La ambigüedad radica en que supedita un aumento del precio del dinero a que peligre la meta anual de inflación y, a la vez, a que mayo no le traiga, como espera, noticias más tranquilizadoras. La trampa argumental, con todo, es que “la meta nació muerta”, como dijo quien fuera uno de sus rivales más enconados en la interna de Cambiemos, el ex presidente del banco Nación Carlos Melconian. Y que mayo, se descuenta, llegará con precios algo más calmos.
En la misma línea, el analista financiero Christian Buteler comentó, consultado por este medio, que, “más que preguntarle qué tasa de inflación de mayo gatillaría una suba de tasas, yo le preguntaría por qué no lo hizo en los últimos meses. Recordemos que los aumentos de los precios regulados (tarifas) estaban previstos y que, en medio de ese proceso y de una suba del dólar, el Banco Central bajó la tasa. Ahora que pasa el temblor, ¿para qué la va a subir?
Conociendo que la convicción íntima del titular de la autoridad monetaria es la de combatir la inflación con tasas de interés reales muy positivas, sus señales ambiguas deben ser interpretadas en el contexto de una pelea política en la que avisa pero aún no logra imponer su visión. Eso fue, ni más ni menos, lo que le ocurrió el 28 de diciembre, cuando se anunció en conferencia de prensa el “plan de los santos inocentes”, esto es el relajamiento de la política monetaria.
Según Pablo Castagna, director de Portfolio Personal, “el Gobierno acusó recibo del desánimo que hay en la sociedad por el aumento de tarifas y, al pasar, Sturzenegger avisó que el Banco Central va a hacer lo que tenga que hacer. Fue un mensaje claro a la Casa Rosada”.
Tal es la confusión, que los economistas consultados para este artículo no se ponen de acuerdo con que el jefe del Central finalmente reactive la política monetaria hardcore. Collante y Buteler no ven cambios; Castaña cree que “el Gobierno no puede permitirse que el ruido por la fuerte suba de tarifas de los primeros tres meses del año siga pegando en su imagen, por lo que que, si es necesario, va a usar todas las herramientas disponibles para bajar la inflación, y la más fácil de ellas es la suba de tasas”.
Federico Furiase, director de la consultora EcoGo y profesor en la Maestría de Finanzas de la UTDT, ofrece una salida intermedia. “Lo más importante que hizo Sturzenegger es que buscó reforzar el canal de las expectativas. Pero, paradójicamente, cuanto más creíble sea el compromiso de subir la tasa en caso de resultar necesario, más rápidamente se va a establecer la oferta de dólares por carry trade”, esto es la especulación con tasas en pesos para obtener fuertes ganancias en dólares, la clásica bicicleta nacional, “y el tipo de cambio va a dejar de tener presión, lo que va a servir para ahorrarle al Banco Central el tener que realizar esa suba”.
“Para que el Banco Central pueda evitar tener que subir la tasa, la inflación mensual debería viajar al 1,1 o 1,2%, consistente con una anualizada del 15%”, agregó. “Por eso, hay que ver cuán creíble va a ser esto para el mercado, porque la inflación puede desacelerarse a partir de mayo pero probablemente no en línea con lo que espera el Central. Si esto último se da, el mercado va a requerir una señal de tasa de interés”, completó el economista de EcoGo.
Ahora bien, la política de metas de inflación y tasas altas no fue precisamente un éxito para Sturzenegger en 2016 y 2017, algo que queda velado pero que no debe olvidarse por el hecho de que también haya sido un fiasco lo ocurrido desde el giro que le impuso Marco Peña.
Es difícil importar ideas. Un movimiento, incluso leve, de la tasa puede resultar eficaz en una economía como la de Estados Unidos, en la que la inflación anual equivale a la que aquí sufrimos en un mes y en el que el crédito al sector privado representa un 200% del PBI. No es el caso de la Argentina, donde esta relación no llega al 15%. En otras palabras: subir la tasa cambia la ecuación en un sector muy pequeño de la economía nacional.
