La conferencia de prensa se realizó en un momento de fuerte convulsión en el mercado financiero, con la intención de mostrar unidad y coordinación en el equipo económico (Hacienda, Finanzas y Banco Central), y llevar calma al mercado antes de la apertura. Sin embargo, la puesta en escena y la falta de anuncios sustantivos no lograron el objetivo. En relación a los anuncios se destaca como relevante únicamente la modificación en la meta de inflación, demorando un año la llegada al objetivo último de 5%. La irreal meta de inflación para 2018 era 10% y pasó a 15%, mientras que ahora para 2019 es 10% y para 2020 5%. Se trata de la asunción de un fracaso por parte del BCRA, que modifica la meta para ajustarla a las proyecciones de mercado, que ubican la inflación 2018 en torno a un 18%.
Para un esquema de metas de inflación modificar la meta es un claro fracaso, ya que afecta directamente su credibilidad, y el fuerte de la meta es justamente que sea creíble. Si ya fue modificada, ¿por qué no puede ser modificada nuevamente?. Entonces, ¿qué función cumple la meta? Asimismo, la puesta en escena de la conferencia de prensa dejó muchas dudas acerca de la pretendida independencia del BCRA, lo cual resultó evidente en el manifiesto descontento de su presidente, Federico Sturzenegger.
El resto de los anuncios eran conocidos por el mercado, ya que habían sido enunciados oportunamente. Por ejemplo, el relacionado con las metas fiscales. Se establecen metas de déficit primario, de 4,2% para 2017, 3,2% para 2018, 2,2% para 2019 e incorporan la meta de 1,2% del PIB para 2020. El cumplimiento de esta meta fiscal es un mero asunto contable. Pueden alcanzarla o sobre cumplirla con contabilidad creativa. Pero lo realmente relevante es el déficit fiscal, que considera los intereses de la deuda, que vienen creciendo muy fuertemente y empuja a condicionar al resto de las partidas presupuestarias. El crecimiento de la deuda conduce al ajuste, y el ajuste genera recesión, empeora el frente fiscal, y así la deuda va ganando participación relativa la deuda, conduciendo a un círculo vicioso. Por otra parte, los anuncios vinculados con la evolución del gasto primario ratifican la intención de avanzar en políticas de ajuste.
Finalmente, las proyecciones de crecimiento, de 3,5% desde 2018 en adelante, resultan una absoluta ficción, ya que no se condice con las políticas de ajuste. Con el gasto público recortando, el mercado interno debilitado por pérdida de poder adquisitivo de los salarios, la inversión productiva sin reaccionar -entre otras cosas por las tasas altas que mantiene el BCRA- y el frente externo con el déficit más grande de su historia -US$9.000 millones este año-, y con proyección de profundización, no hay ningún motor que explique proyectar crecimiento en estos niveles.
Con ingenio estadístico, Federico Sturzenegger intentó mostrar una desaceleración inflacionaria que no se da en los hechos. Este año cierra con inflación entre 24% y 25%, que es el mismo nivel de 2015, luego de mantener dos años de tasas altas (actualmente en 30% anual), y de haber alcanzado casi 1,2 billones de pesos en Lebacs.
La confirmación de lo poco planificado en la conferencia de prensa fue el hecho de haber ocurrido pocas horas después de que el Senado convirtió en Ley el presupuesto 2018. Este presupuesto fue realizado con proyecciones macroeconómicas que utilizaron como insumo la proyección inflacionaria del BCRA, y una proyección para el tipo de cambio de 19,3 pesos por dólar promedio para 2018, lo cual resulta irreal a partir del nivel actual.