La votación de esta madrugada en el Senado, que concluyó en la legalización del aborto en Argentina, terminó con las incógnitas que rodeaban a un puñado de senadoras y senadores que definieron su voto a último momento o maduraron su decisión en los últimos días, ganándose en las horas previas la máxima atención en la cuenta regresiva de una sesión histórica. Todos los indecisos terminaron subidos a una ola verde que le garantizó al Gobierno la sanción de la ley por una diferencia mucho más amplia que lo que señalaban las especulaciones previas.
Los 38 votos que respaldaron el proyecto de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE), siete más que los obtenidos en el frustrado intento de 2018, sumaron algunos apoyos que, hasta hace algunas semanas, navegaban en la duda. Uno de ellos fue el caso de la rionegrina Silvina García Larraburu, del Frente de Todos (FdT), que terminó votando a favor después de firmar el dictamen del proyecto la semana pasada. Con esa decisión revirtió la posición que adoptó la única vez que la la legalización del aborto se debatió en el Senado, cuando fue la única integrante de su bancada que votó en contra.
En el bloque oficialista, que conduce el formoseño José Mayans, los cambios de posición también incluyeron al salteño Sergio Leavy, uno de los que recibió un llamado del presidente Alberto Fernández para repensar su resistencia al proyecto que impulsa la Casa Rosada. Hace dos años, el excandidato a gobernador votó en contra como diputado, luego de mostrarse en actos proselitistas con el pañuelo de la campaña a favor del aborto legal. Lo mismo sucedió con el entrerriano Edgardo Kueider, que terminó de dar un salto definitivo al publicar un abrazo con Fernández en la previa de la votación. Los dos se convirtieron en votos verdes no contabilizados en los poroteos previos. En el caso de Leavy, además, saltando no de indeciso sino de celeste a verde. Un cambio radical.
Kueider había puesto su firma en disidencia al dictamen para conseguir mayoría en todas las comisiones, pero se había tentado con la postura de su colega, el exgobernador rionegrino Alberto Weretilneck, que se manifestó históricamente a favor de la legalización y ahora es un aliado clave del oficialismo.
Justamente Weretilneck fue otro de los que sembró dudas sobre su postura hasta último momento. Contabilizado desde el día uno como un voto a favor de la legalización, planteó reparos al texto en el debate en comisiones y, pese a la intervención de las espadas del oficialismo en el Senado, no aclaró su voto hasta el recinto. Allí finalmente confirmó que, pese a las presiones de parte de su espacio político y del lobby evangélico en Río Negro, acompañaría el proyecto del Ejecutivo, que le habilitó algunos reclamos -que incorporará en la reglamentación- para garantizarse su respaldo.
En Juntos por el Cambio el foco estuvo puesta en tres figuras: el santacruceño Eduardo Costa (UCR), la cordobesa Laura Rodríguez Machado (PRO) y el catamarqueño Oscar Castillo (Frente Cívico y Social). Los tres habían sido contabilizados como votos verdes, porque así lo habían hecho hace dos años, pero sobre ellos sobrevoló una duda hasta último momento: que su antikichnerismo fuera mas fuerte que sus convicciones personales y pusieran como objetivo frustrar una ley del Gobierno antes que legislar derechos para las personas gestantes. Esas presiones no tuvieron éxito: los tres votaron a favor, como ya lo habían hecho en 2018.
En la alianza opositora la incógnita más grande era la entrerriana Stella Maris Olalla (UCR), que en los poroteos previos se transformó en indescifrable: podía ser verde, celeste o abstención. Mantuvo la intriga hasta último momento pero finalmente confirmó su voto a favor, entendiendo que la discusión debía enfocarse en defensa de los Derechos Humanos y quitando del debate cuestiones de índole religiosa. Lo mismo sucedió con la neuquina Lucila Crexell, que en la previa había dado señales de un posible cambio de posición con respecto a su abstención, en 2018. A la hora de la votación confirmó esos gestos y votó a favor.