-¿Qué balance hace de la política del Gobierno frente a la pandemia?
-El Gobierno puede decir -y creo que con justicia- que el haber adelantado la cuarentena evitó muchísimos muertos. Haberse anticipado. Yo creo que es fácil de entender si se quiere entender. Adelantar la cuarentena hizo que los contagios fueran menos que en otros países de América Latina y le dio tiempo al Gobierno para preparar el sistema sanitario. El tiempo no lo estaba ganando el Gobierno para sí, sino que lo estaba ganando para una protección de la salud, de la sociedad, para que las personas pudieran encontrar las camas y las UTI necesarias para no morir a la semana de haber caído enfermas. En ese sentido, es un buen balance del Gobierno. Sé que es difícil hacerlo hoy cuando la gente ya está aburrida, pero tenemos la obligación de hacerlo. Decir que la cuarentena se decidió antes de lo necesario es un juicio equivocado.
"Decir que la cuarentena se decidió antes de lo necesario es un juicio equivocado."
-¿Y cómo ve la respuesta de la sociedad ante el Gobierno?
-La sociedad responde como puede. Hay sectores que tienen que responder pensando en sus intereses y no lo digo como acusación. Si alguien va a perder el único bolichito sobre una avenida que había logrado armar en su vida, porque no va poder pagar el alquiler o porque está cerrado y solamente le permiten vender durante unas horas, ese sector tiene que estar enojado con la cuarentena. Pero la política sanitaria no se puede regir por los intereses de un sector.
-Está el malestar, están las pérdidas y está la falta de horizonte, de no saber -dadas las condiciones actuales- cuándo y cómo termina esto.
-Eso es así. Se puede pensar que es mucho más soportable un mal o una peste que tenga una fecha de límite hacia adelante -no importa cuán dolorosa sea- antes que una que en el mundo no la tiene. Lo que pasa en países como Alemania o Australia indica que no tenemos reglas de larga duración para enfrentar esto porque la situación es inédita. Uno puede pedir medidas adecuadas, racionales, que no sean autoritarias, pero no se le puede pedir a ningún gobierno que tenga medidas de larga duración porque la evolución es desconocida.
-Dijo que se equivocó con Fernández porque pensó que Fernández iba a superar su dependencia de origen con respecto a Cristina. ¿Es ella la responsable o hay algo que falla también en él?
-Tiene que ver mucho con la dependencia de origen. La persona que aporta el porcentaje de los votos necesarios para ganarle la elección a Macri es la que tiene una gran parte de las acciones en la empresa. Quizás Alberto subestimó la importancia, el peso simbólico, ideológico, político que ese aporte iba a tener. Quizás fantaseó, como yo misma fantaseé, con que Cristina iba a tener un perfil internacional en lugar de quedarse como una figura casi siempre muda pero extremadamente pesada en la Argentina. No lo eligió. Evidentemente no puede pensarse a sí misma separada del poder en Argentina.
"Construir el albertismo es crear una trama de alianzas con los caudillos provinciales y no sé si esos caudillos están dispuestos a una alianza con Fernández. Entonces, no querer construir el albertismo es no estar en condiciones de hacerlo.”
-Fernández dice que no quiere construir el albertismo y frenó los intentos incipientes que hubo. ¿Cuál es su base propia?
-No la tiene. Y cuando él dice 'yo no quiero construir el albertismo', no sabemos por qué no quiere. O, en realidad, no puede construir el albertismo porque es crear una trama de alianzas con los caudillos provinciales. No se si esos caudillos están dispuestos a una alianza con Fernández. No sé si esos caudillos no piensan que en cualquier momento la suerte se da vuelta y dentro de tres años tenemos otro panorama político. Entonces, no querer construir el albertismo es no estar en condiciones de hacerlo. La única razón que existe por la cual Fernández dice que Formosa es una provincia ejemplar es ver si puede tener algo ahí.
