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El mismo ajuste, el mismo déficit: otra pesada herencia de Macri a Fernández

Dos años de austeridad con el FMI dejan un desequilibrio superior a 4,5% del PBI. Convertirlo en superávit, clave para renegociar la deuda. La dificultad de reactivar. Jubilaciones, un ítem sensible.

“En la Argentina nunca se hizo un ajuste de esta magnitud sin que caiga el Gobierno", dijo un año atrás Nicolás Dujovne. En efecto, Mauricio Macri no debió buscarse un helicóptero, pero esa política le hizo perder las elecciones, dato que relativiza la proeza que narraba el entonces ministro de Hacienda. Lo llamativo, sin embargo, es que ese sacrificio político (por no hablar del de toda la sociedad) no cumplió con su objetivo principal: revertir el desequilibrio fiscal del país. Así, la administración saliente le deja a Alberto Fernández un rojo fiscal total (que surge del primario, es decir el previo al pago de deudas, y del financiero) superior al 4,5% del Producto Bruto Interno (PBI), un problema que dificulta la deseada reactivación y la meta de renegociar satisfactoriamente la deuda pública.

 

“Mis socios más importantes en el gobierno van a ser los que exporten porque son los que traen divisas”, dijo el presidente electo el fin de semana en una entrevista. De inmediato, para justificar el incremento en ciernes de las retenciones, señaló que “en la Argentina que viene todos tenemos que hacer un esfuerzo. Lo tendrá que hacer el sector del petróleo, el minero y el del campo (...) Me encantaría no cobrar retenciones, pero le hubieran dicho a Macri, que me va a dejar 5 o 6 puntos de déficit fiscal. Díganme cómo quieren que tenga déficit cero sin mejorar mis ingresos. Una parte lo voy a mejorar haciendo crecer la economía, pero en un primer momento van a tener que hacer un aporte todos”.

 

¿Fernández exageró? No mucho, por lo pronto. Proyecciones de economistas de diferentes extracciones hablan de un piso de déficit fiscal de 4,5% del PBI, dado que el aumento de la deuda pública de los últimos dos años, básicamente por el préstamo del Fondo Monetario Internacional (FMI), contrarrestó con creces la disminución del rojo primario (antes del pago de deuda) de la que se vanagloriaba Dujovne.

 

El Centro de Investigación y Formación de la República Argentina (CIFRA), vinculado a la Central de Trabajadores de la Argentina (CTA), señaló en su último informe que “en el marco del significativo ajuste del gasto público que estaba acordado con el FMI, el déficit primario se convirtió en un leve superávit de 0,2% del PBI en los primeros 9 meses de 2019. Sin embargo, dado el elevado ritmo de endeudamiento, el incremento de los intereses provocó que el déficit fiscal total ascienda a 4,7% del PBI”.

 

 

 

“De esta manera, tienden a corregirse parcialmente los importantes desequilibrios primarios en las cuentas fiscales, que se habían acentuado durante la administración Cambiemos, pero con una elevada carga de vencimientos de la deuda. De allí que el déficit fiscal sea en 2019 similar al que se registraba en 2015”, añadió.

 

Al otro lado del espectro ideológico, de acuerdo con datos del Instituto Argentino de Análisis Fiscal (IARAF), la proyección de déficit fiscal total es de 4,5% del Producto.

 

“Este año tenemos una cuenta de intereses de deuda del orden de 3,5% del PBI. Nuestra proyección de déficit primario para el año es de 1 punto; habrá que ver si aparece algún recurso extraordinario y lo bajan medio punto, pero hoy la proyección es esa. Así que estamos con una proyección de 4 puntos y medio”, dijo este martes Nadin Argañaraz, titular del IARAF, a FM Milenium.

 

 

Una recuperación del poder adquisitivo de las jubilaciones añadiría un punto del PBI al déficit fiscal. Eso es así porque el cambio de la fórmula de movilidad ató la evolución de las prestaciones a la inflación pasada. Así, cuando el nivel de precios sube, como ocurrió y con fuerza en los últimos dos años, estas pierden poder adquisitivo. En cambio, cuando la inflación cae, recuperan terreno.

