La unidad mítica con que el PJ traduce la tensa quietud que reina en el distrito tiene como condimento la evolución lenta pero favorable del último caudillo luego de un ACV. El anhelo de su pronunciamiento remite sin mediaciones al liderazgo que no termina de completar el intendente Fernando Espinosa.
Las mejoras lentas pero progresivas que experimenta Alberto Balestrini desde que salió del estado de inconciencia a que lo indujo el ACV sufrido hace más de dos años, redobló el estado de vigilia de un sector de dirigentes políticos vinculados al PJ de La Matanza, desde donde se aguarda con expectativa que su intacta lucidez política, según coinciden varios testimonios, emita una señal tangible sobre los pasos a seguir en el año electoral que se les viene encima.
Más que una compleja adhesión a un misticismo romántico capaz de alimentar la renovación del realismo mágico como género literario, se trata de la dificultad abierta por la vacancia de un liderazgo que no logra cubrir de forma satisfactoria su antiguo chofer, Fernando Espinosa, propenso a inclinarse hacia las iniciativas que urde la Casa Rosada en la Tercera Sección Electoral como recurso táctico para compensar el desequilibrio que esa situación provoca a su gestión como intendente en el primer tramo de su segundo mandato.
Ese estado de vigilia deriva hasta ahora en una tensa quietud que la ortodoxia doctrinaria traduce como unidad y que mantiene dentro de un mismo plano a expresiones tan disímiles como al izquierdista dirigente de la UOM y diputado nacional, Carlos “El Ruso” Gdansky, y a Rosa Medina, más conocida como “la Pocha Russo”, por ser la esposa del Federico Russo, ex intendente con la restauración democrática y legendario dirigente de la resistencia peronista.
Russo fue quien “le levantó la mano” a Balestrini en vísperas de la interna que libró a fines de los años 90 contra Alberto Pierri por el control del PJ, en una campaña que algunos de sus asesores de entonces evocan como inolvidable: “Le llegamos a organizar más de 20 actos por día”, explican para justificar el ascendiente que todavía conserva en La Matanza.. Los más entusiastas anhelan que sea ahora “Alberto”, quien difícilmente retorne a la política activa, sea quien sindique un sucesor.
Ese estado de opinión más algunas dificultades que habría padecido en la administración diaria, habrían impulsado a Espinosa a ceder a María del Carmen Balestrini, el manejo de áreas vitales de su gobierno como la subsecretaría de Acción Social, la de Inspección General y la dirección de Tránsito y a la “Pocha Russo” el manejo de las delegaciones municipales.
Como resulta obvio, son ventanillas de trato cotidiano con sectores de la sociedad que componen el voto histórico de un distrito que el peronismo administra desde 1983, con 326 kilómetros cuadrados que contienen a más de dos millones de personas, según fuentes de esa corriente, y no la mitad que le reconoció el INDEC en el último censo poblacional.
No es un dato anecdótico pues la estadística oficial es la que se utiliza para asignar la coparticipación impositiva a los Municipios y otro de los factores que opera, por vía indirecta, como herramienta de disciplinamiento de los intendentes: con una Provincia limitada al giro de recursos solo por esa vía., los aportes nacionales resultan imprescindibles para acceder a la obra pública, el maná del que dependen los intendentes en este tiempo.
El espectro de Balestrini también se proyecta sobre el Concejo Deliberante donde Ana Del Valle, Carlos Coma, Carlos Guzman, Pedro Ramírez y Rotilio Chamorro si bien integran la bancada oficialista que respalda a Espinosa, en los hechos le responden a su esposa. La orden, de momento, sigue siendo la misma: esperar.
El problema es que los plazos se acortan. Especialmente después de un mes de noviembre que termina con dos expresiones de rechazo a las políticas que en materia de Economía, Política fiscal y de Seguridad lleva adelante el gobierno nacional que a través del debilitado Julio De Vido, acaba de lanzar un pedido de re reelección Cristina Fernández.
Más que una exhibición de fortaleza, la insistencia del ministro de Planificación Federal suena al desesperado intento de evitar la profecía auto cumplida a la que más temió el kirchnerismo desde antes que la Presidente fuese reelecta: la peregrinación hacia la ciudad de La Plata que ella misma habría ordenado iniciar a su archienemigo en el gabinete, Carlos Zaninni. Según una versión que circula con insistencia en estos días, la semana que pasó el secretario Legal y Técnico habría llevado un mensaje as Daniel Scioli cuyo contenido se mantiene bajo total hermetismo.
Espinosa fue el encargado de agraciarla cuando le dedicó un pedido personal para que insista en esa iniciativa hace un par de meses, cuando el escenario político era otro. Tal vez por eso “La Cámpora” a través de su jefe, Andrés “Cuervo” Larroque, celebró con él tratativas para sumarlo a un dispositivo de pintadas bajo la consigna “Cristina es pueblo” rubricada por un abstracto “peronismo bonaerense.”
Al igual que en Lomas de Zamora y Esteban Echeverría, el efecto de esa leyenda en las paredes de La Matanza es difuso: aumenta en tamaño y presencia en las periferias de esos distritos y encoge en número y dimensión ni bien se ingresa a los centros urbanos. Si existiese una estrategia coordinada detrás de esas acciones, guardaría sintonía cono que transmiten las encuestas: Cristina logra la adhesión de los sectores más bajos pero recoge rechazos en los medios, medios bajos y medios altos.
Pero ronda también necesidad de no desairar al resto de los intendentes del Gran Buenos Aires frente a un horizonte de incertidumbres que alcanza a la renovación de autoridades en el PJ bonaerense, donde La Matanza procuraría recuperar la gravitación que tuvo con Balestrini, su último presidente.
No es un tema resuelto que las internas provinciales vayan a ser en simultáneo con las que se desarrollarán en el ámbito nacional y la Capital el próximo 31 de marzo. Esa es parte de la agenda que deberá tratar el consejo partidario convocado para sesionar el emblemático 7D. Con menor presentación allí que en el Congreso del PJ que se reunirá una semana después, se descuenta igualmente que la voz de los intendentes pesará como un eco sordo en las resoluciones que vayan a adoptarse
Son varios los del Conurbano que hacen correr el desafío realizado a “Unidos y Organizados” para que presenten lista en las internas y así materializar el deseo ya transmitido de ocupar lugares expectantes en las listas de concejales. La especulación es que la derrota segura que sufriría en esa instancia el sello que nuclear al oficialismo ultra K dejaría al Gobierno – y a Cristina – sin argumentos para exigir lugares en las listas de legisladores provinciales. En su dominio se juega la expectativa de los intendentes de ser oídos cuando se discutan los nombres de quienes aspiren a suceder a Scioli.
La fidelidad de Espinosa al gobierno nacional ya reconocería algunos límites. Uno es Juan Gabriel Mariotto a quien no le perdonaría el despido liso y llano de funcionarios en el Senado bonaerense ligados a la gestión de Balestrini. Gesto que para alguna ponzoña política, promovería una reconciliación con la prodigiosa memoria que conserva el ex vicegobernador. Los más ansiosos esperan que pronto pueda expresarla de forma concreta.
(*) Periodista, analista político