El dirigente cercano al papa Francisco, que desde hace años trabaja por la incorporación de la CTEP a CGT, lamentó la salida de Juan Carlos Schmid de la cúpula de la central, ya que el titular de Dragado y Balizamiento fue uno de los promotores del acercamiento entre trabajadores formales e informales. “La conducción actual de la CGT está defraudando las expectativas de muchos trabajadores”, sentenció.
BIO. Hijo de un histórico dirigente de la organización peronista Guardia de Hierro, Juan Grabois, comenzó a militar en mediados de la primera década de este siglo. Impulsor de la organización de los cartoneros, creó el Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE), una de las agrupaciones que conforma actualmente la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP). Su trabajo con los recicladores urbanos de la ciudad y la lucha contra el trabajo esclavo lo acercaron al entonces cardenal de Buenos Aires, Jorge Bergoglio, que después fue entronizado papa. En su rol de abogado, patrocinó a buena parte de los militantes y dirigentes políticos opositores que afrontan causas judiciales, desde donde entabló una relación personal con la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner.
-¿Qué indica el termómetro social de la CTEP sobre el impacto y las consecuencias de la la crisis económica actual?
-La situación social en Argentina necesariamente hay que mirarla en un contexto histórico y geográfico con el cual compararlo. Objetivamente, por lo menos desde nuestro parámetro de lo que es la fiebre, que expresa la injusticia social, la situación es mala y era mala hace cinco años. Ahora es peor. Es peor en términos de la cotidianidad de la vida de nuestros compañeros y compañeras de los sectores populares por algo muy sencillo y fácil de medir, como es la pérdida del poder adquisitivo. Es una variable muy importante, sobre todo para los que gastan la mayor parte de sus ingresos en comida, porque si se deteriora esa variable se deteriora la capacidad para alimentarse, pero no es la única. Si uno ve la situación social en relación a los ingresos y al poder adquisitivo está mucho peor que antes. Si uno ve la situación social desde el punto de vista estructural está peor que antes. Sacás el mucho, porque lo estructural no cambió muchísimo, empeoró un poco.
-Algunos dirigentes comparan esta situación con la del 2001. ¿Está de acuerdo con esa visión?
-Necesariamente se te viene a la mente el 2001 pero hay diferencias sustanciales en términos socioeconómicos. La primera es que existe una red de seguridad social muchísimo más amplia. Que es producto, básicamente, de dos medidas adoptadas durante el gobierno anterior: la inclusión jubilatoria y la Asignación Universal por Hijo (AUH). Eso ha generado una cobertura del sistema de seguridad social que hace que haya mucha gente que tiene muy poquito pero poca gente que no tiene nada. Todo el mundo tiene un mango en el bolsillo. El 70% de los hogares pobres tienen alguna transferencia de ingreso del Estado, el 95% de los viejitos tienen un ingreso. Eso marca una diferencia fundamental con la crisis de 2001 y de fines de los noventa, donde los excluidos no tenían nada de nada de nada.
-¿Y respecto de las organizaciones?
-La red de organizaciones y movimientos sociales se ha extendido de una manera extraordinaria en los últimos 15 años, con un particular crecimiento durante los últimos dos o tres años, durante el gobierno de Mauricio Macri.
-¿Crecieron o engordaron durante los últimos años?
-Hay un poco de las dos cosas: crecimiento con fortalecimiento y también engorde, por factores negativos y positivos. El negativo es el aumento de la exclusión. Un elemento que podríamos clasificar como positivo tiene que ver con que, al haber un gobierno que toda la militancia, dirigencia y la base social lo califica como anti popular, se fortalece el espíritu de contradicción. Con los gobiernos anteriores, los que teníamos una posición muy crítica y de movilizarle éramos minoría en la CTEP. Yo pertenecía a esa minoría, el MTE, que es la organización de base a la que pertenezco, que hasta el último día del 2015 estuvo impulsando movilizaciones contra la política laboral y social de Cristina Kirchner. Cuando asume Macri y empieza a aplicar sus primeras medidas que calificamos un poco livianamente de neoliberales, el espíritu de la contradicción se fortalece. Y cuando hay más contradicción y hay más pelea se consiguen más cosas.
"Se viene a la mente el 2001 pero hay diferencias sustanciales en términos socioeconómicos. La primera es que existe una red de seguridad social muchísimo más amplia. Que es producto, básicamente, de dos medidas adoptadas durante el gobierno anterior: la inclusión jubilatoria y la Asignación Universal por Hijo."
