“Me han explicado la situación aquí y es totalmente distinta a la del Reino Unido. Tuvimos hooligans que querían pelear con la otra hinchada, pero no estaban vinculados con otros negocios. No hay ninguna relación. Nuestros clubes no quieren a los delincuentes dentro de sus estadios y por eso han entendido que para fomentar la asistencia de personas responsables es necesario excluir de los estadios a los irresponsables. Esto ha fomentado una asistencia mejor y un comportamiento mejor de nuestros hinchas”, le respondió Whalley a Letra P cuando se le pidió opinión con respecto a la estrecha relación que los violentos en nuestro país tienen con dirigentes políticos y deportivos.
Aquel es un punto no menor si realmente se le quiere poner fin a este problema eterno, y muchos de los que conducen los clubes se hacen los distraídos. Whalley, en su presentación, graficó punto por punto cómo trabajaron en Inglaterra para echar definitivamente a los violentos de los estadios, aclarando en más de una ocasión que la clave fue a fines de los ochenta, cuando toda la sociedad hizo un click tras los 39 muertos en un Liverpool – Juventus en Bélgica en 1985, otros 53 en un incendio en una tribuna inglesa y otros 96, cuatro años más tarde, luego de una invasión de campo: “todo el mundo entendió que había que cambiar en el Reino Unido, y eso es muy importante”.
En su exposición, realizó un racconto de todas las medidas que tomaron en su país para expulsar a los violentos de los estadios, desde finales de la década del ochenta hasta llegar al día de hoy, en donde lograron –para gran parte de la opinión pública- tener la mejor liga de fútbol del mundo.
Y aquel resultado no se logró de un día para el otro, tampoco se aplicaron fórmulas inalcanzables, ni esconde misteriosos secretos. Whalley describió que los pilares del trabajo fueron –y son- la verdadera conciencia colectiva de que se necesitaba un cambio, lo cual desembocó en la creación de una nueva legislación -muy seria, con sanciones efectivas-, en un trabajo en conjunto entre los clubes y la policía, en el reordenamiento de la venta de entradas y en una renovación total en la estructura de todos los estadios, con mejoramiento edilicio, de accesos, y algo que consideran fundamental: la instalación de cámaras de seguridad en absolutamente todas las canchas. “El objetivo es la prevención”, detalló, dejando en claro que “la mejor arma contra la violencia son las cámaras de seguridad”, ya que con ellas “se ha deshecho el poder de la masa; el anonimato de la masa”. Aquello, ayudado también con la instalación de asientos y una efectiva base de datos en todos los clubes, que conocen al total de los hinchas que compran las entradas. Si uno de ellos se porta mal, arresto, exclusión y pena mínima de tres años para poder volver a la cancha.
Otro aspecto sobresaliente del plan es la importancia delegada en el club de fútbol, ya que son ellos los que mandan en los estadios y no la policía. Allá existen los “stewards”, una especie de agentes de seguridad privada que pertenecen a los clubes, por lo cual conocen de punta a punta sus instalaciones y su funcionamiento. Son empleados a tiempo parcial en el club, y esto configura un costo pero a la vez un ahorro para los directivos, porque la idea es reemplazar a la policía, lo que permite también que los oficiales patrullen otros puntos de la ciudad y se desliguen del partido. “El lema es: más stewards, menos policía”, explicó Whalley. En una filmina, mostró que en Inglaterra, domingo tras domingo hay más stewards que policías en las canchas. En la segunda categoría, un 52% de los partidos son sin policía, mientras que en la Premier League, un 11%. Una cifra contundente.
¿Y hoy hay problemas? Sí. Si bien son esporádicos, son estos: invasión de campo de juego, lanzamiento de objetos y fuegos artificiales. El dirigente inglés no mostró mayor preocupación, ya que “al que hace algo, se lo identifica inmediatamente, es arrestado y excluido”. “Repito: tenemos las medidas para identificarlos, arrestarlos y excluirlos”, remarcó.
Todo, bajo la mirada del jefe de la policía bonaerense Hugo Matzkin, el Secretario de Deportes Alejandro Rodríguez, el titular de ARBA Iván Budassi, el presidente de Independiente Javier Cantero y el de la AFA, Julio Grondona, que por momentos agachó la cabeza y se durmió. Sí, se durmió. Un capítulo aparte su enojo contra los medios que lo entrevistaron a la salida del evento. “Vení que te invito para que vos te hagas cargo”, le dijo a un periodista cuando le criticó su accionar para eliminar a los barras, y se fue.
Por último, la Agencia de Prevención de la Violencia en el Deporte (Aprevide), a través de su Director Ejecutivo Oscar Boccalandro, y el Dr. Fabián González –del área jurídica de la misma- presentaron el proyecto de Ley de Penalización del delito de barrabrava, reventa de entradas, y la creación de fiscalías especiales para los eventos deportivos, una idea que el gobernador Daniel Scioli ingresará a la Legislatura para que se siga tratando esta cuestión que desde hace muchos años sigue sin poder –o querer- solucionarse.
“Estuve aquí hace 8 años y conozco un poco la situación. Conozco el tipo de problemas que hay en Latinoamérica. Yo no puedo decir nada sobre la situación en otro país porque no es mi responsabilidad; estoy aquí para compartir experiencias y también para aprender de ustedes cómo está la situación y qué se puede hacer contra la violencia”, declaró a este portal en tono protocolar el dirigente inglés al finalizar la charla, teniendo bien en claro que si en Argentina no se le pone fin de una vez por todas a la estrecha relación de los violentos con los dirigentes políticos –que los utilizan muchas veces como fuerza de choque en actos y hasta son empleados municipales en algunos distritos-, el negocio de las barras bravas -y en definitiva la violencia en el fútbol- jamás se terminará.
Matías Moscoso
tw @matomosco