“Vine para decir que no somos boludos. No me esperaba esta repercusión, pero me decidí a venir cuando me invitó Mariana (Zuvic)”, le contestó a Letra P el actor Alfredo Casero, en referencia a la referente de la Coalición Cívica, cuando la marcha del 21A transitaba su clímax de convocatoria.
Mientras el conductor de una costosa camioneta lo saludaba como a un “rockstar”, Casero recibía los besos y abrazos de una multitud de hombres y mujeres, en su mayoría de la tercera edad, que se agolpaban frente al anexo del Congreso para saludarlo. Aunque la instrucción de Cambiemos buscó evitar la presencia de políticos de la alianza gobernante, el actor pasó por medio de la multitud por escasos 20 minutos, después de las 19, cuando miles de personas ya exigían el desafuero de la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner y la sanción de la ley de extinción de dominio.
“¡Queremos flan! ¡Queremos flan! ¡Sos un genio Alfredo!”, lo elogiaban las señoras que se dieron cuenta de la llegada del actor a la marcha, presuntamente espontánea, pero promovida por las redes sociales y por whatsapp, a manos de los mismos impulsores de las marchas posteriores a la muerte del fiscal Alberto Nisman. La alusión al postre confirmó la multiplicación viral, en pocos días, de la respuesta que ofreció en un programa televisivo para graficar su opinión sobre las críticas y reclamos ante la situación económica actual, cuando al presidente Mauricio Macri le faltan cuatro meses para cumplir su tercer año de mandato.
Casero no estuvo solo. Además de la compañía que le dedicó la parlamentaria del Mercosur, Zuvic, también se fotografiaron a su lado los diputados nacionales del PRO Cornelia Schmidt-Liermann y Pablo Torello, que estaban exultantes en medio de la multitud que los elogiaba a gritos, en medio de cantos como: “Argentina, sin Cristina” y “Bonadio, querido, el pueblo está contigo”. Sólo dos de la decena de cantos que bramaban los presentes, pero que formaron parte de una movilización catártica, protagonizada por el núcleo más duro de votantes de Cambiemos, que ya formó parte de tres marchas de este tipo desde que Macri llegó a la jefatura del Estado.
Mientras los pocos asistentes más jóvenes se animaban a trepar las rejas del Congreso, “para mirar mejor”, una grupo de adultos mayores se concentraba en la intersección de las avenidas Rivadavia y Callao, domicilio formal del kilómetro cero capitalino. Algunos llevaron valijas vacías, o un bolso, que levantaban con los brazos como parte del cotillón que utilizaron los manifestantes, mientras gritaban: “No vuelven más”, “Nisman, presente, ahora y siempre”, “Porota presa”, “Vinimos sin choripanes”, “El que no salta es un ladrón” y otras expresiones de un claro sesgo antiperonista, como “Se va a acabar, se va a acabar, esa costumbre peronista de chorear”. Todo acompañado por un recurrente: “Vinimos con la SUBE”, destinado a exhibir que no habían viajado colectivamente en micros, otra de las imágenes que Cambiemos busca explotar discursivamente en una nueva apuesta para reanimar la polarización con el kirchnerismo.
Salvo por la brevísima aparición de Casero, la convocatoria registró distintos picos de catarsis, pero no tuvo oradores. En medio de los gritos hubo un segundo grupo de diputados nacionales que pasó inadvertido, porque procuraron mantenerse lejos de la hiperexposición que eligieron Zuvic, Torello y Schmidt-Liermann, cuando buscaron rodear al ex “Cha-Cha-Cha”. Ellos fueron: Alicia Terada, Héctor “Toty” Flores, Juan Manuel López, Javier Campos, Paula Oliveto, Marcela Campagnoli y Waldo Wolff, además de Graciela Ocaña, la única de los legisladores presentes que no integra formalmente las filas de la Coalición Cívica.
Con puntualidad casi prusiana, la marcha comenzó a las 19 y se extendió hasta pasadas las 22. Frente a la confitería El Molino, ubicada en la misma esquina, un vendedor ambulante había llevado los pañuelos verdes que hace dos semanas había comercializado como “pan caliente”, en la concentración que rodeó al Congreso durante la sesión del Senado por la fallida sanción de la ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE). A diferencia de las demostraciones anteriores, el trabajador ambulante no vendió nada, mientras atajaba las ásperas interpelaciones de las manifestantes que elegían acercarse.