En su intervención, antes del anochecer del miércoles, la agnóstica Samanta Acerenza (PRO) fue a fondo con un argumento laicista: “No es nuestro deber aprobar leyes que sean amigables a la Curia ni legislar bajo nuestros preceptos de moralidad. No podemos sucumbir bajo extorsiones de ningún tipo ni imponer criterios dogmáticos al resto de la sociedad”. La licenciada en Ciencias Políticas (UBA) denunció “hipocresía y doble moral” del argumento que decía defender “las dos vidas”. Eso sí; evitó dar nombres.
PROGRESISMO PRO. ¿Destellos liberales en un gobierno conservador? ¿Punto de partida para una facción centrista en Cambiemos? ¿Palabras hirientes entre compañeros, sólo reservadas hasta ahora al off the record, que dejarán secuelas?
Acerenza afirma que nadie le recriminó su postura. No es la primera persona dentro del PRO que dice sentirse “más cerca de la izquierda que cualquier otra cosa”. De todas formas, en línea con argumentos de Jaime Durán Barba, considera que las dicotomías ideológicas son poco elocuentes, lo que le permite cierto eclecticismo.
Por caso, la diputada oriunda del partido de San Martín no se anima a contradecir el respaldo oficialista a las ejecuciones extrajudiciales a manos de policías como Luis Chocobar, procesado por homicidio agravado. “Conozco a la Policía y la he padecido, pero no coincido con la izquierda inútil de nuestro país, que mira siempre al que tiene un arma como un represor; eso es para la gilada, no se asemeja en absoluto a la izquierda liberal”.
¿Memoria, Verdad y Justicia sobre el Terrorismo de Estado? Responde Acerenza: “Por supuesto; recordar todo el tiempo y juzgar para que no vuelva a pasar; no caben los dos demonios. El millón de mujeres que salió a pedir por la despenalización del aborto es democracia pura; ésa es la democracia que quiero”.
Habrá que ver qué opinarán Marcos Peña o Nicolás Massot cuando la diputada bonaerense dé impulso a sus ideas de legalización de la marihuana y la prostitución. Si la necesidad política habilita el escenario, el heredero de los editoriales de La Nueva Provincia deberá pasar otro mal trago.
Una voz con peso le acercó una pregunta insidiosa a Acerenza, que pudo constatar Letra P: “¿María Eugenia (Vidal) está al tanto de lo que vas a votar?”.
Para la diputada, la gobernadora bonaerense, su referente, es una figura “progresista”. Ambas compartieron el ingreso a la política a través del Grupo Sofía, un sello de Horacio Rodríguez Larreta que convocó a jóvenes en la poscrisis del 19 y 20 de diciembre de 2001.
“María Eugenia tiene una postura muy cerrada en contra del aborto por una cuestión religiosa, pero no se le ocurriría pedirme cómo votar; creo que si le tocara, no vetaría el proyecto que aprobamos”, argumenta Acerenza. “Lo que ha hecho María Eugenia en temas sociales es muy progresista”, abunda.
TEORÍA VS. REALIDAD. La expectativa de un gobierno de centro merodeó a Cambiemos desde su formación. Sin embargo, el imperio de la realidad fue desbaratando esas tesis de politólogos, más todavía en 2018, cuando hubo que ajustar clavijas para, según el oficialismo, evitar el desastre.
Gabriel Vommaro, coautor de Mundo PRO y autor de La larga marcha de Cambiemos, no ve en la divisoria de aguas generada por el aborto un puntapié para el realineamiento de un bloque minoritario pero liberal, con capacidad de incidencia en las políticas públicas.
“La postura de este sector en la Cámara expresó un ala cultural que siempre estuvo en el PRO y más aún en la UCR, pero que hasta ahora estuvo subordinada a la línea principal del Gobierno, sobre todo en las cuestiones económicas. Nada indica que Lospennato deje de votar un ajuste feroz en dos semanas si lo pide el Ejecutivo”, razona Vommaro.
