A principio de mes entró en vigencia el nuevo acuerdo de libre comercio entre México, Estados Unidos y Canadá, el T-MEC, que reemplazó al viejo NAFTA. El presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), dejó de lado las diferencias y viajó a Washington para realizar su lanzamiento formal junto a Donald Trump. Los intereses económicos y la crisis generada por la pandemia provocaron así, la semana pasada, un acercamiento entre los dos líderes, un dato que debe tener en cuenta Alberto Fernández en su objetivo de cimentar junto al mexicano una tendencia progresista regional.
Las coincidencias políticas y económicas, el hecho de haber llegado al poder luego de sendos períodos neoliberales y la creación del Grupo de Puebla generaron ilusiones acerca de un frente Buenos Aires-México ante el predominio de gobiernos de derecha en la región. El optimismo, sin embargo, resultó eclipsado, en parte, por los obstáculos de la relación. La conexión bilateral nunca fue muy fuerte ni política ni económicamente y, además, la ubicación geográfica de país dificulta el acercamiento. La flamante comitiva volvió de aquel viaje con el objetivo de mejorar el primer punto.
Sin embargo, pesa la recordada definición del expresidente mexicano Porfirio Díaz: “¡Pobre México! Tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos”. La reunión entre AMLO y Trump en el Salón Oval de la Casa Blanca evidenció que, por ahora, las condiciones geográficas y económicas objetivas le ganan al deseo político. Históricamente las relaciones de México con Estados Unidos han sido centrales para aquel país, más allá de los gobiernos de turno, y con las consecuencias de la pandemia esa centralidad se vuelve más mayor.
Andrés Manuel López Obrador y Donald Trumo en Washington. (Foto: Kevin Lamarque, agencia Reuters).
El año pasado México fue el principal socio comercial de Estados Unidos y actualmente el 80% de sus exportaciones tiene como destino a su vecino del norte. Según números oficiales, todos los días cruzan mercancías hacia el norte por un valor de 1.600 millones de dólares. Este peso es difícil de modificar en lo geopolítico por más voluntad política que haya.
El viaje del presidente mexicano, el primero que hizo desde su asunción en diciembre de 2018, fue polémico debido a los históricos ataques de Trump hacia los latinos y porque se dio en el marco de la campaña electoral de las elecciones estadounidenses. “En vez de agravios hemos recibido de usted comprensión y respeto”, le dijo e el encuentro. Ya de regreso, defendió su visita: “Por geopolítica y por vecindad tenemos que entendernos con Estados Unidos. Lo cortés no quita lo valiente”, dijo. Ante la incertidumbre, decidió cuidar lo que ya tiene y el lazo con Washington es uno de los más seguros de la política exterior mexicana.
En diálogo con Letra P, Eduardo Rosales Herrera, doctor en Relaciones Internacionales e investigador de la Universidad Autónoma de México (UNAM) criticó el viaje de AMLO por “obsecuente” y porque fue con “el presidente de los Estados Unidos que más ha denostado e insultado a los mexicanos”. Sin embargo, aseguró que “se vio obligado a ir” porque “México es dependiente económicamente de Washington”.
“No tenía mucho margen. La dependencia económica provoca una subordinación política”, analizó.
El acercamiento de AMLO a Washington pone a prueba el incipiente lazo que se intenta crear con la Argentina. “Al principio del Gobierno, hubo un intento de acercamiento con los países progresistas de la región, pero el peso de la realidad y la gravedad obligó a México a acercarse y ser obsecuente ante las exigencias de Estados Unidos”, agregó Rosales desde la capital mexicana.
La firma del T-MEC refleja que México seguirá apostando por su inserción al mercado internacional a partir del bloque que forma con sus vecinos del norte, mientras que la Argentina busca hacerlo desde el Mercosur. Estas políticas, por ahora, caminan por senderos separados. Además, las relaciones económicas con Buenos Aires, hasta el momento, no demuestran un avance significativo y el flujo comercial todavía es débil.
Según el INDEC, en 2019 el comercio bilateral llegó a 2.614 millones de dólares, con un déficit para Buenos Aires de 1.140 millones, y en los primeros cinco meses de este año la cuenta arroja un saldo negativo de 205 millones.
“¡Pobre México! Tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos”. (Porfirio Díaz).
Las relaciones políticas sí han deparado un acercamiento más importante, aunque aún poco gravitante en la realidad continental. Los dos son los únicos gobiernos que integran el Grupo de Puebla -el resto son fuerzas opositoras en sus respectivos países-, ambos se opusieron a la reelección de Luis Almagro como secretario general de la OEA, no reconocen a Jeanine Áñez como presidenta de Bolivia luego del golpe de Estado y abogan por una salida negociada a la crisis venezolana.
Un punto significativo en esta nueva amistad fue que AMLO intercedió, a pedido de Alberto Fernández, ante Larry Fink, el ceo del fondo de inversiones BlackRock, uno de los acreedores más importantes y más duros de la reestructuración de la deuda nacional.
Todo eso demuestra que existen temas para trabajar en conjunto con una perspectiva progresista. “Es deseable que se sigan cerrando filas y que se siga desarrollando un espíritu de cuerpo que ponga de manifiesto una mayor independencia política”, afirmó Rosales.
El inevitable acercamiento de AMLO a Estados Unidos no representa el final de la alianza progresista con Argentina, pero sí un importante desafío que obligará a repensar estrategias económicas y políticas para profundizar el comercio y gravitar en la región.