-Frente a un gobierno antipopular, ¿cuál es el papel de los movimientos sociales? ¿Contener socialmente o abonar una rebelión?
-Yo creo que ninguna de las dos cosas. Nuestro rol es la organización comunitaria para la transformación de la vida. Es decir, nuestro rol no es poner ni sacar un gobierno. Uno de los elementos, no el único, que nos dan la posibilidad de realizar esa misión es la interacción conflictiva con el Estado que cumple un rol redistributivo fundamental. A mayor nivel de contradicción y de resistencia social, menor es la posibilidad que tienen los sectores de poder económico, aún con un Estado amigo como es el de Macri, de encanutarse la plata que es producto del patrimonio colectivo de los argentinos.
-¿Esa transformación de la vida está más cerca en gobiernos populares que anti populares?
-Es dialéctico eso, a veces sí y a veces no. Depende en qué fase. Desde luego, nosotros creemos que el mejor modelo posible en este momento es una interacción que tenga un elemento de conflicto y un elemento de cooperación con el Estado. Y eso, con un Estado que asume como prioridad política la organización y la transferencia de poder hacia los sectores populares, desde luego que podría generar un montón de cosas buenas.
-¿Qué balance hacen del gobierno anterior?
-Hubo una redistribución del ingreso importante, fundamentalmente gracias a los dos instrumentos que mencioné antes, pero durante toda la etapa del gobierno kirchnerista había un tercio de la clase trabajadora en la economía popular y ahora es un poquito más de un tercio. O sea, hay algo estructural ahí. Y para ese sector existieron estas políticas de transferencia de ingreso, que son necesarias e importantes, pero absolutamente insuficientes. Vos podés resolver el problema del ingreso, magramente como se resolvió, pero no resolvés los problemas de redistribución de la riqueza o de creación de riqueza social y de valor social que es hacer las cloacas, la conexión de aguas, la conexión de luz, las calles y las plazas. Todo eso requiere niveles de inversión, de organización y de trabajo que no solamente sale mucha plata sino que requieren un nivel de operatividad que solamente la podemos dar los movimientos populares organizados. Si el Estado no confía, no apuesta y no prioriza, no lo puede resolver.
-¿Cómo se consigue ese cambio de ciclo? Hay dirigentes, incluso de la CTEP, que públicamente plantearon que Macri tiene que renunciar o, directamente, que hay que echarlo.
-La teoría de que se vaya Macri no implica necesariamente una rebelión o una ruptura, porque se resuelve a través de los mismos procedimientos de la democracia burguesa. Eso termina en elecciones anticipadas, en una sucesión de acuerdo a las reglas constitucionales o en una asamblea legislativa que designe a dedo a un determinado diputado, gobernador o la persona que quieran. Una ruptura implicaría la dictadura del proletariado, el gobierno de las asambleas populares. Lo otro es un adelantamiento de las mismas condiciones institucionales existentes. Entonces, no creo que haya que dramatizarlo ni subirle el precio a esa eventualidad.
-¿Y de qué estamos más cerca? ¿De una derrota electoral o de una sucesión anticipada?
-En la variante de la sucesión anticipada hay dos variables posible. Una es una rebelión como la de 2001. Otra es el putsch, un concepto de Alemania que viene del putsch de Múnich que, salvando todas las distancias, fue que había un montón de borrachos en una cervecería de la pequeña burguesía alemana y fueron a protestar incitados por un sector político y se cayó el gobierno porque había una serie de factores de poder que estaban al acecho. ¿Qué diferencia uno de otro? Que en un caso hay una direccionalidad claramente establecida por factores de poder tradicionales, institucionales o reales y en el otro hay un nivel de espontaneidad más alto. Siempre se mezclan las dos cosas. En 2001, si se quiere, también hubo una mezcla de conspiración y de rebelión, pero el elemento popular fue sustancial. Yo como hijo político de esa etapa, también hago una revisión crítica de que nosotros fuimos víctimas de una gran manipulación política. Si el pueblo se rebela porque no da más, yo voy a estar con el pueblo sin ninguna duda. Pero yo dudo mucho que sea un escenario deseable, implica tener una visión de qué es lo que viene después.
-¿Y qué vendría después?
