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La reelección de Almagro en la OEA expone la soledad del eje Argentina-México

El resultado es la primera frustración de la diplomacia de Fernández. Las razones del voto nacional. Lealtades cruzadas en una contienda atípica. La hegemonía de Estados Unidos.

La reelección de Luis Almagro como secretario general de la Organización de los Estados Americanos (OEA) para el período 2020-2025 marcó la semana pasada el primer revés para la política exterior del gobierno de Alberto Fernández. Sus críticas al trabajo desarrollado por el oriental en su mandato anterior, principalmente por su protagonismo en el golpe de Estado en Bolivia y por su liderazgo sesgado a favor de la oposición a Nicolás Maduro en la crisis venezolana, lo colocaron del lado que resultó derrotado. Asimismo, su apoyo a la excanciller ecuatoriana María Fernanda Espinosa junto a México, dejó en evidencia la falta de la aliados en la región y los límites de la alianza con ese país.

 

A pesar de que la mitad de los Estados miembros pidieron aplazar la votación por la pandemia de COVID-19, la elección se llevó a cabo. Ningún canciller estuvo presente, los representantes tuvieron que mantener dos metros de distancia entre sí y algunos hasta usaron guantes de látex y barbijos. Hasta Espinosa estuvo ausente para prevenir un posible contagio. 

 

La delegación argentina (representada por Graciela Curia ya que el embajador, Carlos Raimundi, todavía no se trasladó debido a la emergencia sanitaria) trabajó junto a México, país con el que hay afinidad política debido al acercamiento entre Fernández y Andrés Manuel López Obrador. “La gestión de Luis Almagro será recordada como la más penosa que la OEA ha tenido", dijo Fernández una vez electo. 

 

 

 

Ese tema representó el primer desacuerdo claro entre el gobierno argentino y la administración de Donald Trump, con la que se trabajó también en una aproximación dada su importancia en la renegociación de la deuda. Buenos Aires no se abstuvo, como se especuló en un momento, y junto a México y algunos países del Caribe jugó sus cartas para finalizar el mandato del favorito de Washington. Perdió: Almagro recibió 23 votos a favor y 10 en contra (República Dominicana se ausentó). 

 

La votación fue una fotografía dentro de la película que vive la región. Ninguno de los candidatos fue presentado por sus respectivos países. Almagro, excanciller de José Mujica, fue postulado por Colombia, mientras que Espinosa fue propuesta por Antigua y Barbuda y San Vicente y las Granadinas.

 

Lo primero se debió a que en Uruguay hubo un cambio de gobierno y la administración saliente de Tabaré Vázquez no lo apoyó en su momento por su política sesgada en el conflicto venezolano. Ahora, con Luis Lacalle Pou, sí recibió el apoyo de su país para la votación.

 

 

La crítica argentina al trabajo de Almagro se basó en su fuerte personalismo, lo que lo llevó a actuar más como si hubiese sido un representante de un Estado miembro que como un secretario general imparcial.

 

 

Lo segundo también se explica por otro cambio de gobierno: Espinosa fue canciller de Rafael Correa, pero se quedó sin aval con la asunción de Lenín Moreno. Además, Bolivia apoyó a Almagro, algo que con Evo Morales no habría ocurrido, y por Venezuela votó a favor del uruguayo: claro, la representación en la OEA responde a Juan Guaidó.

 

La crítica argentina al trabajo de Almagro se basó principalmente en su fuerte personalismo, lo que lo llevó a actuar más como si hubiese sido un representante de un Estado miembro que como un secretario general imparcial que debe buscar el diálogo y la confluencia de posiciones.

 

Su ferviente oposición a Maduro complica una resolución del conflicto de una Venezuela que sigue sumergida en una crisis sin precedentes. Además, tuvo un papel importante en el golpe de Estado en Bolivia, al haber denunciado con pruebas dudosas un fraude electoral y acusado a Morales de haber perpetrado un “autogolpe”. Ante esto, Argentina apoyó a la candidata que prometía diálogo, terminar con la polarización regional y cerrar las heridas en beneficio de las soluciones negociadas.

 

 

 

En diálogo con Letra P, el presidente del Parlasur, Oscar Laborde, calificó la gestión de Almagro en la OEA como “muy negativa” y “claramente parcial”.

 

“El papel que ha tenido él para con la región es nefasto, es negativo”, afirmó, a la vez que aseguró que el uruguayo “obedece a las órdenes de los Estados Unidos en desmedro de la paz en la región”, algo que catalogó como “muy peligroso”.

 

“Puede tener la posición política que quiera, pero no puede utilizar un instrumento que se pensó para armonizar situaciones para, al revés, provocarlas”, declaró.

 

La derrota de Espinosa fue una demostración de las limitaciones de la alianza entre México y Argentina, forjada tras la visita de Fernández. La unión entre ambos países sigue sin encontrar resonancia importante en la región y dejó en evidencia su soledad.

 

Laborde aseguró que entre los países “hay un acuerdo para impulsar convivencias políticas, como el Grupo de Puebla, y moverse con simpatía en los organismos internacionales”, pero que “la ubicación geográfica no permite muchas acciones en común”. De todas maneras, destacó: “Es una buena noticia que dos de los tres países más influyentes geopolítica y económicamente de la región tengan gobiernos populares”.

 

Luego de la votación, la representante mexicana, Luz Elena Baños Rivas, criticó duramente la reelección de Almagro y dijo que “hoy la OEA no celebra nada, excepto el triunfo de las malas prácticas democráticas y de la confrontación entre los Estados”.

 

 

 

En tanto, Raimundi señaló, a través de su cuenta de Twitter, que compartía “plenamente” sus palabras y manifestó que el resultado “reafirma la realidad política” del continente. Asimismo, anticipó que trabajará junto a México para “la recuperación de los valores profundamente democráticos en la región”.

 

La victoria de Almagro dejó en evidencia, asimismo, los cambios que sufrió el continente en el último tiempo, principalmente por la llegada al poder de gobiernos conservadores. Al mismo tiempo, evidenció la mutación de la política exterior argentina: mientras Mauricio Macri firmó una carta apoyando a Almagro, Fernández puso todas las fichas en un canasto que, por ahora, sigue teniendo un peso regional limitado.

 

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