La frase de un dirigente que intenta explicar la renuncia intempestiva de Fabián Doman a la presidencia de Independiente funciona como un golpe a la mandíbula: “No se fue por lo que pasa, se fue por lo que está por venir”. Así, con el temor creciente por el futuro más inmediato, el círculo rojo empieza a procesar y descifrar alguna de las tres razones de la salida de quien se presentaba, hace apenas seis meses, como el toque de solución a los problemas que había dejado el moyanismo en el club.
Si hace varias semanas las noticias negativas de juicios en contra, demandas millonarias y la sola posibilidad de una quiebra generaban miedo y cautela, la renuncia de Doman le agrega dramatismo y profundiza una crisis de dimensiones aún desconocidas. Encima, todo sucede en los días previos a enfrentar a Racing como local; un clásico al que los organismos de seguridad ya empezaron a ponerle la lupa días antes. El contexto institucional y deportivo del Rojo lo amerita.
Si bien la renuncia sorprendió a casi todo el mundo Independiente, hay tres razones por las que Doman tomó esta decisión. Económicas, políticas y las que se vinculan con una violencia en ascenso. Algunas no son nuevas, otras sí. Algunas son visibles, otras no tanto. Aunque nadie analizaba esta posibilidad, el recuerdo todavía fresco del 72% de los votos obtenidos en los comicios de octubre contrasta con estos días de incertidumbre. Seis meses después del aplastante triunfo en las urnas con el apoyo de las promesas de cambio que enarbolaba un Doman sonriente ya quedaron archivadas bajo una caratula: la de "estafa electoral".
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Motivos de pesos
Doman sabía que iba a asumir en un club bajo una profunda crisis económica. Fue por eso, justamente, que en campaña anunció inversiones y nuevos esponsoreos que, una vez en funciones, nunca llegaron; o, si llegaron, lo hicieron en un caudal mucho menor al prometido.
Por más de que se intentó una campaña tímida para aumentar la masa societaria, los ingresos del club no llegaban –no llegan– a cubrir los egresos. Su corto gobierno estuvo marcado por la impericia. A eso, encima, se le sumaron reveses judiciales que convirtieron el escenario en un terreno mucho más intrincado. El fallo judicial a favor de Gonzalo Verón que podría implicarle al club el pago de 2.300 millones de pesos o el reclamo del América de México, validado por la FIFA, para que se salde una deuda de 6 millones de dólares por los pases de Cecilio Domínguez y Silvio Romero, son solo la punta del iceberg: hay otras demandas, de exjugadores y de empresas, que podrían tener un final similar.
Los agujeros financieros y económicos, más la falta de gestión, no hicieron más que profundizar ciertas diferencias en la coalición gobernante, asociada superficialmente al macrismo, pero conformada por algunos dirigentes que construyeron el moyanismo rojo y después se fueron desencantados por cierto estilo de gobierno que encarnaba Hugo Moyano y, sobre todo, Héctor “Yoyo” Maldonado.
La interna
Sin embargo, como sucede en otros ámbitos, no todo es cuestión de modales. A los pocos meses de asumir, en el club ya mapeaban un gobierno dividido en tres: Doman y un grupo vinculado al expresidente Julio Comparada; el Grupo Champagne que integran el diputado Cristian Ritondo, el intendente de Lanús, Néstor Grindetti (ahora a cargo de la presidencia interina); y los exmoyanistas Jorge Seoane y Jorge “Puma” Damiani; y un sector más joven y periférico que responde al vicepresidente segundo Juan Marconi.
El poder real siempre lo tuvo el segundo sector, con influencias dentro y fuera del club. Eso motivó más de una pelea: a los gritos con el presidente renunciante o directamente a las piñas con el joven vicepresidente y conductor televisivo en ESPN. De hecho, ya en el entorno de Doman no esconden que las razones de la renuncia son por este motivo: “Hubo muchos cortocircuitos con el resto de la comisión directiva”, le sueltan a Letra P. Juntos por el Cambio (JxC) y el Frente de Todos (FdT) a escala y en versión roja: todo un clima de época.
Paredones
Lo deportivo es la nafta al incendio. Lo noticiable semanalmente y lo que mueve el ánimo de hinchas en el estadio. En eso Doman tampoco estuvo a la altura de lo que requería el club: primero, porque despidió a Julio César Falcioni por el supuesto paladar negro de la institución de Avellaneda; algo que ya no existe o está reducido a las viejas generaciones. Falcioni, con muy poquito, había hecho bastante en la Liga Profesional 2022. Segundo, porque contrató para reemplazarlo a Marcelo Leandro Stilitano, al que terminó echando por malos resultados. Tercero porque nunca pudo convencer a ningún técnico para que asumiera. Tenía todo arreglado con el uruguayo Pablo Repetto, pero ahora –con su renuncia– eso también se cayó. En estos seis meses, Independiente jugó 15 partidos (14 por la Liga y uno por Copa Argentina): apenas ganó tres, empató siete y perdió cinco.
Esa estadística, en los últimos partidos, se tradujo en silbidos, insultos y amenazas escritas en los paredones de los distintos predios que tiene el club en el sur del conurbano. “El día que matemos a un dirigente van a dejar de robarnos” fue, quizás, la que más afectó a Doman. Hubo otros en forma de grafitti o pasacalle: “El domingo ganen o balas para todos", "Ganen o mueran", "Háganse cargo, esto es Independiente" y "Esto no es Ra$in". Ahora, Independiente recibe a Racing y en el club temen que todo, si es que todavía se puede, empeore.