-Lo que yo tengo claro es que lo peor que le puede pasar al país y a nuestra democracia es que haya una asamblea legislativa que designe por cuatro años a un tipo que no sacaría ni el 10% de los votos. Si por alguna razón o el señor presidente decide renunciar o el Congreso decidiera hacerle un juicio político, que son las únicas dos variables constitucionales para que un gobierno se acorte sin convocar a elecciones anticipadas, lo peor que puede pasar es que una asamblea legislativa designe a un tipo. Esa es una de las variables proscriptivas, antidemocráticas. La otra es la proscripción de Cristina Kirchner, que algún trasnochado del peronismo plantea que hay que construir la unidad del peronismo sobre la base de la proscripción de la ex presidenta, lo cual es una monstruosidad humana, ética y política con independencia de si es conveniente o no.
"Algún trasnochado del peronismo plantea que hay que construir la unidad del peronismo sobre la base de la proscripción de la ex presidenta, lo cual es una monstruosidad humana, ética y política con independencia de si es conveniente o no."
-¿La necesidad de evitar una interrupción de un mandato es el punto de partida de tu decisión de volcarte a la política partidaria?
-Eso es algo interesante. El movimiento al que yo pertenezco, que es el MTE, y obviamente la CTEP en general, no van a tener ninguna participación directa en el proceso político electoral porque son herramientas de naturaleza social reivindicativa de la política. Que algunos de nosotros, un 2% o 3% del movimiento, junto a militantes estudiantiles de otras clases sociales, tengamos una visión sobre cómo se está ordenando el tablero político, de ninguna manera quiere decir que la función del movimiento social, del MTE o de los movimientos populares sea la intervención en este lío. Que está vinculada la libertad de Cristina a las reivindicaciones de los sectores populares yo creo que sí, pero no es función de mis compañeros resolver eso ni dar esa batalla. La función de mis compañeros es conseguir la comida para sus hijos, sus derechos laborales, su vivienda y yo los quiero fortalecer en ese punto.
-Bueno, una cosa es una defensa pública institucional de Cristina y otra es una definición de jugar políticamente bancando esa figura, ¿no?
-Yo asumo la decisión de participar en el proceso político partidario. En este momento, estamos en una coyuntura muy especial y creo que puedo hacer un aporte en el terreno de la política sin dejar de hacer lo otro, que lo sigo haciendo. Y ese aporte en el terreno de la superestructura tiene que ver con resistir esta avanzada antidemocrática de la guerra judicial, que es un proceso hemisférico y que por lo menos tres personas que conozco personalmente, que son Rafael Correa, Lula y Cristina, forman parte de los objetivos de esta coordinación hemisférica de destrucción de los liderazgos de los llamados populismos latinoamericanos del siglo XXI. Como militante social con conciencia y participación política pienso que hay que resistir esta embestida, enfrentarla. También pienso que hay que derrotar al gobierno de Mauricio Macri en las urnas cuando sean las elecciones democráticas que se hacen cada cuatro años. No tengo ningún interés y voy a hacer todos los esfuerzos posibles para no ser candidato a nada. Primero porque no me gusta y segundo porque no creo que me vaya a votar mucha gente, la gente no vota a un tipo que va en cana por ir a hacerle el aguante a los senegaleses. Eso le gusta a la militancia.
-¿Qué tipo de armado político proyectan hacer?
-La idea es armar el frente Patria Grande, pero no con la intención de que exprese las luchas sociales, porque las luchas sociales van a estar expresadas en un montón de espacios. Hay luchas sociales que van a estar en este frente, otras van a estar en otro frente y otras luchas no van a estar en ningún frente. Las luchas sociales fueron acaudilladas en este período por el llamado triunvirato de San Cayetano que es la CTEP, Barrios de Pie y la Corriente Clasista y Combativa (CCC). Las tres son organizaciones de naturaleza social que hay que disociar claramente tanto de este frente como de cualquier otro frente. La CTEP es la CTEP y vale por su capacidad de resistencia y de negociación. La negociación social implica códigos y un lenguaje que la política no entiende.
La gente no vota a un tipo que va en cana por ir a hacerle el aguante a los senegaleses. Eso le gusta a la militancia.
-¿Cuáles son entonces las luchas políticas que el frente Patria Grande se propone encarar?
