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La autocrítica llegó en forma de campaña electoral. Cristina Fernández de Kirchner volvió a ser candidata, casi sin hablar. Apenas una entrevista de local en C5N, un acto grande en Arsenal y una serie de recorridas por la provincia de Buenos Aires para reunirse con los damnificados del modelo macrista.
La ex presidenta encabeza la boleta de Unidad Ciudadana sin generar estruendos y con una lista de candidatos en su mayoría desconocidos. El objetivo es civilizarse y vestirse de ciudadana común para generar empatía con las mayorías bonaerenses, más allá de ese piso envidiable que ronda el 30 % y que hasta hace poco era también un techo.
No es la primera vez que CFK encara una campaña electoral sin dar entrevistas a los medios, pero sí es la primera en la que evita los discursos, los actos y las transmisiones. Ahora, todo es publicidad y contacto cara a cara o a través de las redes, pero sin arenga política.
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El cambio de estrategia apunta a que sea la gestión de Mauricio Macri la que se plebiscite en las urnas el domingo 13. Para juzgar a Cristina, quedará el recuerdo de lo que fueron sus años de gobierno y, sobre todo, el contraste con la administración Cambiemos.
Están los que atribuyen un rol fundamental al catalán Antoni Gutiérrez Rubí, un consultor y asesor en comunicación que viene mucho a la Argentina y publicó este año su último libro, “La transformación digital y móvil de la comunicación política”, con el auspicio de la Fundación Telefónica.
Rubí es autor de más de 30 libros y difunde un manual que va a contramano del concepto de política que propagó el kirchnerismo en el poder. “El modelo de activismo político y de movilización política basado sólo en el eje tiempo-espacio tiene muchas limitaciones. El modelo por el cual no hay política sin esas coordenadas -la plaza, a esta hora- está sinceramente agotado. Hay política en otras coordenadas, intangibles, en la conversación digital, en compartir, en otros ámbitos donde no es imprescindible la presencia física”, dijo en una entrevista reciente.
Antoni Gutiérrez Rubí. Al asesor catalán le adjudican parte de la autoría intelectual del pase a la bondad de CFK.
Al lado del catalán, dicen que llegó al entorno de CFK a través de un dirigente del PJ y que fue el gestor del modelo 2017 de la ex presidenta. Afirman que es muy parecido al gurú oficial Jaime Durán Barba y que no habla porque no quiere “vender humo” ni dedicarse a promocionar sus libros. Desde el entorno de la candidata, reconocen que Cristina escucha a Gutiérrez Rubí. “Recomendaciones sí y asesoramiento también. Pero no es el autor de la estrategia, para nada, tiene un rol secundario, de consulta. Además, ni siquiera está acá. Es ella, sobre todo”, le dijo a Letra P uno de los hombres que forma parte de la campaña.
Consultado para esta nota, Rubí se excusó con el argumento de que tiene “una agenda muy comprometida”. Los colaboradores que dejó en Argentina afirman que vendrá para la última semana de campaña.
La “descristinización” -como la llaman algunos- o la jugada de ubicar bien al fondo al elenco pejotista que entró en combustión durante los años de gobierno tiene una ideóloga fundamental: la propia ex presidenta.
A partir de allí, se pensó en la propaganda electoral con eje en mensajes que explican por qué ahora la opinión importante es la de los habitantes de la provincia de Buenos Aires. “La voz de la mayoría”, “El mensaje es tu voto”, “Tu voz, tu voto”, todo apunta a que el pueblo del Gran Buenos Aires salga a reivindicar los años kirchneristas en las urnas. Algo así como lo que el Presidente le pidió al campo en la Sociedad Rural: “Necesito más”. Apuntan a electorados antagónicos, está claro.
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La reconversión de CFK es un problema para el Gobierno, que quisiera tenerla presente de otra forma en la campaña. Desfilando por tribunales, arengando a sus incondicionales en un Patio de las Palmeras imaginario, confrontando como cuando era Presidenta, enojada.
Lo deja claro la jefa de campaña de Cambiemos en la provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, que salió a predicar en los medios y en el territorio con un doble mensaje: el cambio tarda en llegar y la candidata de la oposición se esconde. “Es un espacio político que no da el debate, que no da la cara”, dijo esta semana la gobernadora, una adversaria bastante más incómoda para Cristina si no fuera porque el presidente es Macri y la provincia sigue siendo la madre de todas las batallas.
El mensaje de la jefa de Unidad Ciudadana incluyó en su última edición una consigna hasta hace poco impensada: “No queremos que al Gobierno le vaya mal (queremos que deje de hacer las cosas mal)”, como afirmó esta semana en Malvinas Argentinas.
En el comando de campaña del Instituto Patria aseguran que la estrategia ya está dando resultados. No sólo lo muestran las encuestas que encarga la oposición cristinista, también algunas que maneja el Gobierno. De acuerdo a esos números, la ex presidenta arrasa en algunos municipios clave de la Tercera sección electoral, como Avellaneda, Florencio Varela y La Matanza, y en otros de la Primera, como Merlo. En todos, supera el 40 por ciento de intención de voto y llega incluso al 48. No le va mal en distritos tradicionalmente adversos como Mar del Plata o La Plata, donde ronda los 30 puntos y hasta se lleva un 20 por ciento de las voluntades en Vicente López, la tierra del primo del Presidente, Jorge Macri.
Sin embargo, lo que más entusiasma a los incondicionales de Cristina es un dato que se viene acentuando en el último mes.
Se sabe que el kirchnerismo es el dueño del voto castigo, la opción preferida entre los que detestan a Cambiemos. Se queda con más del 76% de intención de voto de los que juzgan como “muy mala” a la era Macri y con el 56 por ciento de los que la consideran “mala”. Pero la gran novedad es que comienza a ganar terreno entre los opositores moderados a la Casa Rosada.
CFK experimenta un crecimiento “paulatino pero sostenido”, en el segmento de opinión “regular negativo”, donde se ubica la opo moderada. En ese sector, pasó de una intención de voto de 23,9% a principios de junio a 33,7% a principios de julio y 35,4% a mediados del mes pasado.
“Logró penetrar en los menos intensos. Mantiene lo intenso y penetra en el moderado”, aseguró a este portal Pablo Mandía, el director de Analogías, la consultora predilecta del cristinismo. Para los que frecuentan el búnker de Unidad Ciudadana, no hay dudas: eso es resultado del tono que eligió la ex Presidenta para salir a pelear su batalla más difícil.
Si le alcanza para ganar en agosto y, sobre todo, en octubre, es difícil de saber ahora. Pero la gran descristinización –con el tono lavado que le critican sus feligreses y como contracara del Gobierno- está dando ya más frutos de lo que se esperaba.