En un marco de fuerte abstencionismo, ya que votó solo el 42% del padrón, Guatemala eligió como presidente el domingo en segunda vuelta al médico conservador Alejandro Giammattei, que obtuvo casi el 60% de los sufragios frente al 40% de su contrincante, la ex primera dama Sandra Torres (centro izquierda), esposa del ex presidente Alvaro Colom.
Con la popularidad por el suelo, el oficialismo del presidente Jimmy Morales, un ex cómico también conservador, no participó del ballotage. Sin embargo, el triunfo de Giammattei ratifica de alguna manera algunos de los principales ejes de su gestión, como la anulación del convenio del país con la ONU que permitió el funcionamiento de la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (CICIG). Esa comisión fue la que llevó a la cárcel al ex presidente Otto Pérez Molina, pero cuando empezó a investigar el financiamiento de la campaña presidencial de Morales, este rescindió el acuerdo amparado en confusos argumentos de soberanía nacional y acusando a la CICIG de promover impopulares políticas de género.
Otro punto en que se mantendrá la línea del actual gobierno será justamente la negativa a promover ese tipo de políticas, que en América Latina suelen generar fuerte rechazo en sectores populares. Firme opositor a la legalización del aborto y al llamado matrimonio igualitario, Giammattei focalizó parte de su campaña en la defensa de los valores tradicionales y cristianos, a los que, por cierto, adhiere la gran mayoría de los guatemaltecos. De confesión evangelista, llamó a rezar a poco de confirmarse que sería el nuevo presidente del país.
Aunque no ha sido enfático en ese punto e incluso dijo que debería ratificarlo el Congreso, se prevé también que Giammattei terminará avalando el reciente acuerdo de Morales con el presidente estadounidense Donald Trump para convertir a Guatemala en “tercer país seguro” a fin de controlar la inmigración que cruza su país y México rumbo a Estados Unidos. El tratado está pendiente de avales judiciales tanto en Estados Unidos como en Guatemala y resulta difícil imaginar cómo lo implementará un país donde, según algunas estadísticas, el 1,5% de su población fue detenida en los últimos seis meses intentando ingresar a EE.UU.
Algunos analistas consideran que la principal preocupación del gobierno norteamericano en ese país es el avance de los cárteles del narcotráfico, que han extendido sus brazos a municipios e incluso al Congreso, donde hay diputados detenidos bajo la acusación de ser narcos. Guatemala es un punto clave en el tránsito de la cocaína desde Colombia a Estados Unidos, al igual que Honduras, que tiene al hermano del presidente Juan Manuel Hernández detenido en EE.UU por esa causa.
En lo que Giammattei sí buscó diferenciarse de Morales es en las políticas de seguridad,ya que prometió la reimplantación de la pena de muerte. Ex bombero y ex director de prisiones, Giammattei se hizo famoso en Guatemala como promotor de la “mano dura” cuando dirigió un operativo policial para recuperar un presidio que estaba tomado por los internos. Años después, la mencionada CICIG se hizo eco de denuncias sobre ejecuciones extrajudiciales después de recuperada la cárcel y Giammattei pasó unos meses preso, aunque luego fue absuelto y acusó al ex presidente Álvaro Colom de haberlo perseguido por razones políticas.
Finalmente, en un país con un 60% de pobreza y único de la región que no ha podido bajar esos índices en los últimos años, Giammattei también prometió trabajar en el desarrollo de una economía estancada que tiene en las remesas enviadas por los migrantes que viven en EE.UU su principal ingreso de divisas y el 12% de su PBI. “Haremos un muro de inversión con México” ha dicho Giammattei en campaña, emulando el muro de Trump. Las expectativas de que cumpla no son muchas.