- Temas del día
- Javier Milei
- Presupuesto
- Guillermo Francos
- Peronismo
- Corte Suprema
La gira que el Papa inicia este lunes por Chile y Perú expone las debilidades de la Iglesia Católica de hoy, pero también pone luz sobre una cuestión que los análisis políticos pocas veces logran ver con claridad: el pontificado de Francisco en particular y la Iglesia en general no pueden analizarse con categorías de izquierda versus derecha o pro mercado versus estatismo o similares, sino que tiene una concepción que las excede, atento a que el cristianismo es previo – y aspira a sobrevivir – a esas ideologías.
Por supuesto que la Iglesia y el Papa son y han sido siempre actores del poder y forman parte del debate político, entendido éste en su sentido original como el debate de lo público, pero el objetivo a largo plazo no pasa por imponer determinadas políticas ni mucho menos dirigentes políticos, sino consolidar y fortalecer su influencia en cuestiones valóricas y espirituales, entendiendo, además, que el largo plazo de la Iglesia - que lleva más de dos mil años en el mundo – excede largamente el tiempo individual.
twitter_tweet
En Chile, el Papa buscará poner sobre la mesa cuestiones que tienen que ver con Chile, pero, sobre todo, con la mirada universal y largoplacista de la Iglesia: la cuestión mapuche, que se vincula con la relación compleja pero histórica que mantiene con los pueblos originarios de Latinoamérica; la cuestión migratoria, un tema recurrente en este papa pero que ha sido siempre un tema atendido por la Iglesia, y su vínculo con los marginados del sistema, a quienes ve como más proclives a la cuestión espiritual que aquellos que están cómodamente insertados en el mismo.
En Perú, en tanto, agregará a estos temas la cuestión del cambio climático con dos vertientes: la Amazonia y las inundaciones provocadas por el fenómeno del Niño. Hay que recordar que Jorge Bergoglio eligió el nombre de Francisco para ser papa identificándose con San Francisco de Asís, santo referenciado en la atención a los pobres y el cuidado de la naturaleza.
La realidad le impondrá, en tanto, otros temas de agenda no gratos, como la cuestión de la pedofilia – en Chile hay un Obispo a quien se acusa de encubridor –, la disputa fronteriza entre Chile y Bolivia por el reclamo boliviano de salida al mar y la corrupción de la dirigencia política que en Perú tiene tremenda actualidad tras el cuestionado pacto entre el presidente Pedro Pablo Kuczynski y el ex presidente Alberto Fujimori por el cual uno salvó el cargo y el otro logró el indulto.
Pobreza, ecología, pueblos aborígenes, migrantes, salida al mar de Bolivia, etc,, son todas cuestiones de agenda de la izquierda latinoamericana y facilitan las acusaciones de los sectores conservadores dentro y fuera de la Iglesia que lo señalan como un papa “rojo” o un papa “populista”.
Pero que ponga especial énfasis en estos temas no quita que este mismo papa y esta misma Iglesia sean firmes opositores al aborto, a la eutanasia, a la ideología de género, a la equivalencia entre matrimonio heterosexual y matrimonio homosexual y muchas otras cuestiones valóricas donde aparece con una agenda que, a trazo grueso, podría considerarse de “derecha”.
De hecho, en Chile se generó una fuerte polémica porque el tratamiento de un proyecto de ley fundamentado en la ideología de género coincidía con la visita del Papa y algunos legisladores proponían postergar su abordaje, con la consecuente repulsa de otros tantos que argumentaban que el laicismo del Estado chileno no ameritaba el gesto hacia el Pontífice.
twitter_tweet
¿Es entonces Francisco un papa de izquierda que en cuestiones valóricas no se anima a enfrentar al ala más conservadora de la Iglesia? Ésta parece ser la convicción de algunos sectores con fuerte arraigo incluso en Argentina, donde la dimensión histórica que significa que el Papa sea argentino queda diluida en peleas de pago chico.
Si la respuesta a la pregunta es no, ¿podemos entonces pensar en el Papa como un manipulador que levanta algunas banderas de la izquierda solo para acercarse a las masas populares pero que, en el fondo, sigue queriendo mantener el poder “patriarcal” de la Iglesia y coartar la libertad de las mujeres y las minorías? Esto parecen creer los autores de los atentados a las iglesias en Chile, seis hasta ahora, como muestra de repudio a la visita Papal.
Pero ninguna de las dos preguntas tiene respuesta afirmativa porque el Papa (y la Iglesia) no encaja en ninguna de estas etiquetas. Como explicaba recientemente el teólogo chileno Joaquín García Huidobro, el Papa no es anticapitalista, sino esencialmente anti individualista y sostiene posiciones históricas de la Iglesia en pos de una idea de comunidad, de lazos, de unión de las partes para conformar un todo que trasciende los sistemas de producción.
Si bien la Iglesia católica afronta una fuerte crisis conceptual en el marco del avance del relativismo cultural y la llamada postmodernidad, también las ideologías de izquierda y de derecha se ven afectadas y, en el mundo actual, estas categorías resultan más insuficientes que nunca para explicar la realidad y la dinámica social.
Tras la caída del muro de Berlín, la izquierda postmoderna privilegia cada vez más las banderas de las cuestiones valóricas, las batallas por la subjetividad, la lógica “gramsciana” por encima de las reivindicaciones de clase “marxistas”. Pero, en ese devenir, entra un terreno fangoso porque las reivindicaciones de la izquierda en temas valóricos tienen una matriz de profundo individualismo que la hermanan con el que en teoría es su principal enemigo, el capitalismo financiero.
De hecho, el incipiente pero creciente movimiento libertario en EE.UU. anuda la defensa irrestricta del libre mercado con la del aborto y la elección de género basado en una lógica liberal a priori difícil de refutar: el individuo es libre de hacer sus elecciones y el Estado no debe intervenir ni en la economía ni en la vida.
Es coherente, entonces, con la doctrina cristiana que el Papa reivindique que lo que él llama la “cultura del descarte” no esté referida solamente a los jóvenes desempleados que no encuentran su lugar en el mundo, sino, también, a los ancianos condenados directa o indirectamente a la eutanasia por un modelo familiar que los expulsa y, sobre todo, a los embriones abortados bajo ese mismo modelo de privilegio de las decisiones individuales.
El Papa cree que en los márgenes del sistema está el futuro de la Iglesia. Ve que en la escasez y no en la abundancia priman los lazos de comunidad, de familia, de identidad. No tanto porque estén fuertes – los pobres también son permanentemente vulnerados en ese aspecto –, sino porque allí son necesarios. Allí, cree, tienen un futuro que en las sociedades de la abundancia ya no tendrían.
Tierra, techo y trabajo. Consigna fundamental de Francisco. No es una consigna de izquierda. Razonablemente, alguien que se considere de derecha puede sentirse identificado con la idea de priorizar las tres T como norte de una gestión de gobierno. No es claro, una consigna afín a quienes creen en el Mercado como ordenador de la economía ni a quienes creen que el “Patriarcado” es el que ordena la escala de valores en el mundo.
Excede al tamaño y a la idea de este artículo discutir qué ideas son mejores o peores y las motivaciones de Francisco y la Iglesia. Pero, como muestras la reciente polémica entre las actrices de Hollywood y las intelectuales francesas alrededor del movimiento feminista #metoo, no está claro aún cuáles son las ideas que conformarán el relato del mundo postmoderno, y como ha pasado en otras etapas de la historia, probablemente haya muchas “viejas” que sobrevivan y muchas “nuevas” que no lo hagan. En eso anda Francisco.