En efecto, no se hicieron oir hasta ahora las voces de Acerenza, Wechsler, Lospennato, o las radicales Brenda Austin (Córdoba) o Karina Banfi (CABA), todos ellos portadores de discursos feministas, para cuestionar la deriva económica, ni el alineamiento de la política exterior con Donald Trump y Benjamin Netanyahu, ni las celebraciones oficiales a LA brutalidad policial.
El antecedente del momento estelar que vivió Lospennato esta semana, que llevó a que feministas con poca afinidad con Macri la felicitaran fervorosamente en redes sociales, encontró a la diputada con una actuación menos templada. En diciembre de 2016, un discurso en contra de un proyecto opositor para acomodar el impuesto a las Ganancias llevó a Lospennato a gritarles “tiranos” a sus colegas, con una gestualidad exacerbada que llevó a una profusión de memes en Internet.
EL APORTE RADICAL. El tono municipalista y la elusión premeditada de la polémica ideológica en la gestión del PRO en la Ciudad habían habilitado la idea de que, de una vez por todas, podría emerger un liberalismo democrático en la Argentina, ajeno a los lastres de sus predecesores. Un dato indiscutible marcaba la diferencia: la apuesta de Macri fue por las urnas.
La sociedad con la Unión Cívica Radical alimentó el relato — explicitado por Ernesto Sanz y, en tono de reclamo, por Ricardo Alfonsín — de que el partido de Alem aportaría la dosis de centroizquierda y el de Macri, la de la centroderecha moderna.
Más temprano que tarde, resultó que la UCR llevó tempranamente al gobierno de Macri a tener que dar explicaciones ante organismos internacionales que consideraron que el arresto de Milagro Sala en Jujuy aparenta ser político, algo poco edificante para un gobierno que apunta a Nicolás Maduro con la carta de la democracia liberal.
Con los referentes del PRO y Elisa Carrió dominando la escena de Cambiemos en el área metropolitana de Buenos Aires, otros aportes del radicalismo llegaron de las provincias, como los de la diputada correntina Estela Regidor, quien el miércoles comparó a las mujeres con perras preñadas, o su colega de bancada y provincia Julián Dindart, un cruzado contra de los planes sociales porque llevan a tener hijos para cobrarlos.
El paso por el gabinete de figuras de la UCR (Oscar Aguad, José Cano, Julio Martínez, Ricardo Buryaile) fue tan notorio por su opacidad como por su lejanía de toda señal progresista. Si el radicalismo aportó poco y nada a la moderación, y con la Coalición Cívica uniformada detrás del integrismo de Carrió, podría haber sido el turno para que se hicieran notar los liberales laicos del macrismo.
VOLVER A LAS FUENTES. El último tramo encontró al gobierno de Macri despojado de sus proclamas gradualistas, para abrazar la temida receta neoliberal pura y dura, ejecutada por quienes creen en ella sin inhibiciones. En Agricultura, se dio un upgrade desde un hombre de CRA al jefe de la Sociedad Rural, Miguel Etchevehere. La ministra Patricia Bullrich sigue condecorando a policías que disparan por la espalda mientras refuerza el tono belicista contra mapuches y La Garganta Poderosa. El acceso a negocios vinculados con el Estado de capitalistas amigos o directamente familiares no se inscribe en el credo más ortodoxo en el autor de La Riqueza de las Naciones.
A falta de una estrategia que los aglutinara, referentes liberales —algún diputado, un director de cine, varios periodistas, escritores, la funcionaria anticorrupción— se metieron de lleno en el barro de las redes sociales y los paneles televisivos. Fue allí donde encontraron su desempeño más sonoro, al precio de demasiadas chicanas tuiteras y pocas ideas críticas.
Al fin al cabo, la ilusión del Cambiemos progresista nunca incluyó a Macri en ese rótulo. El mérito que algunos describieron en el Presidente era su capacidad para convivir con quienes no pensaran como él, pero su trayectoria de décadas de vida pública tornaban irreal la pretensión de ubicarlo en la senda de Olof Palme, salvo para las voces más exacerbadas.