Nos proponemos repasar algunas de las cuestiones que en este año electoral generaron controversias, se impusieron con fuerza mítica y/o se derrumbaron sísmicamente el 11 de agosto. La intención es plantear preguntas que habrá que retomar para comprender los procesos políticos actuales y futuros.
Advertimos que todo lo que podamos decir estará cruzado por la voz de algunas personas que se dedican a las ciencias sociales, la comunicación y el análisis político, a quienes leemos o escuchamos atentamente cada vez que podemos. Al no tratarse de un artículo con formato académico y al ser construido principalmente con recuerdos, omitiremos muchas citas y menciones, pero no queremos dejar de nombrarlos como agradecimiento por ayudarnos a pensar los hechos mientras transcurrían: Artemio López, Mario Riorda, Daniel Tognetti, entre otros.
Para empezar, la primera pregunta que urge hacerse es ¿qué onda con la Big Data? Si algo quedó demostrado es que ganó la cercanía y que el contacto cara-cara es irremplazable como forma esencial de hacer política.
En este mismo sentido cabe plantearse si la derrota fue de los consultores. En principio quedó claro que lo que la política no resuelve en términos de gestión de los problemas sociales, no puede ser suplido, ni por la mejor ni la más post-moderna comunicación.
Por otra parte, será fundamental hacer un repaso exhaustivo y sistemático de las experiencias concretas y el rol de la micro-militancia. Evitando clichés y frases típicas, será importante reflexionar sobre cuál fue el peso de la militancia cotidiana en el proceso de construcción del triunfo del Frente de Todos.
Otra cuestión. Los que se dedican a la política quieren tener la respuesta certera a la pregunta más importante: ¿por qué votan los electores? Una de las dicotomías que se instaló en el sentido común de estos tiempos, es la que opone como cuestiones antagónicas el “voto racional” al “voto emocional”. Pero ¿Las percepciones económicas se constituyen solo de aspectos racionales? ¿El miedo a perder el laburo, la angustia que generan las carencias personales, el sufrimiento ajeno y la nostalgia de un buen vivir, no son también emociones potentes? En todo caso, habrá que definir en qué medida influyen, en qué contextos tienen más peso y en qué coyunturas predominan. Además será válido dilucidar qué importancia tuvo la vivencia concreta previa al 2015 en la decisión de los electores.
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También quedó claro que los candidatos son sustanciales. En este punto será central un repaso sobre cómo se construyeron candidatos en tiempo record. Sumado a ello habrá que resaltar lo bien que se aprovecharon los defectos del adversario. En el juego de las oposiciones que fundan la propia identidad, los candidatos del Frente de Todos, supieron constituir su fortaleza en el punto en que su oponente era más débil: un gobierno constituido por figuras super-coucheadas distanciadas de la realidad.
Otro eje y un debate abierto: consenso y moderación. No hay dudas de que las ideologías existen y que la ambigüedad diluye a los candidatos. Si bien moderarse no implica callar ni decir solo lo que el otro quiere oír, sino escuchar y tener en cuenta la estética tanto como en el contenido. En ese debate se alertaba con acierto sobre que el discurso no podía volatilizarse al punto de implicar una pérdida de identidad o una desideologización, lo que no haría más que desencadenar un creciente desencanto y una minimización de las potencialidades transformadoras de la política. Además, otra cuestión importante, es comprender que nada que se haya evitado discutir durante la campaña podría –a la hora de gobernar- ponerse en agenda o llevarse a cabo con facilidad.
Por último, un capítulo aparte merece al papel de las encuestas, el periodismo y la construcción de un clima de opinión. Los medios de comunicación ejercen una censura invisible: voces, miradas, opiniones, realidades que no aparecen o se las pasa desapercibidas ¿Se trata de una producción cínica de los comunicadores? Pensemos que no, y que más bien es el producto de una presión inconsciente y a la vez simultánea de unos sobre otros. Por un lado, los periodistas tienen unas categorías de percepción del mundo, formas de ver, pensar, sentir y hacer que son el producto de su posición social y su trayectoria. A partir de ellas seleccionan y elaboran las noticias. Por otra parte, se ven influidos por lógicas del campo periodístico y se ven obligados a hacer algo que no harían si no existieran los demás. En una suerte de juego de espejos se reflejan mutuamente, principalmente porque son informados por otros informadores y porque compiten entre sí por las audiencias.
Esta situación genera un efecto de enclaustramiento, un apartamiento de la vida real, una distancia del afuera del campo. Los encuestadores no nos vemos ajenos a estas lógicas y nuestras lecturas e interpretaciones de “la realidad” deben comenzar a ser enmarcadas en estos mismos fenómenos.