#6A ENTREVISTA

Tomada: “Existen buenos niveles de democracia interna en los sindicatos”

En medio de los ataques del Gobierno, el ex ministro de Trabajo reivindicó al gremialismo, al que, dijo, Cambiemos busca “debilitar”. Pero criticó a la CGT: “Se pasó el 2016 haciendo equilibrio”.

A horas del primer paro nacional de la CGT, el ex ministro de Trabajo Carlos Tomada, que llevó la relación del kirchnerismo con el movimiento sindical durante 12 años, valoró como positivo el camino de unidad que transitan las centrales obreras actualmente aunque, aclaró, "esa búsqueda está inconclusa". Frente a los ataques del Gobierno y del propio presidente Mauricio Macri a la dirigencia sindical, el jefe del bloque de legisladores porteños del Frente para la Victoria reivindicó su papel y opinó que “existen buenos niveles de democracia interna en los sindicatos”. En esta entrevista con Letra P, cuestionó a los gremios que no acompañaron algunas políticas de las administraciones encabezadas por Néstor y Cristina Kirchner, criticó a la CGT, que “se pasó todo el 2016 haciendo equilibrio”, y advirtió que Cambiemos se puso como objetivo “debilitar” al movimiento obrero.

 

-¿Cómo definiría la situación actual del movimiento obrero?

 

-No quedó ajeno al proceso de reacomodamiento posterior a la derrota del proyecto nacional y popular. Durante 2015, hubo un intento de unidad, que se alcanzó en cierto grado pero que aún está pendiente e inconcluso. El movimiento sindical sigue muy fragmentado. Si bien todos los actores saben que en tiempos como éste la unidad es fundamental, existe una CGT con tensiones internas. Y algo parecido sucede con la CTA.

 

“Existen buenos niveles de democracia interna en los sindicatos. ¿Podría haber más? Sí ¿Debe haber más? Sí.”

-¿Por qué sucede esto?

 

-Las tensiones al interior del movimiento sindical son las clásicas. Históricamente ha habido combativos y negociadores, en todas sus versiones. Hoy se vuelve a reproducir con un intento de los sectores más dinámicos de confluir incluso con sectores de la CTA. Ésta es una de las novedades. La otra sucede en el terreno de la política. Antes había mayor homogeneidad, en el sentido de que todos se decían peronistas. Hoy los sectores no se definen por la positiva, al contrario; las posiciones sindicales se cortan por los anti-macristas y los anti-kirchneristas.

 

-La fragmentación no es nueva. Durante el kirchnerismo se dividieron todas las centrales.

 

-La fragmentación sindical ante gobiernos populares es histórica. Incluso, para que nadie tenga dudas, ocurrió durante el gobierno del general Juan Perón, que también tuvo sectores sindicales que confrontaron duramente con él, como bancarios, marítimos y ferroviarios.

 

“Durante 2015, hubo un intento de unidad, que se alcanzó en cierto grado pero que aún está pendiente e inconcluso. El movimiento sindical sigue muy fragmentado.”

-¿Esto fue lo que pasó con la CGT y el kirchnerismo en 2011?

 

-Claro. La confrontación de algunos sectores sindicales con el gobierno de Cristina Kirchner en relación a la cuestión de ganancias consiguió transformar esa reivindicación en una pelea de la clase trabajadora cuando era un problema del 10% de los asalariados.

 

-¿El recrudecimiento de la pelea por ganancias no fue una consecuencia de la ruptura política?

 

-Son temas que están relacionados. Puede ser, aunque también es dable pensar que el tema impositivo fue puesto en términos que a algunos sectores los llevó a confrontar, incluso a lanzar paros.

 

-Paros que suceden con posterioridad a la ruptura política...

 

-Los paros sí y fueron paros sectoriales implementados a partir de los gremios del transporte, nunca fueron paros generales. Es cierto que hubo una ruptura con algún sector, no con los dirigentes de la CGT, sino con un sector. Hubo una cuestión política electoral de Moyano que no admitió que no hubiera más representantes sindicales en las listas, puestos por él. Me parece que eso fue una pelea por el poder, en la que Moyano creía y sostenía que él quería compartir el poder y es algo que ningún presidente de la Nación en sus cabales puede admitir.

 

 

-¿No considera lícito que el sindicalismo tuviera aspiraciones políticas como parte de un proyecto?

 

-Totalmente lícito y, en parte fue cumplido, con la incorporación de dirigentes. Uno de ellos fue Facundo Moyano. Otro, Omar Plaini. Y en varias provincias se sumaron referentes del sindicalismo. La discusión es que ellos querían tener una parte de la lapicera y eso a veces se puede y a veces no se puede. Me parece que el movimiento obrero fue un poco débil en la defensa de algunas peleas que el kirchnerismo daba contra los sectores dominantes. Con el tema fondos buitre no hubo un acompañamiento fuerte y ésas son las pequeñas grandes cosas que recienten una relación política.

