-Primero, la restricción de libertades públicas, que podía ser atractiva para líderes como Bolsonaro, casi no sucedió con excepciones como el gobierno de El Salvador o el gobierno boliviano, que han usado la cuarentena para concentrar poder o amedrentar opositores. Después, la confianza del gobierno en que sus ciudadanos respeten las normas y la de los ciudadanos en el gobierno, en que hay una necesidad y en que las restricciones van a ser temporales. Y, sobre todo, la confianza de los sectores más vulnerables en que el gobierno va a dar respuesta al enorme problema económico. La cuarentena de Fernández es recibida diferente por esos sectores, que son sus votantes, a lo que hubiera sido si Macri la decidía.
“Donde la cosa se va a complicar es en el 'desencuarentenamiento', digamos. El conflicto se va a agudizar porque la devastación económica es tan grande que los políticos tienen poco para ofrecer, salvo más grieta.”
-¿Qué muestra el Covid 19 sobre el liderazgo?
-Un dato es cómo funciona en la cabeza del Presidente esta ecuación de economía y salud. El otro es la apertura de estos líderes a los científicos y cuánto cuentan con ellos para tomar decisiones. Los populistas menos, porque tienen un desdén por ese tipo de discurso o de élite. Y después está la capacidad de formación de consensos, que no sólo tiene que ver con la predisposición sino, también, con los recursos políticos, un partido cohesionado, una oposición moderada, la capacidad estatal para dar respuesta económica y su sistema de salud.
-¿Qué advierte en la respuesta de Fernández?
-Es un gobierno nuevo que llegaba con una confianza mayor y sin desgaste. Estamos ante un presidente moderado. No diría que es un tecnócrata pero si más abierto a ese tipo de discurso, con recursos políticos, con un partido ordenado y unificado, con gobernadores dependientes del poder central y un Estado con mayor capacidad que otros países vecinos. Donde la cosa se va a complicar, porque la política se complica, es en el “desencuarentenamiento”, digamos. Lo estamos viendo acá en Inglaterra. Tony Blair dice que él nunca vio un desafío de política pública más grande que el que enfrentan los gobiernos ahora. Es obvio que va a haber errores y discusiones y no va a haber un consenso claro sobre qué hacer. El conflicto se va a agudizar porque la devastación económica es tan grande que los políticos tienen poco para ofrecer, salvo más grieta. Es lógico ver estos conflictos entre provincia y ciudad de Buenos Aires. La solución es muy difícil de dar. Más fácil es echarle la culpa a otro y polarizar.
-¿Cómo se ve desde Europa la discusión entre salud y economía?
-El debate está más planteado por los líderes que se oponen a la cuarentena, como Trump y Bolsonaro. En los países donde tienen otra postura, incluida Argentina, todavía no es el debate que gana la agenda. Pero, en América Latina, levantar la cuarentena sin una red de contención es muy complicado. Chile, Perú, Bolivia, Ecuador, en menor medida Brasil pero escalando, estaban antes del Covid con grados de descontento social muy altos y sociedades en estado de ebullición. Es esperable que, con la agudización de la crisis y la recesión, las demandas distributivas vayan a ser feroces y levantar la cuarentena implica permitir la expresión de esas demandas. Va a ser muy difícil de manejar.
-¿Cuando se termine el encierro se libera por completo el conflicto social?
-Sí. Miremos Chile, que pasó de un nivel altísimo de movilización social a nada. Ahora vuelven las protestas con demandas más básicas, como el hambre. El conflicto distributivo que se viene después de esto va a ser feroz. Va a jugar mucho el nivel en que las elites políticas, gobierno y oposición, estén dispuestas a echar leña al fuego de la polarización. Si lo hacen, puede ser catastrófico.
El conflicto distributivo que se viene después de esto va a ser feroz. Va a jugar mucho el nivel en que las elites políticas, gobierno y oposición, estén dispuestas a echar leña fuego de la polarización. Si lo hacen, puede ser catastrófico.
-Antes del Covid, el gobierno argentino intentaba presentarse ante Estados Unidos como garante de estabilidad en la región porque el país había atravesado indemne ese ciclo de protestas, pese a su debilidad estructural.
-Lo atravesó indemne porque había una campaña electoral que generaba expectativa. Argentina no puede venderse como garante de estabilidad, porque no tiene ese peso regional. Puede jugar un rol un cambio de gobierno en Estados Unidos, que puede ser importante para la estabilidad en la región en la medida en que el conflicto distributivo avance. Conflicto distributivo más un gobierno norteamericano al que no le importa el devenir de los regímenes democráticos es un combo explosivo. Ya lo vimos.
-El peso regional lo tiene Brasil, que hoy es muy inestable, con Bolsonaro como presidente.
-La respuesta de Bolsonaro a la pandemia, además del costo humano y social que genera, es problemática para sí mismo. Yo creo que él hace un cálculo en el fondo bastante racional y piensa que su suerte política se va a jugar por la economía. El problema es que así no establece las alianzas que precisa para sobrevivir políticamente en un país que requiere de estas alianzas. Con los militares expectantes, esta falta de apoyo que está generando su respuesta en las élites políticas lo puede complicar. En términos regionales, el shock económico va a ser muy fuerte y la tendencia a la desglobalización va a acelerarse en todos lados. Los países van a tratar de ser autosuficientes y no va a haber mucho incentivo para el fortalecimiento del Mercosur. En ese contexto, pensar en una respuesta regional me parece una ilusión.
-En la crisis, todos los sectores reclaman más presencia del Estado pero no hay acuerdo en cómo financiarlo. ¿Qué se discute en Europa?
-Lo que surge en Europa es cuál es la contraprestación del sector privado frente al salvataje enorme de los gobiernos. En la crisis financiera de 2008, el que tomó el costo fue el sector público. Ahora, la discusión es que algún tipo de condiciones al sector privado que está siendo salvado por el Estado va a tener que existir. Por ejemplo, la discusión de si las empresas que tienen domicilio en paraísos fiscales pueden recibir ayuda estatal. Escocia y los países nórdicos, por ejemplo, dicen que no. También la Renta Mínima Universal está sobre la mesa, sobre todo en España. Pero no escuché nada parecido a entrar en las empresas.
“Con el Covid aparecieron los nuevos tecnócratas. Si uno convence a la gente de que los expertos dicen que no puede salir, la gente se queda en su casa. En el futuro puede llegar a ser hasta tentador porque funciona.”
-Habló del peso de los expertos y acá Fernández define todo con un comité. ¿En qué lugar emergen los científicos de esta crisis?
-Es muy interesante discutir después de esto la relación entre democracia y tecnocracia. En América Latina, siempre lo hemos pensado en función de políticos y economistas, que son los tecnócratas. Ahora aparecieron los nuevos, científicos y epidemiólogos. Los populistas, Trump y Bolsonaro, ponen en discusión ese saber. Pero el Covid viene a reconciliar a la democracia con la tecnocracia y la ciencia se usa como una especie de muletilla, aunque no tiene una voz única. El tema es si la utilización política del saber científico va a tener consecuencias problemáticas para las libertades individuales. Hemos probado que, si uno convence a la gente de que los expertos dicen que no puede salir, la gente se queda en su casa. En el futuro, puede llegar a ser hasta tentador, porque evidentemente funciona.
-¿Funciona en todos lados?
-Si y puede ser manipulado y utilizado de forma tal, que la democracia entre en tensión con la tecnocracia.