-En la entrevista que le hizo en campaña al Presidente, usted escribió “Fernández sabe hablar y sabe callar”. Hoy, en el Gobierno, pareciera que está sobreexpuesto a las idas y vueltas. ¿Cómo ve ese equilibrio, esa administración de los silencios por parte del Presidente?.
-Fernández se equivoca en hacer microapariciones permanentes porque un presidente con autoridad -y que quiere demostrarla- no tiene necesidad de tener tres o cuatro microapariciones diarias en los medios de comunicación, más algún tuit. Tiene que reservar su palabra para que siga conservando peso. Es muy importante que la autoridad presidencial siga conservando su peso. No puede ser que el ritmo frenético de los canales de televisión le marquen la política comunicacional al Gobierno. Tiene que ser al revés. El Presidente le dice a la televisión: “Voy a aparecer lunes, miércoles y domingos. No llamen más, salvo que haya guerra atómica en Marte”.
-Si no, está invertido el orden de los factores.
-Exactamente, como si el Presidente necesitara permanentemente de la televisión, con zócalos que dicen “Urgente, urgente. En 15 minutos, habla Fernández”. Esa especie de presencia permanente, o bajo la imagen, o bajo la palabra o bajo los zócalos mediante los cuales la televisión quiere retener su público me parece que es una equivocación. Creo que el Gobierno no maneja del todo adecuadamente su política con los medios, básicamente con la televisión, y que el Presidente habla demasiado. No siempre tiene cosas diferentes que decir y muchas de las cosas que dice podrían decirlas sus funcionarios, que es una forma de fortalecer al Gobierno. Que hablen los funcionarios de un gobierno es una forma de fortalecerlo.
-En su libro “La Audacia y el cálculo”, usted escribió sobre el bautismo de fuego de Kirchner y habló del riesgo político que asumió al enfrentar a Duhalde en lo que fue un “momento político por excelencia”.
-Sí, es prácticamente el nacimiento de Kirchner como jefe nacional. Hasta ese momento, los que lo apoyaban eran más poderosos que él apoyado y esa circunstancia es muy adversa.
“No puede ser que el ritmo frenético de los canales de televisión le marquen la política comunicacional al Gobierno. Tiene que ser al revés. El Gobierno no maneja del todo adecuadamente su política con los medios y el Presidente habla demasiado."
-Kirchner lo resolvió dos años después de llegar al Gobierno. ¿Cuál es el riesgo que puede asumir hoy Alberto Fernández para lograr ese bautismo de fuego?
-El primer momento en el cual eso podría haber sido resuelto ya pasó y era un momento muy difícil de encarar, era no permitir que Cristina armara una parte importante de su gabinete. Era una oportunidad muy pegada a la deuda que él tenía con Cristina. La pregunta es qué puede hacer ahora para crear una trama con los gobernadores y los intendentes que le respondan a él y sean su fuerza. Y yo digo esto y digo qué difícil que es. Y ahí vuelvo al problema de la deuda y el problema de los votos.
-¿Cómo ve las protestas que se desencadenaron a partir del proyecto de expropiación de Vicentin?
Cuando uno veía esas manifestaciones, veía que esa gente sale a defender algo que tiene que ver con la propiedad privada porque la han persuadido los medios, los opinólogos o lo que fuera de que así se empieza y se termina liquidando la propiedad privada, lo cual es verdaderamente un absurdo. No hay nada más lejano de la idea de Fernández, pero ciertos fantasmas funcionaron: “Empiezan por Vicentin y después vienen por vos, que tenés 200 mil dólares en una caja de ahorro”. Sin contemplar las distancias. Pero ese mensaje es exitoso porque trabaja sobre el miedo.
-Escribió en Perfil a favor del impuesto a las grandes fortunas y dijo que, si no pagan 11.000 millonarios, la crisis la van a pagar justamente las capas medias que hoy defienden a los dueños de las grandes fortunas.
-Estamos hablando de 11.000, 12.000, 14.000 en 40 y pico de millones de habitantes. La fantasía de que vienen por vos es parte de un imaginario que yo no llamaría ni siquiera político, es un imaginario persecutorio. Y funciona.