El clima pasó del optimismo de las primeras horas, cuando todavía no habían llegado los primeros resultados de las mesas testigo, a la preocupación al ver que los números de boca de urna que Cambiemos había hecho circular temprano se empezaban a plasmar en las pantallas de televisión como oficiales. Pero sobre el final, volvió a reinar la esperanza en el búnker que la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner montó en la cancha de Arsenal, en Sarandí.
"Les pedimos disculpas. Creemos que esta no es la foto final. Creemos que puede haber sorpresas", dijo el candidato a diputado Roberto Salvarezza, que bajó acompañado junto a su compañera en la lista, Vanesa Siley. El ex presidente del Conicet y la secretaria del Sindicato de Judiciales fueron las primeras voces que se escucharon en el búnker de Unidad Ciudadana tras el cierre de los comicios y la publicación de los primeros datos.
En las pantallas dispuestas en el gimnasio de Arsenal que se vistió de banderas argentinas y banners celestes y blancos con soles amarillos para convertirse en comando de campaña de la ex presidenta reinaba el desconcierto. En el búnker cristinista sonaban Los Redonditos de Ricota mientras hablaba un Mauricio Macri triunfante en Costa Salguero. Para ese entonces, Esteban Bullrich aventajaba a Cristina por seis puntos.
Pero la información que recibía Cristina en el segundo piso del edificio a través de dirigentes del kirchnerismo instalados en oficinas porteñas que se dedicaban a procesar los datos de mesas testigo que enviaban los intendentes del conurbano, no coincidían con los números oficiales.
"Creemos que la carga está sesgada. Nosotros tenemos otros datos", insitía Salvarezza ante cámaras. Los datos chocaban con el optimismo que salía desde el búnker de Cambiemos, donde el oficialismo aseguraba la victoria final sería por cinco puntos. El kirchnerismo veía cómo los municipios en los que esperaba ganar por una amplia diferencia, no traían el alivio previsto.
El comando de campaña de la ex presidenta ya no esperaba una victoria contundente, como en la previa, pero se ilusionaba con una mínima diferencia, de uno o dos puntos. La derrota estaba dentro de las posibilidades. Mientras, los operadores del Cristinismo empezaban a mirar el mapa nacional, que reflejaba una dura realidad para el peronismo en distintas provincias.
En tanto, en el comando de Florencio Randazzo, la lectura del resultado de la elección del ex ministro era positiva. Con Cristina perdedora, se confirmaba que el análisis que había hecho el ex ministro en la previa, que aseguraba que el tiempo de la ex presidenta ya había pasado y era momento de apostar a una renovación en el peronismo, había sido el correcto.
Pese a lo que reflejaban los números, en el búnker de Unidad Ciudadana se mantuvo cierta esperanza. Cristina tenía previsto bajar a hablar a las 23, luego lo estiró hasta las 23.30 y, cerca de la una de la mañana todavía esperaba la actualización del resultado junto a su círculo íntimo antes de dar un discurso.
En el gimnasio donde se montó el escenario para escuchar el discurso de la ex presidenta circularon unos pocos dirigentes y un puñado de militantes, que se entusiasmaron cuando vieron cómo los datos oficiales mostraban una diferencia cada vez menor. "¡Cristina, senadora! ¡Cristina senadora!", se entusiasmó la militancia en Sarandí. Los números encendían la esperanza a medida que pasaban los minutos.