El plan B del que nadie quiere hablar

Por Daniel Bilotta.-

La posibilidad que barajarían Scioli, CFK y también Sergio Massa volvería cierto el aserto de Hugo Moyano cuando abandonó el PJ, tildándolo de cáscara vacía. Los tres no desechan disputar las legislativas por fuera de esa estructura.

 

Sectores del oficialismo y parte del arco opositor con representación parlamentaria comienzan a coincidir en un diagnóstico que, por natural prudencia de políticos, no se animan a expresar fuera de los ámbitos reservados de negociación que compartieron en la Legislatura bonaerense los días previos a que la Cámara de Diputados sancionase la reforma a la ley Electoral que dejó habilitado el voto optativo a la edad de 16 años.

 

Esa ventana abierta a la intimidad de lo que ocurre puertas adentro de la administración K llegó incluso a despertar  optimismo desmedido en algunos líderes de la oposición, quienes creyeron percibir un cierto clima de desorden que favorecería la expectativa de aprovechar esa ocasión para introducir otra más significativa como la del sistema D´Hont.

 

Entusiasmo que, no obstante, tuvo sustento en los mensajes que les habían hecho llegar la presidente Cristina Fernández a través de La Cámpora y emisarios en nombre del gobernador Daniel Scioli prestándole la conformidad de ambos a ese proyecto.

 

Si la iniciativa finalmente no prosperó fue por la actitud que adoptaron a través de sus representantes en ese ámbito los intendentes del Conurbano, poco dispuestos a iniciar un proceso democratizador que rompa con el monopolio que, de hecho, ejercen en la vida política de sus distritos desde el poder municipal : tampoco ellos descartan, se inicie un proceso de transición que los devuelva a cierto plano de estelaridad en términos electorales.

 

Como había anticipado Letra P la semana pasada, es  improbable que entre el 7 y el 14 de diciembre el PJ bonaerense resuelva adherir a las internas que, en apariencias, tendrían lugar en el nacional y el metropolitano el 31 de marzo.

 

Más seguro es que todo ese proceso se postergue hasta después de las elecciones generales que servirían, en los códigos de los caudillos del Gran Buenos Aires, para medir fuerzas y destrabar el punto ciego en que se encuentran: quién acumula consenso – y votos – para ocupar la presidencia que abandonó hace ya un año Hugo Moyano.

 

Esa puja ayuda a comprender la cerrazón a habilitar el sistema D´Hont que facilitaría a las minorías lograr  mejores representaciones a las que tienen en la actualidad y también el mensaje enviado por CFK y Scioli: ninguno de los dos descarta por completo la aventura de disputar las legislativas del año entrante por fuera del PJ. Un plan B que, en el caso del oficialismo nacional, desmentiría la línea directa que Diana Conti tiene con la Casa Rosada. A la vez que podría significar una insólita reivindicación del camionero, quien lo abandonó tildándolo de “cáscara vacía.”

 

La primera hipótesis se concretaría si, como especula, el peronismo bonaerense refuerza su carácter de indómito y da por superada la etapa de docilidad con los deseos de la Casa Rosada. Es decir: si se expresa reacio a ceder lugares a “Unidos y Organizados” en las listas como ya dejan entrever los jefes comunales.

 

La segunda depende de lo que ocurra con la primera. Especialmente si no es contemplada su expectativa de sumar legisladores propios que eviten la  inédita y forzosa dependencia que debió establecer Scioli con la UCR, el FAP, la Coalición y el Pro Peronismo, para frenar los embates en su contra del Frente para la Victoria.

 

Curiosa empatía entre dos dirigentes de relaciones tan sinuosas que  contrasta con la conformidad a ese rechazo expresada por los diputados que responden a Francisco De Narváez y Sergio Massa, que devuelve el asunto a los intendentes del Conurbano. Ni el líder de la alicaída Unión Celeste y Blanco ni el intendente de Tigre dejan de ser en este contexto, una alternativa funcional si las dudas de Scioli pero particularmente de Cristina sobre las listas pusiesen en la disyuntiva de elegir a quién acompañar, como ya les ocurrió en el 2009.

 

Massa, sin embargo, obtiene una ventaja sobre el resto de los jefes comunales bonaerenses: ranquea en las encuestas incluso por encima de Scioli. El bajísimo nivel de conocimiento pone al resto frente a la necesidad de ser sindicado por algún candidato para sumarse a una discusión que estiman abierta si el de Tigre insiste en  probar suerte como candidato a presidente,  lo mismo que el Gobernador.

 

El halo protector  de administrar el distrito más grande de la Provincia se diluye para  Fernando Espinosa con la confirmación de que para el 70 por ciento de los habitantes de La Matanza es un perfecto desconocido, de acuerdo a sondeos del oficialismo.

 

Aunque ese espectro se proyecta de manera bastante regular sobre una amplia mayoría, es el caso testigo más evidente y ayuda a entender el modesto tercer lugar en la lista de diputados nacionales que le concedería la Presidente que incluiría a  su cuñada y ministro de Desarrollo Social, Alicia Kirchner para encabezarla, seguida del ministro del Interior y Transporte, Florencio Randazzo.

 

Pocos creen que de nuevo Cristina podría aplicar un criterio político tan propio como lo hizo en el 2011, cuando consagró mediante su personal elección a Amado Boudou como su segundo y a Juan Gabriel Mariotto como vicegobernador bonaerense. Tal vez por eso Scioli oyó de mala gana los consejos de un operador político de La Cámpora preocupado en asesorarlo sobre cómo persuadir a la Presidente para que lo señale como su sucesor.

 

“Final de época” fue la frase clave que dominó esos encuentros entre legisladores bonaerenses, quienes analizaron también que la ausencia de cuatro diputados del PRO en esa sesión como un síntoma de las decisiones que se apresta a tomar esa fuerza y que apuraría otras definiciones en el centroizquierda donde es un hecho que el Frente que lidera Hermes Binner tiene resuelto ampliarse al radicalismo y la Coalición e, incluso, contemplar la convivencia siempre difícil con Fernando “Pino” Solanas y Elisa Carrió.

 

No tanto por lo que sumen dentro de la alianza dos figuras controvertida para el resto sino por lo que, aseguran, están en condiciones de restar desde afuera. “Son cuatro o cinco puntos cada uno”, según los sondeos que mide la imagen de los dirigentes. Tema que en la era de las comunicaciones se ha vuelto un dato insoslayable.

 

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