PLANO CORTO | ESTILO GUZMÁN

Muy politizado

En su debut en el Congreso, el ministro de Economía quebró su perfil técnico. Impedido de dar números sobre la negociación de la deuda, reveló su lado B y se metió en el barro de la historia.

Con apuntes escritos a mano y el mismo dress code que utilizó en su primera aparición pública, el ministro de Economía, Martín Guzmán,  se transformó este miércoles en el segundo funcionario de ese rango que asistió en forma voluntaria a la Cámara de Diputados desde 1995, cuando compareció Domingo Cavallo, jefe de la cartera de Hacienda durante la presidencia de Carlos Menem

 

Calzado en un traje negro, camisa blanca y corbata azul clara, Guzmán se sentó frente a los 208 diputados que asistieron a la sesión extraordinaria y comenzó a exponer a las 17.43. Aunque fue el segundo ministro en 25 años que afronta las miradas inquisidoras de los miembros de la Cámara baja, desde este miércoles Guzmán es el miembro más joven del Poder Ejecutivo que les habló desde la silla eléctrica de la cartera económica, porque recién el próximo 12 de octubre cumplirá los 38. Cuando Cavallo fue al recinto, el actual funcionario no había cumplido los 13 y todavía le faltaba transitar la secundaria en el Colegio Nacional de La Plata y estudiar Economía en la universidad pública de la capital provincial que lo vio nacer en 1982.

 

Por casi dos horas ocupó el prime time televisivo de la tarde y el centro de una escena construida por el Gobierno para transmitirle al Fondo Monetario Internacional y a Wall Street que la administración del presidente Alberto Fernández cuenta con un respaldo mayor a su fuerza política para renegociar la deuda externa soberana.

 

 

Para intentarlo el ministro recurrió a sus dotes de docente, que perfeccionó en la Universidad de Columbia y en la Brown University de los Estados Unidos, hasta tomar contacto con su principal mentor académico: el premio nobel de Economía Joseph Stiglitz. Usó el estilo de comunicación que conoce y en el que confía para garantizar el máximo cuidado en sus palabras: habló pausado, con tono casi monocorde, miró a la cara a los diputados y lanzó los pocos datos que pudo mostrar con las manos apoyadas en sus papeles. Todo sin coucheo, aseguran en la presidencia de Diputados. 

 

"Hay una voluntad firme de pagar la deuda, el problema es que no hay capacidad para hacerlo. Para poder pagar, Argentina tiene que crecer", aseguró. "El país padece una carga de deuda insostenible que pisa el crecimiento y que, de no resolverse, profundizará el descalabro económico; por eso, la misión que me encomienda el Presidente no es sólo resolver una crisis de deuda de forma aislada, sino resolverlo de una manera que siente las condiciones para un proceso de desarrollo sustentable por el cual Argentina se ponga de pie y crezca en el tiempo", detalló. 

 

 

 

La delicadeza para retratar la gravedad del escenario no le impidió criticar a la oposición, pedir un acuerdo de largo plazo para avalar la renegociación y responsabilizar al FMI, pero sin dejar de advertir el impacto de la salida de Christine Lagarde y la asunción de su actual directora, Kristalina Giorgieva. "Es importante tener en cuenta que el FMI es responsable", pero "el cambio de su conducción, en un momento bien caliente, ha sido refrescante", señaló. 

 

Guzmán buscó hacerle saber al bloque de Juntos por el Cambio que había leído todas sus preguntas. Se las agradeció públicamente. Intentó contestar algunas y prometió abordar las restantes por escrito. Cuando habló de la ayuda de todos los sectores, les agradeció el apoyo para la sanción de la ley para renegociar la deuda, pero les recordó que son corresponsables de la actual crisis de los pasivos externos. El del FMI, dijo, fue el crédito más grande que otorgó, pero se trató de "un préstamo que no se utilizó en absoluto para hacer crecer al país", sino que permitió "un esquema económico que en cierto momento generó optimismo en los mercados internacionales", pero que, a partir de abril de 2018, "estuvo lejos de ser exitoso".

 

A la izquierda la oposición se mantuvo en silencio, pero a la derecha del recinto el oficialismo aplaudió dos veces antes de despedirlo con otra ovación. "Hay mucho dinero en juego. Hay algunos que están jugando de forma cooperativa. Pero hay gente que está jugando otro juego y es un proceso que hay que encaminar. Todos vamos a tener que definir de qué lado estamos", advirtió el ministro para anticipar las respuestas y las presiones de los fondos buitres y los bonistas. "No vamos a permitir que fondos extranjeros nos marquen la pauta. Es hora de sentar las bases para que haya un Nunca Más a los ciclos de sobreendeudamiento. Hay que acabar con esto para que haya una Argentina tranquila", sostuvo. 

 

 

 

En los palcos del primer y segundo pisos estaba toda la primera plana de la CGT, ministros y los dirigentes de los agrupamientos empresariales. Entre ellos, el flamante embajador argentino en Washington, Jorge Argüello, que en la noche compartió una cena con el ministro. Plato principal: la relación con Estados Unidos, ante el arranque de un año clave para el futuro del presidente Donald Trump, dueño de la acción de oro en el FMI para decidir sobre Argentina. 

 

Cuando comenzó el tiempo de las preguntas por cada interbloque, Guzmán escuchó los planteos con las manos puestas en el escritorio. Sólo tomó la lapicera para anotar los nombres de los diputados que las hicieron. Poco antes de las 19.30, cuando concluyó la sesión especial, recibió un mensaje tranquilizador desde la Casa Rosada. Era un mensaje del Presidente para felicitarlo por la exposición. 

 

Quizás nunca pensó que su primera visita al Congreso como ministro terminaría con aplausos. Pero sirvieron para coronar una señal de bienvenida a la misión del FMI que ya había llegado a Buenos Aires para auditar las cuentas públicas y conocer la capacidad de pago del país. 

 

Senadora bonaerense Daniela Reich.
El Conicet, blanco de la motosierra libertaria.

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