67,6 millones de dólares contra 69,1 millones de dólares, solo 2% entre 2000 y 2019”, puntualiza.
“Argentina es el segundo país de los 202 medidos en todo el mundo con peor performance en la evolución del stock la inversión extranjera directa en lo transcurrido del siglo XXI”, insistió.
De esa manera, si el país daba cuenta en 2000 del 0,91% del stock mundial de IED, diez años después registraba apenas 0,43% y en 2019, 0,19%. A nivel de América Latina y el Caribe, pasó, en paralelo, del 19,9% a 5,39% y 3,05%, respectivamente. La tendencia acompaña la del estancamiento productivo nacional.
Fuente: Marcelo Elizondo.
Elizondo, director de la consultora Desarrollo de Negocios Internacionales (DNI), le dijo a Letra P que “el acceso a inversión extranjera mejora la tasa de inversión general de los países, su capacidad tecnológica y el ingreso de dólares, algo que, como sabemos, constituye un problema central en la Argentina. Además de exportar poco, el país perdió mucho en este concepto: si la IED hubiese crecido casi 400%, como lo hizo en el mundo en los últimos 20 años, habríamos recibido unos 250.000 millones de dólares más”.
“Entonces, ¿qué fuente de dólares quedó? La financiera, que es volátil”, añadió.
“Por otra parte, esa tendencia nos relegó en la participación en las cadenas internacionales de valor: si la IED es reducida, las exportaciones también lo son, ya que buena parte de aquellas en el mundo es producto de ventas de empresas de un país que se instalan en otros. Eso, la inversión extranjera, fue, por ejemplo, lo que permitió la explosión de las exportaciones de China”, explicó el autor del trabajo. “Eso, a su vez, incrementa el ecosistema de proveedores locales, cuya capacidad productiva mejora debido a las nuevas exigencias que surgen”.
El mundo registra hoy una escasez relativa de esa fuente de inversión, cuyo flujo “se desaceleró hace algunos pocas años y últimamente hasta ha tendido a descensos en algunas comparaciones interanuales”. Eso no hace más que incrementar una competencia para su captación en la que la Argentina luce, otra vez, desfavorecida.
“En materia económica, las expectativas o las percepciones son tan importantes como la realidad”, dijo Marcelo Elizondo.
El especialista indicó que “en Argentina hubo entrada y salida” de inversión extranjera hundida en proyectos productivos o en propiedades. Así, “se elevó de 2000 a 2010, de 65.000 a algo más de 80.000 millones de dólares, pero después bajó por desinversión”, añadió.
Las causas de la tendencia explicitan, según Elizondo, lo que debería cambiar.
“En primer lugar, hay un problema de contexto político debido a la percepción de los inversores de que faltan garantías. Segundo, los vaivenes regulatorios hicieron salir a muchas empresas que habían llegado. Tercero, mucha inversión resulta reprimida por inconvenientes serios de coyuntura, como los cepos cambiarios, que hacen que los inversores que quieran traer dólares los cobren al tipo de cambio oficial, es decir, por debajo del precio de mercado, y como las restricciones al envío de utilidades al exterior. Cuarto, también influye que Argentina sea el segundo país del mundo con mayor presión impositiva sobre las empresas, lo que le quita competitividad. Quinto, el sistema normativo. Y, finalmente, la percepción de que no se respeta el derecho de propiedad”, dijo.
“En materia económica, las expectativas o las percepciones son tan importantes como la realidad”, cerró Elizondo.