

Cristina no duda, nunca lo hace. Su enorme capacidad elocutiva, adorada por sus adeptos y odiada por quienes se reconocen en la vereda de enfrente, se hizo carne en el discurso que dio en el marco del Primer Foro Mundial del Pensamiento Crítico, organizado por Clacso.
La cita fue en Ferro, este lunes cerca del mediodía, y la senadora dio uno de los discursos que bien podrían rememorar a sus mejores épocas como presidenta. Incluso, recibida por el ya tradicional cántico “Cristina, Cristina, Cristina corazón, acá tenés los pibes para la liberación”.
Un “clásico” discurso de Cristina: una clase magistral en la que expuso, sin ambages, los temas que son hoy agenda del panorama político.
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Habló del neoliberalismo y de los modos de definir ideologías, de las diferencias entre los logros de las gestiones kirchneristas y las derrotas del macrismo, de los planes sociales, de los pañuelos verdes y celestes –un guiño al sector eclesiástico que ya está generando rispideces al interior de su propio espacio político–, de la particularidad del “fenómeno Bolsonaro”, del poder de las redes sociales y de las fake news.
El encuentro fue presentado, desde los medios, como una “contra cumbre” frente a la proximidad de la cumbre del G-20. Sin embargo, aquí Cristina insertó el concepto que recorrió su discurso: nada más ni nada menos, que el de pueblo. Alejándose del debate entre derechas e izquierdas y planteándose abiertamente en oposición a considerar al Foro como una “contra cumbre”, Fernández de Kirchner propuso una revisión de categorías propias de la politología y la sociología, haciendo con ello honor al título de su conferencia: “Capitalismo, neoliberalismo y crisis de la democracia”.
La escenografía fue la habitual: Cristina se sienta, marca una hoja de ruta –de la que raramente se corre–, define un enemigo, un conjunto de conceptos y cuenta una historia. Pero no cualquier historia, sino la historia que ayuda a explicar el porqué de la situación actual. Ya en 2008 empezó a oponerse a la historia “que siempre nos contaron, la historia de Billiken” (09-07-08), y con eso delineó lo que, desde el discurso académico, se denomina el ethos. Esto es: ciertas características a partir de las cuales el enunciador inviste su enunciado, conjugando modos, entonaciones, elecciones argumentativas. Una forma de presentarse, de mostrarse a sí misma, de definirse; más no solo desde lo que efectivamente se dice sino del lugar institucional del que se habla. De aquí que el ethos de Cristina sea asociado a algo del orden de lo profesoral, de la conferencia magistral en la que ella, sin dudar, expone desde la economía a la política, pasando por la psicología, lo simbólico y la sociología. En este marco, su intervención en el Foro fue fiel a su estilo y su riqueza estuvo, en gran parte, en la definición de estos conceptos.
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Hay algo que no es novedad: todos los políticos, en pos de construir un relato estable sobre el que erigir su identidad y sus lazos colectivos se postulan como dueños de una verdad que no es sujeta a negociación. Sin embargo, lo que sí es característico del discurso de la ex presidenta, y que lo distingue notablemente de las palabras de Mauricio Macri, es la fineza –o el detalle– de los términos que hacen al eje de su exposición. En este caso, Cristina dio cuenta de categorías que se entretejen y que sirven para definir y caracterizar, al menos, la coyuntura argentina: el pueblo, la igualdad, el neoliberalismo, la diferencia entre la legalidad y la legitimidad de un gobierno. Lejos del típico “no somos infalibles” del gobierno macrista, lo que se destaca del discurso de la ex presidenta es aquello que se presenta casi como una entrada de diccionario. Esto es esto y no aquello.
“El neoliberalismo es una construcción política del capitalismo, como lo fue también el Estado de Bienestar”, afirmó la actual senadora cuando promediaban los 20 minutos de su exposición. Y junto a eso, se hizo eco de cierto discurso recurrente en torno a las asignaciones universales que vinculan el cobro de un plan social con un sujeto “vago que no quiere laburar”. Es en ese vértice en el que el neoliberalismo exacerba, de acuerdo a la mirada de CFK, los aspectos negativos de la condición humana en torno a la igualdad, que no es entendida como un componente inherente de nuestra especie sino como una construcción política.
¿Discurso de campaña? Quizá sea muy pronto y poco útil preguntarse esto, aunque los medios ya comienzan a hablar del discurso electoral y de cuáles fueron las claves de esta intervención para pensarla en esos términos. Organizado por el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, la puesta en escena se acercó más a lo académico –basta observar, por ejemplo, la pantalla que se encontraba detrás de Cristina – pero sin por eso dejar atrás el componente eminentemente político. Lejos de algoritmos, fake news y redes sociales, Fernández de Kirchner vuelve a invitar a ese terreno que en algún momento ganó: “porque la calle, siempre la calle, sigue siendo el escenario de la política y de las grandes transformaciones”.