Gabriel Zelpo, economista jefe de Elypsis, explicó en diálogo con este portal, que “la gran inconsistencia es creer que con la tasa realmente se puede volver a encaminar la inflación. Ya se observó que eso no sucedió: el efecto de la tasa de interés es limitado en la economía argentina. Al decir esto no pido cambiar de instrumento, sino solo señalar que tiene límites”.
La idea de elevar el costo del dinero pega, pero lo hace por una vía indirecta: al incentivar la colocación de ahorros en pesos, desalienta la demanda de dólares y tiende a convertir el tipo de cambio en un ancla antiinflacionaria. Algo que, como toda medicina experimental, tiene efectos colaterales severos, en este caso un atraso cambiario que sigue deteriorando las cuentas externas del país y alimentando la necesidad de tomar deuda para que esos dólares se vayan de inmediato por la canaleta del déficit comercial y los viajes a Río y Miami.
De acuerdo con Buteler, “en los próximos sesenta días, salvo que haya algún cambio en el contexto internacional, el dólar debería estar tranquilo porque vienen los dos meses de mayores ingresos del campo, por más que esta vez no vayan a ser tan fuertes como en los últimos años debido a la sequía. Después de eso, habrá que ver. El dólar es un gran inconveniente, porque lo que subió este año ya fue prácticamente alcanzado por la inflación. Si se lo deja así, se atrasa; si se lo sube fuerte, alimenta la inflación. El año que viene, con elecciones, también habría que esperar que lo planchen”.
Arnaldo Bocco, director del Departamento de Economía y del Observatorio de la Deuda Externa de la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo (UMET), enfatizó, desde una perspectiva diferente, ese mismo punto. Con sus dichos, “Sturzenegger le está diciendo al Presidente que el sistema de bajar la tasa no va más. Le explica que eso inyecta plata, lo que a su vez lo lleva a tener que controlar el mercado cambiario al costo de 7.000 millones de dólares de reservas y a no poder impedir que la inflación siga alta. De ese modo, pide que lo dejen volver a subir la tasa, aunque eso reduzca un poco la actividad, para modificar la reputación negativa que él adquirió a partir del 28 de diciembre. ¿Cuál es el riesgo de eso? Que planchan el dólar, que con la inflación el salario (real) baja y que vuelve el carry trade, o sea la bicicleta financiera”.
¿Qué depara el futuro? Por lo pronto, hay temor a una nueva vuelta de tuerca sobre un atraso cambiario pernicioso y a una ralentización fuerte de la economía.
Para Collante, “seguramente se va a incentivar el carry trade y se va a seguir atrasando el dólar. Todo lo que se vincule con ventas de productos vinculados con esa moneda, como electrodomésticos, autos y alimentos, así como el crédito, deberían ayudar a anclar un poco los precios. Pero obviamente eso tiene patas cortas, porque el tipo de cambio real ya se está apreciando y la tendencia es que lo haga más rápidamente”.
Buteler, en tanto, proyecta “una economía en la que la inflación que va a seguir pegando duro, con un primer semestre que va a estar entre el 12 y el 13% y un segundo que va a andar entre el 9 y el 10%. El objetivo para el Gobierno es cerrar el año en menos del 20%, pero creo que tampoco lo va a lograr”.
A nivel de calle, el especialista vaticina que “el consumo se va a resentir, porque las paritarias están viniendo por debajo del aumento de los precios. También la recaudación (impositiva) va a resultar afectada. Así, veo una economía interna difícil, que se va a parecer, aunque no con la misma profundidad, a lo que tuvimos en 2016. Probablemente haya una caída, un freno importante en el segundo trimestre, y a partir de ahí veremos qué medidas toman para incentivarla”.
Bocco coincide. “La inflación va a seguir siendo alta y el tipo de cambio seguramente va a seguir planchado, porque va a haber ingreso de capitales para bombear la bicicleta”, dijo.
Una duda final se impone. ¿Qué efectos tendrá ese combo cuando esté por comenzar el 2019 electoral?