 

“La CGT atravesó todo el 2016 haciendo equilibrio y se equivocó en exagerar la búsqueda de equilibrios que la llevó a leer y a evaluar mal lo que estaba planteando la sociedad.”

-Uno de los actores que acompañó prácticamente todas las peleas encabezadas por Cristina fue la CTA. Sin embargo, nunca le otorgaron la personería gremial. ¿Por qué?

 

-Por varias razones. Nuestra política sindical fue, de alguna manera, cuidadosa de no intervenir desde afuera. Eso significó que, por un lado, la CTA tuviera un reconocimiento institucional y por el otro, que la CGT conservara, en los papeles, su rol de central sindical. ¿Por qué digo en los papeles? Porque una central no necesita personería, vale por lo que representa. Si se le torga reconocimiento a partir de incluirla en el Consejo del Salario y en la delegación que va a la OIT; si se la reconoce como interlocutora en cualquier debate, que es lo que ocurrió, ya está. También había razones legales porque la ley es su sentido estricto ordena que la central más representativa tiene personería. Nadie puede discutir el rol institucional y político que tuvo la CTA durante nuestro gobierno.

 

-¿Qué cambios ocurrieron en el mundo sindical durante el kirchnerismo?

 

-Creo que la creación de seis millones de puestos de trabajo –más de la mitad de ellos cubiertos por jóvenes menores de 30 años- implicó un cambio muy fuerte en la dinámica de la representación sindical. Hay cambios en cuanto a la demanda de representación, lo cual no quiere decir que haya cambios de dirigentes.

 

“El proceso sindical que se viene es muy interesante, y bien lo sabe el macrismo, que se puso como una de las tareas la de debilitar al sindicalismo argentino.”

-¿Cómo se manifiestan esos cambios?

 

-Hay una exigencia mayor por la representación que por la conducción. Los dirigentes más tradicionales expresan una idea vinculada con la conducción, donde el conductor dirige y la tropa se ordena. Me parece que hoy se están moviendo cosas producto de este recambio generacional, la politización y la presencia del Estado. Si hay negociaciones colectivas una vez por año, en todas las fábricas hay al menos una asamblea para hablar de lo salarial. Eso va generando una dinámica más que de conducción, de demanda de representación.

 

-¿Podríamos hablar de un proceso de mayor democratización de las estructuras sindicales?

 

-Se dinamiza más la estructura. Yo creo que ya existen buenos niveles de democracia interna en los sindicatos. ¿Podría haber más? Sí ¿Debe haber más? Sí, pero no es que los sindicatos son estructuras cerradas. Ahora, el rechazo al mundo sindical por parte de muchos sectores conduce a un enfrentamiento político interno y debilita al movimiento nacional. Yo sigo creyendo en la importancia del movimiento obrero, con defectos y virtudes. No acompaño la mirada de que en la vida gremial son todos autoritarios. Estas movilizaciones son hijas de estos 12 años, no habría este nivel de confrontación sin 12 años de recuperación del protagonismo sindical, de abandono de las políticas de flexibilización, de fortalecimiento de la participación colectiva. Todo eso deja como resultado un estado de conciencia colectiva con capacidad para confrontar con un gobierno de derecha. El proceso sindical que se viene es muy interesante, y bien lo sabe el macrismo, que se puso como una de las tareas la de debilitar al sindicalismo argentino. Y eso se logra con tres acciones: apostando a la baja salarial, aumentando la desocupación e introduciendo el debate sobre la flexibilización laboral.

 

“El movimiento obrero fue un poco débil en la defensa de algunas peleas que el kirchnerismo daba contra los sectores dominantes.”

-Desde diferentes sectores califican como pasiva la posición de la CGT. ¿Comparte esa mirada?

 

-Pónganle el nombre que quieran. Yo creo que la CGT atravesó todo el 2016 haciendo equilibrio, algo muy propio de una organización sindical de esa envergadura. Se equivocó en exagerar la búsqueda de equilibrios que la llevó a leer y a evaluar mal lo que estaba planteando la sociedad. Durante el proceso de unificación se podría comprender por lo que esto implica, pero en enero y febrero la gente ya estaba diciendo que no había más cheque en blanco y la CGT debería haber estado a la cabeza y no tratando de estirar los plazos. Ahí hay por lo menos un error en el análisis y un exceso de equilibrio.

 

-Una mirada bastante generalizada apunta a que la supuesta pasividad de la CGT tiene relación directa con la liquidación de la deuda de la Superintendencia de Seguros de Salud con las obras sociales sindicales. ¿Cree que es esto así?

 

-No, no comparto esa lectura. No digo que no pueda ser posible, pero creer que todo se reduce a la cuota de las obras sociales es una mirada mezquina sobre el movimiento obrero en general. Esto no quita que me sienta más cercano a los sectores que promueven una política de confrontación, porque creo que, si no se resiste ahora, nos vamos a encontrar dentro de algunos años preguntándonos, como alguna vez hicimos, qué fue lo que pasó. Hoy no nos podemos equivocar.

 

 

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