Bienvenida a la política, María Eugenia

Vidal con Inza: en una semana la promovió, la defendió, la designó y la echó.

 

La conferencia de prensa brindada este miércoles al mediodía por la gobernadora María Eugenia Vidal para anunciar la ampliación de políticas sociales terminó con la declaración menos pensada: la mandataria bonaerense le pidió la ”renuncia preventiva” a su amiga y mujer de confianza María Fernanda Inza, que tan solo una semana antes había conseguido que el Senado aprobara su pliego de designación como contadora general de la Provincia y apenas 48 horas antes había jurado ante el vicegobernador Daniel Salvador.

 

Cuentan que la decisión de Vidal estuvo marcada por un llamado del presidente Mauricio Macri, que le exigió que tomara cartas en el asunto para que el tema no cayera sobre sus espaldas en el encuentro con los medios que el jefe de Estado mantendría en Olivos unas horas después, en la tarde noche de ese día agitado.

 

Algunos hablan de gritos y malestares internos. Lo que nadie aclara es por qué un tema relativamente menor (recaudación de la campaña legislativa 2017 de Cambiemos, donde Vidal no fue candidata) le pega directamente a la gobernadora y por qué tuvo que pasar más de un mes, desde que la mandataria en persona acusó a la investigación del periodista Juan Amorín de ser una denuncia kirchnerista, para que llegara la decisión de hacer saltar al fusible Inza.

 

Es relevante hacer un breve repaso de cómo llega Cambiemos al gobierno de la provincia más grande de la Argentina.

 

En 2015, el partido PRO no tenía la personería jurídica activa porque no se había presentado en las tres elecciones anteriores.

 

La UCR, su principal aliada, acumulaba 28 años sin gobernar este territorio y se diluía en una representación legislativa en proceso de extinción.

 

Luego de hacerse de la triple corona (Nación-Ciudad-Provincia) y de una cantidad importante de municipios y sin una fauna política autóctona, las diferencias internas derivaron en la eyección de los espacios de toma de decisiones de uno de los armadores que mayor conocimiento tenía de las tierras bonaerenses, Emilio Monzó, y en la construcción de un equipo de “gestión” política sin capilaridad territorial y con un notorio desconocimiento de la realidad de la provincia.

 

El resultado no podía ser otro: una serie de errores no forzados y el aislamiento de un staff ministerial expulsivo de sus socios políticos.

 

 

 

La construcción de “lo nuevo” prescindió, además, de referentes del peronismo que habían decidido acompañar a la gobernadora, como Osvaldo Mércuri en Lomas, Miguel Saredi en La Matanza, Cacho Álvarez en Avellaneda y otros actores de la Tercera sección electoral, la región más poblada de la provincia y la más esquiva al control territorial de fuerzas no pejotistas.

 

Más: el núcleo duro del poder PRO mezquinó espacios de participación a dirigentes que habían sido candidatos en representación de esa fuerza pero no habían logrado ganar sus distritos o estaban en lugares expectantes en las nóminas parlamentarias.

 

En definitiva: para construir “lo nuevo”, la gobernadora sepultó la tradición política del desarrollo de estructuras territoriales -el modelo de punteros- y lo cambió por uno más naif que reniega de esa cultura atávica.

 

“Lo nuevo” fue, entonces, el modelo de voluntarios y/o facilitadores que tiene a las redes sociales como la gran herramienta y desarma los mecanismos de intermediación entre el líder/gobernante y los ciudadanos. Los conceptos de pueblo, dirigentes, referentes, sindicatos y partidos se desvanecen y el gobernante -en este caso, Vidal- queda expuesto como primer y único receptor de lo bueno y de lo malo.

 

 

Salvador le tomó juramento a Inza. Mantiene silencio.

 

 

En este escenario, el affaire de la recaudación de fondos para la campaña del frente electoral Cambiemos expone a Vidal como la única responsable de los desmanejos, cuando esto no es así.

 

La gobernadora es la presidenta del PRO e Inza, la tesorera. Son quienes firman la rendición de los gastos de campaña. Pero, como Cambiemos es un frente, Salvador, presidente del Comité Provincia de la UCR, y el tesorero de ese órgano partidario también deberían dar explicaciones -políticas, al menos-, como así todos los representantes de los partidos que adhirieron a la coalición.

 

También debería conocerse cuál es el nombre del encargado de la recaudación, ya que nadie puede creer, más allá de la responsabilidad jurídica que podría alcanzar al presidente y al tesorero de la fuerza en cuestión, que hayan sido quienes estuvieron al frente de una tarea tan menor y administrativa como firmar los recibos de los aportantes de la campaña.

 

Este mapa de situación nos lleva a las siguientes preguntas:

 

¿Quién tomó la decisión de que, en términos de gestión y de política, María Eugenia Vidal, la figura electoralmente más valiosa para la fuerza gobernante no solo a escala bonaerense sino nacional, sea el único escudo de contención frente a la adversidad, sin ministros ni especialistas explicando y llevando adelante las vocerías en cada uno de los temas, con la única excepción del ministro de Seguridad, Cristian Ritondo, un hombre de “la vieja política”?

 

¿Por qué el PRO designó como presidenta del partido a María Eugenia y no puso al frente de la fuerza fundada por Macri a un grupo de intendentes o dirigentes del espacio? Sólo con esta decisión, hoy Vidal no tendría ninguna responsabilidad en este escándalo y serían los responsables partidarios quien deberían rendir cuentas en la Justicia.

 

¿Por qué los dirigentes políticos de la coalición gobernante (el intendente de Mar del Plata, una concejala de Pergamino, el hermano del intendente de Lobería) no le pusieron el cuerpo a la tormenta ni siquiera aceptando que habían realizado su aporte personal a la recaudación, y quienes salieron lo hicieron de manera poco clara, aportando más a la confusión que al esclarecimiento del tema?

 

Los interrogantes revelan la ausencia de política -esa palabra tan denostada- en la fuerza gobernante, porque en términos comunicacionales se puede hablar de “vecinos”, de dar la cara, de estar cerca, de ser diferentes y de tantas otras supuestas virtudes que hacen una presunta diferencia. Pero el poder institucional es ejercido por hombres y mujeres en representación de los partidos políticos, según marca la Constitución, y Cambiemos demuestra que no ha podido darle carnadura política a su representación social electoral, que la ausencia de ámbitos de contención y discusión interna lo ponen frente a su primera gran crisis real y que no se puede hacer política sin hacer política.

 

Gustavo Benedetti deja la puerta abierta a posibles desafíos provinciales o nacionales.
Miriam Niveyro, junto a dirigentes que responden a Karina Milei.

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