 

 

“Cuando la inflación descienda y se estabilice, deberíamos tener un aumento del gasto por movilidad de jubilaciones, pensiones y Asignación Universal por Hijo (AUH) del orden de un punto del PBI. Entonces, si se tiene en cuenta esto, se llega a 5,5% de déficit fiscal”, añadió Argañaraz, ya cerca de los dichos de Alberto Fernández.

 

La causa de lo anterior es que el cambio de la fórmula de movilidad previsional ató la evolución de esas asignaciones a la inflación pasada. Así, cuando el nivel de precios sube, como ocurrió y con fuerza en los últimos dos años, estas pierden poder adquisitivo. En cambio, cuando la inflación cae, recuperan terreno.

 

De ese modo, la pérdida de poder adquisitivo del 26% que sufrieron las jubilaciones, las pensiones y la AUH desde septiembre de 2017, según datos del IARAF, resultó clave para lograr el ahorro de gasto y la mejora del resultado fiscal primario exigidos por el FMI. Cabe recordar, en ese sentido, que el acuerdo Stand-by con el Fondo establece para este año un objetivo de déficit primario de 0,5% del PBI y para el año que viene, un superávit de 2%.

 

Según el instituto que dirige Argañaraz, para el año que viene se proyecta un rojo fiscal primario de 2 puntos del PBI. De ese modo, y dado que se parte de un déficit de 1%, una ratificación de la pauta actual de superávit en la renegociación en puerta con el Fondo supondría un ahorro total de 3 puntos, equivalentes en lo económico a 13.500 millones de dólares y en lo político a toda una utopía, si es que Fernández quiere evitar correr el destino que Dujovne creyó haber eludido. Un elemento a favor de la necesidad de reactivar es, además de lo bienvenido que resultaría socialmente, que eso permitiría revertir la pérdida de 1 punto del PBI registrada este año en relación con el anterior en materia de recaudación por merma del consumo (IVA) y empleo (aportes a la seguridad social).

 

Un ahorro fiscal grande va a llegar por el lado de la renegociación de la deuda. Sin embargo, para que esa gestión sea exitosa, el país deberá demostrar que irá acumulando también un superávit primario, garantía de capacidad de pago futura.

 

La suma del aumento previsto de las retenciones y de Bienes Personales no permitiría alcanzar semejante objetivo, por lo que, a falta de acceso al mercado para tomar deuda nueva, lo que queda es la emisión monetaria. Para el credo heterodoxo que predominará en la futura administración eso no debería necesariamente generar mayor inflación, pero el peligro existe y el piso del que se parte, del orden del 55%, peligrosamente elevado.

 

Desde ya que un ahorro grande va a llegar por el lado de la renegociación de la deuda con los tenedores privados, lo que impactará en los primeros años de vigencia de ese acuerdo en menores déficits financiero y total. Sin embargo, para que esa gestión sea exitosa, el país deberá demostrar que irá acumulando también un superávit primario, garantía de capacidad de pago futura.

 

Así, muchos economistas hablan de la necesidad de volver a tocar la fórmula de movilidad para evitar que las prestaciones que rige crezcan de manera lineal en relación con la inflación pasada, lo que iría nuevamente en perjuicio de los jubilados. Argañaraz advirtió, en ese sentido, que “si se piensa en cambiar la movilidad, hay que definir muy bien en qué nivel va a quedar ese poder adquisitivo. No es una cuestión sencilla en términos de impacto social”.

 

Además, sin una recuperación del poder adquisitivo de las jubilaciones y de salarios que, en general, perdieron un 16% contra los precios, la puesta en marcha de la economía prometida por el presidente electo sería difícil en un país en el que el consumo da cuenta de dos tercios de su economía.

 

La herencia macrista es pesada y el camino al futuro, demasiado angosto.

 

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