-La composición del frente es una composición de militantes relativamente jóvenes, de 18 a 40 años aproximadamente, que vienen de distintas experiencias. Algunos vienen de la lucha social, pero otros son estudiantes, de organizaciones de mujeres, de la comunicación, de sindicatos, de distintos grupos de militantes políticos. Algunos con trayectoria territorial y otros no. Tenemos en común una lectura de la coyuntura política, esta idea de defender la democracia frente a los planteos proscriptivos. Es decir, plantear que cualquiera sea la resultante de la crisis social y política, que es gravísima y que puede terminar de cualquier manera, la resolución política tienen que ser las elecciones. La segunda cuestión tiene que ver con reivindicar los procesos populares latinoamericanos del siglo XXI en forma crítica, propositiva e independiente de las estructuras políticas tradicionales. Valorizando los múltiples aspectos positivos, incluyendo los gobiernos de Cristina y Néstor (Kirchner), y criticando sin tapujo los que consideramos negativos.
Hay dos puntos más que son fundamentales, que son el impulso de reformas sociales, económicas y sociales estructurales que permitan superar la situación de subordinación y la pérdida de autonomía en la que este gobierno ha vuelto a colocar a nuestro país, promoviendo el desarrollo de las fuerzas productivas y la creatividad nacional en un contexto de integración latinoamericana y justicia social. Ahí tenemos varios puntos y uno de los más fundamentales es la anulación del acuerdo entre el gobierno y el Fondo Monetario Internacional (FMI). Y después tenemos todo un programa de transformaciones sociales, que es lo que a mí más me interesa.
-Entiendo que tiene varios puntos de reforma, ¿no?
-A mí lo que más me interesa y que más voy a promover es el programa de tierra, techo y trabajo, que es una reforma urbana profunda que es muy cara. Vale, a números de hace tres meses, 400 mil millones de pesos. O sea, es el 1.5% del presupuesto. Eso es para poner agua, luz y cloacas en los barrios populares. Eso, en un plan cuatrienal, se puede hacer muy bien, pero tiene que ser una prioridad del Estado, sino no se hace. Vamos a tener buenas condiciones para hacerlo, porque hemos logrado, con la lucha social y a pesar de la política, porque tuvimos que pelearnos mucho con la política que no comprende las prioridades de la lucha social, sacar la ley de barrios populares.
-Este frente Patria Grande, ¿lo ves dentro de Unidad Ciudadana?
-Yo creo que va a tener una pata afuera y otra adentro. Esto lo digo con sinceridad y no para hacerme el boludo, yo no entiendo mucho del poroteo de la política. Habrá que ver si Unidad Ciudadana va a ser un frente electoral o el componente de otro frente electoral. Pero nosotros reivindicamos a los gobiernos populares y a Cristina Fernández, en este caso. Después Unidad Ciudadana no entiendo bien qué es.
-Unidad Ciudadana fue el último frente electoral del Cristina.
-Claro, lo que quiero decir es que si ella se presenta como candidata a presidente, si ella toma esa decisión, nosotros la vamos a apoyar desde el frente Patria Grande. Si es dentro de la lista o no, si es dentro de Unidad Ciudadana o el Frente Para la Victoria, se verá más adelante. Lo que nosotros reivindicamos y valoramos es su liderazgo. Si ella decide no presentarse veremos qué hacemos. Con lo que no estamos de acuerdo es con quienes plantean excluirla, sobre todo con quienes plantean excluirla a través de una proscripción judicial, eso nos parece una monstruosidad. Pero si ella toma la decisión de presentarse, porque es la principal figura de oposición de Argentina, porque nuestro balance de su gobierno y aparte porque creemos que tenemos la fuerza suficiente para poder hacer oír nuestras críticas y no ser subordinados a las estructuras políticas del kirchnerismo, la vamos a apoyar.
"En lo metodológico, hay que cambiar la forma de financiamiento del sistema político argentino. Pero en lo sustancial, hay que erradicar la idea del político noventista millonario."
-Esta definición que da, más el acercamiento de Cristina con Hugo Moyano, pareciera que existe una revisión de la política de alianzas del kirchnerismo. ¿Ve en eso la tan mentanda autocrítica?
-A mí lo que me importa, más que la autocrítica, es la transformación, el cambio, una nueva oposición sobre algunos temas. Desde luego, una nueva posición siempre implica un nivel de autocrítica, pero en los pedidos de autocrítica siempre hay un componente de buena leche y un componente de mala leche. El de buena leche es decir “esto está mal”, crítica con propuesta. El de mala leche es que vos querés que alguien se humille ante vos, de alguna manera, que diga “tenías razón”. Esos problemas de la psicología política de la partidocracia no me interesan. Lo que me interesa es que en un nuevo ciclo popular haya cambios.
-¿Qué cambios?
