Maximiliano Palma conoció la movida gastronómica a fines de los 90 en el bar Aquabarra de Punta del Este, que era propiedad de su familia. Desde ese entonces nunca la dejó y actualmente ostenta la propiedad de tres parrillas al paso en la zona de Retiro y participa de un restaurant en Palermo. Antes de eso paso por la Oficina de Notificaciones de la Corte Suprema. Dicen que el trabajo en general lo aburría, pero que él lo hacía a conciencia para no molestar a su abuelo, el juez de la Corte, Carlos Fayt, el hombre que desde hace una semana irrita al Gobierno.
Desde el jueves a la mañana Palma es una figurita valiosa para el kirchnerismo que se enteró, gracias a una gestión del jefe de la AFI Oscar Parrilli, que el joven emprendedor es la gran debilidad del nonagenario magistrado. Ni su hija – que esta semana salió a bancarlo -, ni su esposa Margarita, ni su histórico chofer que a veces oficia de vocero y a veces le hace la tintura, despiertan la emoción en Fayt que genera ese nieto errante que pudo haber hecho su carrera en la Corte pero que rápido entendió que el Derecho no era para él.
Y Palma corresponde ese afecto. Esta semana algunos amigos de la familia lo contactaron pero él dice su verdad, que su abuelo entiende todo y que su único problema es que no escucha bien, que a veces hay que hablarle a los gritos pero que fuera de eso nada se le escapa. También dice que en ningún momento habló o se reunió con Ricardo Lorenzetti.
En el kirchnerismo esto se sabe y por eso busca un acercamiento veloz al nieto para saber si Palma puede o no afectar de algún modo el desarrollo final de la historia. Los más extremistas hablan de ofrecer una salida decorosa a cambio de no someter al juez a un médico para que defina si está en condiciones de ejercer. “Qué gracioso, a Zaffaroni le descubren una red de prostíbulos en departamentos de su propiedad y nada y ahora creen que pueden cargarse a Fayt con la visita de un doctor”, responden los secretarios del juez.
El kirchnerismo está desesperado por una nueva vacante en la Corte desde que se conociera algún tipo de arreglo con los Rodríguez Saa para llevar al tribunal a la senadora cercana al Opus Dei, Liliana Negre de Alonso, a cambio de los 2/3 que se requieren en el Senado. El empresario Gregorio Pérez Companc fue, mediante un intermediario de su confianza absoluta, el artífice de ese acuerdo que se comenta en todos los matutinos.
Además de Fayt, se habla de algunos llamados del secretario Legal y Técnico Nacional, Carlos Zannini, a Elena Highton de Nolasco para averiguar si la jueza querría retirarse. El “no” de la jueza no fue muy rotundo que digamos.