Cuando el acto iba a arrancar los organizadores empezaron a acomodar a los funcionarios, quienes lentamente iban ingresando al hangar donde se escuchó la palabra presidencial. Bruera fue uno de los primeros en entrar. Pero Cristina decidió seguir recorriendo los lugares en donde se lavaba ropa y su presencia se retrasó unos minutos. Del otro lado del cordón de seguridad, los pocos militantes que llegaron hasta la lejana localidad de Arana mezclados con los soldados del ejército y miembros de Gendarmería Nacional aguardaban; lo mismo hacía Bruera, solo, en un rincón. Afuera Cristina era acompañada por la ministra de Desarrollo Social Alicia Kirchner, el Diputado Nacional Andrés Cuervo Larroque y el Secretario de Seguridad Sergio Berni.
Por su parte, el diputado provincial y hermano del intendente platense, Gabriel Bruera también dijo presente. Al legislador bonaerense se lo vio un poco más activo. Mientras esperaban a la presidenta, el senador provincial Gustavo Oliva dialogaba con el Gobernador Daniel Scioli, Casal sonreía junto a Carlotto y Gabriel Mariotto bajaba de una camioneta y seguía el paso presidencial desde atrás. Bruera entraba y salía, le decían que salga, que entre y con la mirada cabizbaja iba y venía sobre sus pasos sin colaborador alguno hasta que se acomodó en un rincón.
Cristina entró al gran depósito, no saludó a Bruera, le pasó por al lado, miró el empaquetamiento de ropa, fue hasta el micrófono y empezó su discurso. Dijo que tenía muchas ideas “que me rondan en la cabeza a partir de las cosas que han pasado” luego de la tragedia que vivió la capital bonaerense; reconoció la tarea de “los soldados del pueblo argentino” y en una misiva al intendente platense expresó que “las respuestas rápidas e inmediata” es responsabilidad “de quienes gobiernan las jurisdicciones”.
Cuando el acto terminó el intendente platense salió caminando solo, cruzó parte del césped del gran predio, se topó a la prensa que salía por el mismo lugar, evadió a los periodistas y se retiró como llegó: en soledad.