El Gobierno decidió aprobar el primer trigo transgénico tolerante a sequía del mundo. La autorización del producto de la biotecnológica rosarina Bioceres atravesó por un largo proceso de lobby político y empresarial, vínculos determinantes y resistencias de sectores del agro que minaron el camino durante años. La aprobación final del trigo está condicionada al visto bueno por parte de Brasil, el mayor importador del cereal, situación que mantiene caliente la puja por la comercialización definitiva.
Se trata del desarrollo HB4 de la biotecnológica que ya cuenta con una soja tolerante a sequía aprobada en 2015 en Argentina y Estados Unidos, y espera la aprobación definitiva de China para su despegue comercial, que podría llegar a mediados de 2021, según supo Letra P. El trigo aprobado brinda un aumento de productividad cercano al 20% en condiciones promedio y del 40% o más ante situaciones de sequías extremas. La apuesta a un aumento de exportaciones futuras no es un factor a soslayar cuando se buscan los argumentos del Gobierno.
Pero al margen de lo productivo, hay un argumento científico que pesó en la decisión. Según reconstruyó Letra P, el ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación, Roberto Salvarezza, terminó siendo clave para obtener el ok político. El producto se debe a una colaboración público-privada de más de 15 años entre la empresa y un grupo de investigación del Conicet y la Universidad Nacional del Litoral (UNL), encabezado por la doctora Raquel Chan, un éxito que seguramente podría empuñar al reclamar mayor presupuesto para el Conicet. Salvarezza anota.
En tanto, el ministro de Agricultura, Luis Basterra, se encargó más que nada de destrabar la cuestión procedimental ante la divulgación de estudios y textos en contra del trigo transgénico. Es elocuente el temor a una reacción adversa de utilizar una semilla transgénica en un cereal que terminará siendo alimento para consumo humano. Distinto es el caso de la soja que se utiliza para la industria o para forraje.
MACRISMO. Justamente el gobierno anterior se resistió a la aprobación fundamentando las eventuales reacciones de los mercados, sobre todo Brasil, quien importa casi la mitad de las exportaciones argentinas del cereal. El eje que se oponía a la aprobación era el comandado por el exsecretario de Agroindustria y expresidente de la Sociedad Rural Argentina (SRA), Miguel Etchevehere; el subsecretario de Mercados Agropecuarios, Jesús María Silveyra, y el jefe de Gabinete del área, Santiago Del Solar, en estos días, preocupado por el impuesto a la riqueza.
Las autoridades de la Agroindustria del macrismo que se opuso al trigo transgénico (Foto: Augusto Famulari)
Lo cierto es que lo ético también es una máscara de otro tipo de resistencias comerciales. El sector privado ha hecho mucha fuerza para frenar el proyecto del CEO de Bioceres, Federico Trucco, como la Federación Argentina de la Industria Molinera (FAIM); también, algunas agroexportadoras que tienen un peso determinante en el comercio del trigo. En el sector mencionan a Bunge, que está entre las dos multinacionales que más trigo exporta. En 2018/19 fueron 2 millones de toneladas, mayormente a Brasil.
RESISTENCIAS. Sumarle nuevas tecnologías y calidad a la semilla implica un cereal más caro para quien lo termina comprando que son las cerealeras. Es ahí cuando asoma un conflicto por el margen de rentabilidad pretendido y el que podría resultar si se aprueba el transgénico. “A la semilla, querían matarla antes de que naciera”, sostuvo una fuente al tanto de las negociaciones por la aprobación.
Hace apenas unos días en un encuentro de trigo en la Bolsa de Comercio de Buenos Aires, Gustavo Idígoras, presidente de la Cámara de la Industria Aceitera (CIARA) y el Centro Exportador de Cereales (CEC), que integra Bunge, se mostró reacio a la aprobación porque los mercados habrían empezado a pedir certificaciones libre de transgénicos. Es incierto qué tenor tomará en lo inmediato, dado que es coincidente con el beneficio otorgado a las agroexportadoras por parte del Gobierno de bajar el diferencial de retenciones para productos elaborados de exportación.
Las reacciones no tardaron en llegar y bajo el rótulo de Comité de Cereales de Invierno del Instituto Nacional de Semillas (Inase) un grupo de especialistas, algunos ligados a semilleros del mercado, rechazó mediante una carta la aprobación y advierte que generará problemas de comercialización. “La aprobación por parte del gobierno de Brasil no garantiza que los molinos, panificadoras y consumidores particulares acepten comprar nuestro trigo OGM y si lo hicieran no hay garantías de que lo hagan sin descuento en el precio”.
BANCA. También la gigante Bioceres tuvo su respaldo e influencias. Hugo Sigman, CEO de Grupo Insud, es socio minoritario de la biotecnológica y mantiene una cercanía con el Gobierno. Es preciso señalar que producirá la vacuna del covid en el país. También bancaron el proyecto la Asociación Argentina de Semilleros (ASA) y la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (Aapresid), esta última la fundó Víctor Trucco, padre del CEO de Bioceres, junto a otros productores como Gustavo Grobocopatel. El latifundista de Carlos Casares fue parte de la defensa de Trucco en la reunión de principios de 2019 con Mauricio Macri y los molineros, aceiteros y exportadores. Nada se destrabó. Tampoco hubo promesas claras de parte Alberto Fernández al visitar la sede de Bioceres el año pasado cuando ya era virtual presidente.
Si bien ahora depende de Brasil y su aprobación, se debe tener en cuenta que estos proyectos, y más aún su comercialización, son a largo plazo. Pero al cotizar en Bolsa los resultados financieros responden igual. Bioceres siembra y cosecha al mismo tiempo, y los números lo demuestran: en el año fiscal 2020 (julio 2019-junio 2020) los ingresos de la compañía aumentaron 17%, hasta 174,2 millones de dólares, y en el segundo trimestre hicieron lo propio un 46% respecto del mismo período de 2019.