El kirchnerismo y sus aliados forman actualmente un interbloque de 17 diputados en la Legislatura porteña pero, producto de la mala elección de Mariano Recalde, ese número se modificará y el heterogéneo espacio que siempre se encolumnó tras las órdenes del Gobierno nacional quedará con 13 miembros.
De persistir las internas y las diferencias entre los distintos sectores del Frente para la Victoria, el kirchnerismo pasaría de ser la segunda fuerza porteña y la garante de la gobernabilidad a un actor de reparto del recinto legislativo. ¿La salida? En el seno del FpV creen que es una sola y pasa por unir a todos los bloques, dejar de ser una coalición de bloques (figura que no existe en el reglamento interno de la Legislatura y que se creó únicamente para que el kirchnerismo no estallara en pedazos por sus riñas interna).
La idea del bloque único está en la cabeza de Carlos Alfonso Tomada desde antes de las elecciones porteñas, donde Recalde quedó en tercer lugar. De a uno, los legisladores actuales y los que ingresarán el 10 de diciembre pasaron por la oficina del ministro. El futuro jefe de bloque habló, dejó hablar y escuchó pedidos, demandas y quejas, pero todos se volvieron con la misma idea: había que limar asperezas y trabajar por la unidad. “Se vienen tiempos difíciles”, vaticinaba antes del ballotage nacional un legislador porteño que tendrá un lugar de peso en la próxima composición de la Legislatura.
Para cumplir con su meta, Tomada precisó dos cosas: ganarse la confianza de los diputados y encaminar una buena relación con Juan Manuel Olmos. Lo primero se dio casi de manera natural porque al futuro legislador porteño todos sus compañeros le destacan su paso por la cartera laboral nacional y su fidelidad al proyecto de Néstor Kirchner y Cristina Fernández.
Olmos es un hombre de diálogo que mantiene un total control sobre el actual bloque K del Parlamento local que, en los papeles, conduce Gabriela Alegre. Cuando Tomada empezó a diagramar su camino por la Ciudad y su llegada al edificio de Perú 160 se anotició rápidamente que debía tomar contacto con “los dos Juanes”, como nombran en el kirchnerismo porteño a Olmos y al diputado nacional Juan Cabandié; dos hombres con perfiles distintos pero que supieron coincidir y trabajar en tándem para llevar los hilos del kirchnerismo capitalino.
El ministro nacional no tardó en simpatizar con ambos y comenzó a trabajar por la unificación del bloque. Dialogó con todos y desfiló por las oficinas del estudio jurídico de Olmos. Estuvo al tanto de las leyes que el FpV acompañó en las últimas sesiones y recibió llamadas de legisladores una y otra vez.
La mayoría de los diputados kirchneristas están de acuerdo en pasar a un bloque único que mantendría el nombre del Frente para la Victoria. La ecuación es clara: si se da la unidad y ECO no logra unificarse el kirchnerismo seguiría siendo segunda fuerza.
En eso trabajan Olmos y Tomada. Es una aritmética difícil porque apuestan a que la coalición de centroizquierda explote y cada cacique mantenga su bloque y no existe posibilidad de unión. El mejor aliado con el que pudo encontrarse el FpV fue Martín Lousteau, que aceptó ser embajador del gobierno de Mauricio Macri y se olvidó que, hasta ahora, funcionaba como imán para retener en un espacio de centroizquierda a Graciela Ocaña y Roy Cortina, entre otros. El kirchnerismo cree que las internas de ECO serán más fuertes que la posibilidad de unión.
El FpV también tiene las suyas, pero la chance de perder espacios de poder y dejar de ser la segunda fuerza que garantiza gobernabilidad al oficialismo es mucho más fuerte. No obstante, en la cruzada de Tomada y Olmos hay dos hombres que obstaculizan la unión: el peronista Claudio Palmeyro y Pablo Ferreyra. Aún no logran que “cierren” y se “sumen” al bloque unificado.
Quienes se encargaron de “convencer” a los dirigentes de La Cámpora fueron Javier Andrade y Paula Penacca. Ambos almorzaron la semana pasada con Olmos y su mujer, la legisladora peronista María Rosa Muiños, en el histórico bodegón El Obrero del barrio de La Boca. No hay línea de la Casa Rosada pero cada espacio sabe que es momento de unirse y olvidarse las cenizas del pasado. “Esta es la mesa de conducción que viene”, deslizó a Letra P una diputada kirchnerista.
“Perdimos la Nación, la provincia y la Ciudad. Si no nos juntamos para lo que viene, nos van a pasar por encima”, graficó un legislador que asume este jueves.
Hasta ahora, la unión del bloque está atada con alambre pero el trabajo de Olmos y Tomada estaría dando sus frutos. La negociación es contrarreloj porque el 10 de diciembre, cuando asuman los legisladores, se debe presentar el bloque.
De todas formas, todo depende de lo que hace ECO. Si el conjunto de diputados que comandaba Lousteau logra unirse en un bloque unificado, el panorama para el kirchnerismo se empieza a nublar. El reglamento interno indica que la discusión de espacios de poder y comisiones del Parlamento local se da entre bloques y no entre interbloques, que es una figura que no existe legalmente y que ni aparece en las normativas legislativas.
Por esta última razón el empeño de Olmos y Tomada por reunir a todo el kirchnerismo bajo el mismo paraguas. En las próximas horas este dúo trabajará en incluir a Ferreyra y al siempre movedizo Palmeyro, mientras tendrá un ojo en lo que hará ECO.
El FpV se imagina este esquema: la unión del bloque, la constitución normativa como segunda fuerza, el pedido de la vicepresidencia II (sería para María Rosa Muiños) y la secretaría de Coordinación (quedaría para La Cámpora). La jefatura de bloque para Tomada y la vicepresidencia del bloque para Gabriel Fuks.