ECUADOR. ENFOQUE

Sin “desgarros”, el correismo respaldó a Moreno y se quedó con el triunfo

La elección ratifica viejos conceptos de la política: los oficialismos son los que ganan o pierden y lo internacional no cuenta. El triunfo oficialista niega la inevitabilidad del giro pro mercado.

Aunque la oposición objeta el resultado y pide el recuento voto a voto, todo parece indicar en Ecuador que el oficialismo seguirá en el poder, ahora de la mano de Lenin Moreno, vicepresidente de Rafael Correa en el primer mandato del mandatario saliente y representante del ala moderada de la autodenominada “Revolución Ciudadana”.

 

Sorprende el resultado, al menos para quien escribe, ya que Moreno tuvo que remontar más de 11 puntos desde la primera vuelta, cuando quedó a pocas décimas de los 40 que necesitaba para evitar el ballotage. Puntos que, en principio, parecían muy difíciles de conseguir dado que a los 28 que obtuvo el segundo, Guillermo Lasso, podían tranquilamente sumarse los 15 de la tercera, Cynthia Viteri, los siete de Paco Mancoya e incluso los cuatro de Abdala Bucaram, quienes, con mayor o menor intensidad, expresaron su apoyo a Lasso para la segunda vuelta.

 

Había que sumarle a eso un clima cultural de “cambio” con expresiones en todo Latinoamérica que, particularmente en Ecuador, tenían un tono muy similar al de Argentina. “Cambio”, “corrupción”,  “autoritarismo”, “narcotráfico” y el consabido “vamos a terminar como Venezuela”, que cobró especial vigencia esta última semana con el finalmente fallido intento del chavismo de quitarle funciones al Parlamento.

 

Lasso cerró su campaña apelando a ese eslogan y, sin embargo, con todo esto y más a favor, terminó igualmente perdiendo, por poco, pero perdiendo frente a un candidato que cargaba con el desgaste de los diez años de gestión de Correa pero, sobre todo, con el desplome de la actividad económica en los últimos dos años producto de la baja del precio de los commodities, específicamente el petróleo.

 

Pero en esta elección parece que se han cumplido dos viejos preceptos de la política. Lo internacional tiene nula influencia en la elección nacional y los oficialismos son los que pierden o ganan las elecciones.

 

Según el especialista de Flacso Santiago Basabe, Alianza País puso toda la maquinaria estatal a fondo para conseguir votos en sectores económicamente deprimidos de la zona costera que en la primera vuelta habían acompañado, vía liderazgos locales y/o regionales, a las candidaturas de Viteri y Bucaram.

 

El oficialismo puso también sobre la mesa la negra historia de Lasso -dueño del poderoso Banco Guayaquil- en materia financiera, incluyendo cuentas off shore y todo el bagaje tradicional de personajes del estilo. ¿Habrá contado con la ayuda de Julian Assange, refugiado en la Embajada ecuatoriana de Londres y amenazado de ser expulsado si ganaba Lasso?

 

También queda claro que Correa, a diferencia, por ejemplo, de lo sucedido en Argentina en 2015, respaldó plenamente a su candidato pese a que era visible que no era su preferido y que incluso le permitió despegarse de los aspectos más cuestionados de su gestión: Moreno anunció planes para combatir la corrupción con supervisión de la ONU e hizo llamamientos firmes a la oposición a encontrar puntos de encuentro, desmarcándose de la belicosidad correista.

 

Por último, quedó claro que lo de Venezuela (ni tampoco lo de Argentina, que el correísmo usaba como ejemplo) no impactó en el electorado ecuatoriano. Diez días antes de la elección, las últimas encuestas que tomaron estado público antes de que entrara en vigencia la prohibición de difusión, daban ganador a Moreno por dos o tres puntos. La diferencia es en principio escasa, según el conteo rápido de 1,5%, pero suficiente para entrar al Palacio Carondelet.

 

El desafío que tiene ahora Moreno es lograr legitimidad. La grieta está expuesta y los ciudadanos que perdieron, más que los dirigentes, son los que no creen que la elección haya sido limpia. Un escenario similar se vivió en Brasil en 2014 y terminó con la deslegitimación política de Dilma primero y su destitución después. Tal vez pueda Moreno torcer ese destino como torció otro que parecía sellado y que, visto a la distancia, no lo fue: el del supuesto avance imparable de las fuerzas pro mercado en la región.

 

Florencia Carignano, líder de La Cámpora en Santa Fe
Karina Milei, secretaria general de la Presidencia.

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