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Desde que se propuso convocar a elecciones antes de tiempo y cambiando las reglas, se huele algo en las ondulantes tierras cordobesas y no es peperina. Estamos hablando de un gobierno que insiste en jugar con el contrato moral entre la ciudadanía votante y sus representantes. Estamos hablando de la constante manipulación de instituciones democráticas para retener el poder. Estamos hablando de 20 años de Unión por Córdoba sin alternancia ni explicaciones más que avisos publicitarios de alto costo con inauguraciones de obras a medio hacer, planes de dudosa dignidad y mentiras de inversión.
Córdoba espera cambios.
Sustanciosos.
De verdad.
Palpables.
Los que tenemos la responsabilidad de generar la respuesta a esa demanda ciudadana somos los responsables de Cambiemos.
Si bien, por trayectoria, para el conjunto de los cordobeses la UCR local es un todo que debate con todas sus vertientes internas y decide democráticamente, en rigor a la verdad, hoy aparece como la expresión de un solo sector que se enarbola disfrazada en el conjunto.
Cambiemos surgió como la expresión y el recurso para transformar una realidad que agobiaba y, en nuestra provincia, sigue agobiando. Expresa una posibilidad cierta de cambio, pero, luego del mal cálculo de algunos con la experiencia Marcos Juárez, donde apostaron a que la propuesta que llevaba el presidente Macri perdía, apareció un "Cambiemos a la cordobesa", una rareza con forma de competencia interna entre dos listas encabezadas por dos radicales. Una lista es la expresión genuina de todos los partidos integrantes de la alianza. La otra, al decir de su representante, sería puramente radical. Es que Ramón Mestre adhiere a la idea de consenso, pero de consenso caprichoso. Del que no acepta métodos más o menos objetivos de definición.
Cambiemos quiere ganar en Córdoba.
El ciudadano pide unión para ganar.
Se siente.
Se percibe.
Se ve en los números.
Cambiemos se inclina por el candidato más competitivo: Mario Negri. Pero la respuesta es un "no al dedo de Buenos Aires", "vamos con lista pura radical". Consejo de ¿quién? ¿Algún conspicuo dirigente nacional quizás? (Casualmente, el único dirigente nacional invitado a la asunción de Mestre). ¿Nos quiere hacer jugar a los cordobeses la carta de la autonomía ante Buenos Aires frente a la Casa Rosada, sin decir públicamente que en ese tablero mueven sus fichas otros jugadores?
La ciudadanía exige unión para ganar. El votante entendió la función de Cambiemos en el contexto históricamente cíclico de nuestro país. Por qué obligarlo, entonces, a dirimir en contra de su deseo. En campaña, aun siendo una interna, existe un contrato moral que se pone sobre la mesa. El ciudadano no es tonto, sabe quién no representa lo que declama.
En el momento en que juntamos todas las facturas desde 1998 para cobrarle a Unión por Córdoba con intereses estos 20 años de desmanejos, asoma la misma terquedad, la misma ceguera política. Mientras, Schiaretti se frota las manos.
O cambiamos con Cambiemos o no cambiamos nada.