-Un cambio, claramente, es el tema de la corrupción. El pedido de autocrítica sobre el tema de la corrupción a alguien que está siendo bombardeada y perseguida por eso es una cosa difícil de plantear, porque se está defendiendo. La crítica que yo hago es que hubo mucha corrupción, hubo como mínimo una pasividad frente a un sistema de financiamiento político que es transversal a todos los partidos políticos. Podríamos exceptuar a la izquierda de esto. Entonces, desde luego nosotros, que pertenecemos a una nueva generación política porque no fuimos parte del gobierno kirchnerista, no nos vamos a hacer cargo de eso. Y, segundo, tenemos que hacer una crítica en lo sustancial y en lo metodológico. En lo metodológico me refiero a que hay que cambiar la forma de financiamiento del sistema político argentino. Pero en lo sustancial, hay que erradicar la idea del político noventista millonario y en eso hay que ser como plantea (el ex presidente de Uruguay, José) Mujica y en eso sí la inspiración del papa Francisco. El que va a dedicar su vida al servicio de los ciudadanos y de la patria no puede vivir como un bacán, sobre todo en un pueblo empobrecido como el nuestro.
-Un actor central de las luchas sociales más recientes es el movimiento de mujeres y, en particular, la lucha por la legalización del aborto. Considerando su formación católica, ¿cómo vive esta demanda?
-En los movimientos sociales no hay consenso sobre el tema, nuestra base social está dividida. La militancia es mayoritariamente a favor de la ley de interrupción voluntaria del embarazo. Yo lo vivo muy intensamente porque tengo una hija adolescente que participa activamente en el movimiento de mujeres, porque mis compañeras de militancia de sectores medios participan muy activamente y algunas compañeras de base de los barrios también. Admiro la pelea del movimiento de mujeres. En algunos aspectos en los que pude colaborar, sobre todo en situaciones de violencia de género, he colaborado y en nuestra organización se implementan los protocolos contra la violencia de género. Ha sido un cambio social profundo y que va a ser cada vez más profundo, que es la capacidad que han tenido las mujeres, y que en las jóvenes se ve con mucha claridad, de juntarse para enfrentar situaciones de violencia y de opresión. Entonces lo vivo muy intensamente. Algo que puede ser una ventaja o una desventaja es que no tengo que sobreactuar mi adhesión a los puntos en los que estoy de acuerdo ni tengo que sobreactuar mi contradicción con los puntos que tengo contradicción. Eso, aunque ha generado tensiones entre nosotros en los movimientos sociales, son tensiones que estamos procesando muy bien, sobre todo con las compañeras más jóvenes.
-Hace una semana Juan Carlos Schmid renunció a la conducción de CGT. ¿Cómo cayó la decisión en la CTEP?
-Es una pregunta difícil de contestar, porque intuitivamente te podría decir que es una mala noticia porque Schmid es el hombre de la CGT que más ha acompañado a la CTEP, y a los movimientos sociales en general, y que más ha manifestado la necesidad de la integración organizativa, que es uno de los objetivos de la CTEP. En ese sentido, es una pésima noticia porque lo valoramos mucho. Si uno lo ve de otra manera, también puede decir que la conducción actual de la CGT está defraudando las expectativas de muchos trabajadores y en término de los movimientos populares, y esto lo digo a título personal porque no está consensuado en la CTEP. Yo estoy decepcionado con que no hayan podido contestar nuestra solicitud de incorporación.
-¿La presencia de Eduardo Duhalde en la reunión donde manifestaron formalmente su voluntad ingresar a CGT no hizo las veces de respuesta?
-Fue una cosa muy rara eso. Lo que nos dijeron es que era casual, que andaba por ahí y se metió. Hay que tener buena voluntad y creer. Tal vez fue una respuesta, puede ser. A veces son un poco crípticos estos compañeros del movimiento obrero, son códigos complejos. Nosotros, que somos más simples, hicimos un planteo respecto al estatuto de la CGT y la ley de asociaciones sindicales para que se permita la incorporación de nuestro sindicato, porque la CTEP es un sindicato, y no nos han contestado. Eso es un destrato innecesario, porque nosotros hemos sido siempre muy respetuosos. Y lo seguiremos siendo, porque no creemos que sea bueno cargar las tintas sobre la dirigencia gremial, por más desviaciones y corrupciones que tengan, porque las tienen. Nosotros tenemos que buscar la unidad del movimiento obrero y la auto reforma, reformarlo desde adentro.