Desde que Mauricio Macri llegó a la Casa Rosada, el anciano premio nobel de literatura, Mario Vargas Llosa, disfruta su cercanía con la intimidad del poder en Argentina, el país donde construyó y potenció el perfil que sus viejos colegas del boom latinoamericano jamás habrían imaginado medio siglo atrás. Hace diez años, cuando cumplió los 72, fue agasajado en la Ciudad de Rosario por la Fundación Libertad, una ong conservadora que combinó su vigésimo aniversario con el cumpleaños del escritor. Para el evento, convocado en 2008, participaron invitados especiales como el ex funcionario de la Casa Blanca, Roger Noriega (un “halcón” retirado de la administración de George W. Bush) y políticos como Patricia Bullrich, su primo Esteban, y flamantes funcionarios del gobierno porteño, estrenado por entonces por otro “amigo” de la fundación: Mauricio Macri.
El peruano Vargas Llosa nació el 28 de marzo de 1936 y celebró sus 72 en Rosario, en el Auditorio del Parque España, donde los enviados de Macri al evento repartían las primeras carpetas de la Fundación Pensar, una marca desconocida dentro de “Compromiso para el Cambio”, con el fin de apoyar a la administración porteña, pero también para postularse al financiamiento del Departamento de Estado de los Estados Unidos, que por entonces participaba activamente del encuentro rosarino.
Una década y un mes después de aquellos días, Gerardo Bongiovanni, el único presidente de la Fundación en tres décadas, recordó ese momento y lo comparó con el presente, desde un escenario compartido con Macri, su par chileno Sebastián Piñera y Vargas Llosa, en el comienzo de la cena aniversario, realizada este jueves en Parque Norte. Sus palabras reflejaron el proceso de acumulación política de una fundación conservadora, creada en el corazón de la pampa litoraleña. “Hace 30 años un grupo de personas, entonces jóvenes empezamos con este proyecto en una pequeña oficina de la ciudad de Rosario, comenzamos a crear esta fundación, para defender la democracia, la libertad y el respeto a la propiedad privada”, arrancó el hombre, luego de que Piñera bromeara con su cargo: “¿Treinta años? ¡Pero Usted es un presidente vitalicio!”, dijo el mandatario chileno sin saber que sus palabras fueron escuchadas en vivo.
Bongiovanni, sin sonrojarse, continuó: “Pasaron muchas cosas, devaluaciones, crisis, asonadas militares, y pasamos distintas celebraciones. Recién recordábamos que festejo de los 20 años de nuestra fundación coincidió con el paro agropecuario y tuvimos que sufrir distintos episodios de violencia, porque el ómnibus que lo llevaba a Vargas Llosa fue apedreado durante su cumpleaños”, recordó el rosarino, en referencia a la movilización organizada por organismos de derechos humanos para repudiar la presencia de Noriega y el escritor en la ciudad. De inmediato viajó al presente, miró a los dos presidentes y celebró: “No me puedo imaginar mejor manera que celebrar estos 30 años con este panel, y con este clima de cambio liderado por el presidente Macri y en compañía de otros presidentes, y algunos otros que ojala puedan ocupar esos lugares muy pronto", vaticinó el orador en referencia al evento que encabezó este jueves por la tarde en la legislatura porteña, donde los mandatarios y el escritor se fotografiaron con el colombiano Ivan Duque, candidato presidencial por la derecha que lidera el ex mandatario Álvaro Uribe.
Acostumbrado a los homenajes, el escritor peruano dimensionó la importancia del encuentro. “Me siento intelectual y políticamente muy cerca de estos dos presidentes”, definió antes de comenzar una breve conversación de 30 minutos, ante un auditorio de cien comensales que llegó a pagar más de 15 mil pesos por el cubierto. Piñera felicitó al organizador y a Vargas Llosa “por 30 años de defender la libertad y reconocer que la lucha por la libertad nunca es fácil, los enemigos de la libertad son poderosos, por su fuerza, pero también por nuestra debilidad para defender la libertad”. Macri hizo lo propio, pero remarcó que en toda América Latina “reina la democracia, salvo el triste caso de Venezuela”.
El premio nobel coordinó el intercambio y les preguntó a los dos presidentes sobre el papel de la educación, uno de los disparadores que utiliza desde que comenzó con sus charlas itinerantes para hablar de política en los noventa. “Argentina tuvo el sistema educativo más extraordinario, acabó con el analfabetismo, era un modelo para el mundo. ¿Qué pasó para que ese sistema se desmoronara y pase a ser el característico del tercer mundo?”, le preguntó a Macri, mientras que a Piñera le recordó que “Chile es el país que avanzó más rápidamente hacia la modernidad en los últimos años, pero hemos visto marchas de estudiantes descontentos, ¿cómo se explica que un país con ese crecimiento genera un enorme descontento entre los jóvenes?", quiso saber el peruano en tono cándido.
El chileno primero reivindicó a Macri, y sostuvo que “se requiere mucha visión, coraje y perseverancia para asumir la noble tarea de enmendar el rumbo y poner a la Argentina en la senda del desarrollo, y terminar con décadas de decadencia que le han costado sangre, sudor y lágrimas, porque el populismo es más fácil, pero decirle a un país la verdad requiere coraje, visión, perserverancia y sobre todo mucha voluntad”, lisonjeó Piñera y el auditorio estalló en aplausos.
A su turno, el destinatario de los elogios apuntó a la educación, pero especialmente “al populismo” y a los gremios docentes. “Estamos acá convencidos de que aprendimos. Los argentinos tuvimos una fiesta de populismo. Como buena fiesta nos emborrachamos y al día siguiente tuvimos un fuerte dolor de cabeza y eso nos llevó a decidir un cambio cultural, que deviene en cambios económicos que esperemos reduzcan la pobreza y nos lleven al desarrollo económico. Todos estamos obligados a entrar al mundo digital, con lo cual tenemos que preparar a nuestra gente, pero tal vez en la educación, hoy tenemos estas equivocaciones del estado que cede ante presiones de cierto gremialismo que se ha sentido dueño de la educación pública, y han llevado al sistema hacia la destrucción del mérito y que no se pueda pagar adicional por trabajar en zona vulnerable, a sistemas de licencias permisivos, todas cosas del sistema que deja de estar frente al alumno”, definió.
“Ellos (por los sindicatos docentes) han acumulado mucho poder y hacen el daño mayor que es interrumpir con los paros. No puede ser que tengamos gremios donde les mostramos evaluaciones donde una mitad de los chicos no va a terminar, y la otra mitad tiene conocimientos básicos. Frente a eso les decimos que hagamos algo, que nos capacitemos, y en vez de decirnos que se suman, se oponen. Más allá de que los docentes sí quieren hacerlo, cada día cuenta, no podemos perder el tiempo. No hay que enojarse con la educación privada, lo que hay que mejorar es la educación pública”, disparó el Presidente en el tramo más jugoso de la exposición, dedicada a uno de los núcleos más ideologizados del arco conservador que sustenta a la alianza gobernante.
El segundo plato de la conferencia fue Venezuela, que Vargas Llosa definió como “ese país que por culpa de un socialismo anacrónico está muriéndose de hambre y está exportando a miles de venezolanos". Macri opinó que “el mundo tenía que reaccionar antes, porque muchas de esas cosas ya se veían desde la época de Hugo Chávez y la mayoría lo negaba. Ya desde ese momento se empezaron a violar los derechos de los venezolanos, por eso no vamos a reconocer las elecciones", repitió el Presidente y se llevó uno de los aplausos más fuertes de la cena, delante del mismo intelectual que lo reivindica desde que era un ignoto empresario de derecha, que aportaba fondos para una fundación que, hace una década atrás, no lograba cruzar los límites de Santa Fe.